Reseña - Hater: odio y manipulación en la era digital

Cuando Tomasz (Maciej Musialowski) se presenta a una inesperada entrevista laboral en busca de una posición en una agencia de marketing digital, la jefa, Beata (Agata Kulesza) escucha con atención y aparente sorpresa las sucias tácticas que el prospecto propone para desprestigiar a una popular influencer de fitness. "El marketing no debería exceder los límites de la ética", le dice Beata con cierto tono irónico. Sin tapujos, Tomaz responde: "Si me interesara el marketing, iría a una agencia de relaciones públicas".

Esta interacción engloba a grandes rasgos la trama de Hater, pero también deja al descubierto su mayor problema: ¿estamos ante una cinta sobre lo desleal y poco confiable que puede ser este mundo digital o una sobre un individuo con serios problemas psicológicos? A pesar de una entretenida historia que sin duda tiene buenos momentos, la película tiene algunos problemas para decidir qué quiere ser realmente.


Tomasz es un joven polaco que acaba de ser expulsado de la Facultad de Derecho por cometer plagio en un ensayo. Cuando todo parece perdido, nuevas oportunidades comienzan a surgir. Tras obtener un trabajo en una agencia de marketing para crear granjas de bots y atacar marcas y a personalidades, Tomaz finalmente obtiene la atención de Gabi (Vanessa Aleksander), la hija de de los Krasucki, viejos amigos suyos que estuvieron apoyándolo financieramente durante sus estudios.

Pero cuando se enteran de lo ocurrido en su carrera, estos no tardan en darle la espalda. Así, mientras asciende rápidamente en su nuevo empleo, Tomasz comienza a utilizar sus técnicas de manipulación para ganarse de vuelta a los Krasucki. En breve, la línea que divide su vida profesional de la personal se diluye con trágicas consecuencias.

Jan Komasa (Corpus Christi) dirige Hater, la cual es un spin-off de La Habitación del Suicidio, cinta del 2011 en la que un adolescente se obsesiona con la realidad virtual al verse humillado en todos los sentidos por sus compañeros de clase. Beata, la madre del chico en cuestión, regresa en este otro relato sobre el odio y la forma en la que se convierte en un virus gracias al Internet.

Habiendo sido nominado al Óscar a Mejor Película Internacional este año por Corpus Christi, la cual trata sobre un exconvicto que engaña a un pueblo para convertirse en el cura local, Komasa recoge elementos de esta tanto de La Habitación del Suicidio para canalizar algunas de las inquietudes europeas más apremiantes de los últimos tiempos.


Tomaz es un protagonista inusual. Si bien no podríamos denominarlo como un antihéroe o algo parecido, lo insólito de su arco narrativo nos mantiene atentos la mayor parte del tiempo, pero ¿será realmente por una conexión con el personaje o por puro morbo? Al principio, nos encontramos con un tipo patético que da lástima a donde quiera que vea; sin embargo, sus capacidades para tareas muy específicas no tardan a sorprender a propios a extraños, incluido el espectador.

Conforme somos testigos de esta transformación, o revelación quizá, los motivos de Tomasz quedan diluidos en una serie de acontecimientos tan escandalosos como ridículos. ¿Amor no correspondido? ¿Un severo desajuste emocional? ¿Necesidad de probarle al mundo lo que puede hacer? Aunque todas podrían pasar como las razones detrás de su maquiavélico plan, ninguna luce demasiado convincente como para ser tomada en serio.

Ya avanzada la trama, Kosama y el guionista Mateusz Pacewicz nos insertan en el lado más oscuro del marketing digital, aquel que ha estado en el ojo de la tormenta ya por varios años por haberse convertido en un arma política muy peligrosa. A través de Tomaz y Beata, los cineastas ofrecen un panorama de cómo funcionan en general las campañas de desprestigio, las llamadas fake news, las granjas de bots y la influencia política en redes sociales. Si bien esta parte de la película llama la atención al tratarse de un tema en boga, el sensacionalismo no tarda en apoderarse del discurso. Esto trata de soportarse de algunos recursos como, por ejemplo, su paralelismo con El Arte de la Guerra, legendario libro de Sun Tzu, y nuevamente del mundo virtual como en La Habitación del Suicidio.

Como encargado de atacar la campaña de Pawel Radnicki (Maciej Stuhr), candidato de izquierda a la alcaldía de Varsovia, Tomaz no escatima en artimañas para cumplir con su objetivo, lo que genera una serie de circunstancias inverosímiles, como la organización de un mitín político de un día para otro o el reclutamiento de un fascista para llevar a cabo un terrible acto. Al final, sus motivaciones quedan opacadas por su plan maestro. Quizá no era necesario ir demasiado lejos para mostrar su punto, pero la duración de más de dos horas demuestra lo contrario.


Los demás personajes de Hater tampoco ayudan demasiado y solo están ahí para enfatizar algunas de las ideas que trata de desarrollar el guión, aunque ninguna es explotada al máximo. Los Krusicki, por ejemplo, son una familia privilegiada con una clara ideología política izquierdista. Rudnicki, el candidato, guarda un secreto muy íntimo que podría poner en jaque su campaña. Tomaz los manipula a su antojo de distintas maneras, pero ninguna de sus acciones parece tener un mayor impacto que el de mostrar su capacidad para ser un doble cara.

Gabi es la única persona que suele escapar de sus designios. ¿Será por eso que le obsesiona hacerse con ella de una u otra forma? Quizá ese sea su motor; sin embargo, las acciones de Gabi resultan contradictorias en varias ocasiones con respecto a su relación con Tomaz. Su encuentro final, al borde de la tragedia que este último ha estado cocinando, no encaja con la forma en la que se desenvuelve anteriormente. Y está también Beata, quien igualmente asume una actitud un tanto discordante si tomamos en cuenta el pasado de su personaje, sobre todo el relacionado con el mundo digital.

Al hacer referencia al ascenso del nacionalismo y fascismo en Europa gracias a las redes sociales, Kosama consigue inserta en Hater un comentario que no puede ser pasado por alto. Desafortunadamente, la inclusión de un sociópata con delirios de grandeza no termina por encajar en su diseño. Por momentos, dos cintas distintas se desarrollan con Tomaz como su elemento en común, pero cuesta trabajo identificar cómo se relaciona su visible trastorno con la situación política y social en Europa. Colocar a un astuto joven obsesionado con una chica detrás de las confrontaciones y malestar podría lucir demasiado trivial dado lo delicado del asunto.

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