En una vida sin sentido, el dolor parece ser lo único relevante. En Palm Springs, probablemente una de las cintas más divertidas y originales de este atípico año, la premisa adquiere un nuevo e inesperado sentido. Si queremos ponernos espirituales, el director Max Barbakow y el guionista Andy Siara por supuesto que no conocen el verdadero significado de la existencia; pero con el peculiar planteamiento de esta película, ambos cineastas proponen una respuesta no tan descabellada: el no morir solos.
Mezclando este supuesto con un concepto que parecía ya acabado en el género de comedia, la cinta brilla por un desarrollo inteligente con un acercamiento existencialista y la química casi perfecta entre sus dos protagonistas. Procede con cautela, adelante hay algunos spoilers.
En una aparente mañana cualquiera, Nyles (Andy Samberg) despierta a lado de su insoportable novia Misty (Meredith Hagner). Preparándose para una boda a la que ni siquiera quiere ir, Nyles pasa el día disfrutando de cualquier banalidad a su alcance. Por la noche, borracho e impertinente, el hombre llama la atención de Sarah (Cristin Milioti), la hermana de la novia. La conexión es inmediata, y después descubrir que Misty le es infiel con uno de los invitados, ambos escapan del lugar para tener un momento a solas. Desafortunadamente, su íntimo encuentro dura poco, pues un misterioso hombre aparece súbitamente para perseguir a Nyles.
En medio de la nada, la única salida parece ser una cueva que emana una luz misteriosa en el fondo. Al ser absorbido, Nyles despierta nuevamente a lado de su novia condenado a revivir la misma jornada por toda la eternidad. Esta, por supuesto, es la enésima vez que se ve obligado a enfrentar esta inusual situación, la diferencia es que Sarah se ha convertido ahora en parte de este bucle temporal.
Palm Springs es ciertamente un respiro para la comedia romántica convencional, un género cuya fórmula ha sido exprimida por Hollywood durante décadas. En esta cinta, parte de la selección de la más reciente edición del Festival de Sundance, los debutantes Max Barbakow y Andy Siara dejan una grata impresión dándole un nuevo sentido a la historia del tipo que queda varado en un mismo día por quién sabe cuánto tiempo.
Con ayuda de sus carismáticos protagonistas, su primer largometraje funciona en prácticamente todos los sentidos. Si bien podemos anticipar cómo terminarán las cosas, el ingenioso desarrollo de la trama nos permite darnos cuenta de que no estamos ante un par de tórtolos que se enamoran y salen juntos de este embrollo, sino más bien dos individuos imperfectos notablemente afectados por las decisiones que han tomado.
Las reglas de este universo son simples: quien sea absorbido por la luz de la cueva tendrá que repetir una y otra vez el último día de su vida hasta ese momento. La película nos inserta en la trama en un especie de in media res sin que nos percatemos de ello al comienzo. Habiendo ya pasado una cantidad de tiempo no especificada dentro del bucle, Nyles bien podría ser el héroe de cualquiera que odie ir a una boda; los incontables ridículos de los que ha sido parte jugando al "¿qué pasaría si...?" con todos los invitados sin duda podrían conformar una buena lista de cómo arruinar un evento como estos de todas las formas posibles.
Pero, a pesar de toda la diversión y despreocupación, los trazos de melancolía comienzan a ser visibles conforme la trama avanza. Es así como la variable que representa Sarah pronto se convierte en una nueva motivación para hacer un poco más llevadera su existencia. ¿Suena familiar? Puede que sea algo así como la vida misma.
En Palm Springs hemos descubierto a una nueva pareja cómica. El carisma de Samberg y Milioti es fundamental para que Barbakow y Siara puedan conducir su singular historia por buen camino. Cuando Sarah se ve atrapada con él, su resignación da como resultado una serie de graciosas e irreverentes situaciones.
Con ella, Nyles lleva el "¿qué pasaría si...?" a otro nivel; un juego con cierta perversidad del que su nueva acompañante parece volverse adicta sin medir las consecuencias. Porque sí, en este mundo donde aparentemente ya nada importa todavía puede haber repercusiones, al menos en el plano personal, como así lo hacer ver Nyles en uno de los pocos momentos en los que se pone serio. Esta meditación es probablemente el aspecto más interesante de una película que bien pudo haberse enfocado en lo romántico y jocoso.
"Importa lo que le hacemos a los demás", advierte Nyles a una contrariada Sarah después de haber perpetrado un brutal acto de violencia en contra de su perseguidor, encarnado por un J. K. Simmons que ya nos tiene acostumbrados a sólidas actuaciones sin importar las circunstancias, tiempo en pantalla o relevancia de su personaje. La declaración de Nyles resuena bastante en la mujer, no solo por lo que acaba de hacer, sino por lo que hizo antes de quedar atorada.
El secreto que guarda simplemente no la deja estar tranquila; el tener que enfrentarlo al comienzo de cada día es la condena que tiene que pagar. Nyles tampoco está libre de lanzar la primera piedra, aunque su larga estadía es la que probablemente le ha permitido ver las cosas de una forma distinta. Quizá han aprendido la lección, pero ¿de qué sirve si nunca podrán arreglar las cosas? El dolor sigue siendo real.
No resulta complicado saber hacia dónde se dirige la resolución; pero lo verdaderamente valioso de Palm Springs es la oportunidad que estos personajes encuentran para enmendar sus errores. Después de su frenesí nihilista, Nyles y Sarah se topan con la posibilidad de ser felices a pesar de todo, incluso de ellos mismos. La frustración del primero de tener que vivir en soledad y el alivio de la segunda al no tener que lidiar con una terrible decepción son demasiado irresistibles como para dejarlos ir.
¿Es entonces su relación producto de un verdadero amor o simplemente de las inevitables circunstancias? Una pregunta que ciertamente nos hemos hecho al enfrentarnos al sutil martirio de la rutina. Es por eso que el final de esta cinta es tan satisfactorio pese a lo predecible que pudiera ser. Al final, el probarnos a nosotros mismos es una aspiración universal que algún día tendremos que alcanzar en busca de la felicidad.
Palm Springs bien podría ser el Hechizo del Tiempo (Groundhog Day, Harold Ramis, EUA, 1993) del siglo XXI. Al darle un nuevo giro a su concepto temporal, la obra de Barbakow y Siara se pone un tanto más existencial, sin dejar de lado ese aspecto romántico y cómico del asunto. En el dolor y la falsa comodidad, Nyles y Sarah encontraron el sentido de SUS vidas: el no tener que morir solos y vivir junto al otro. El dolor seguirá ahí, pero puede esperar ahora.
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