Reseña - Atleta A: la cultura del abuso

En una de las entrevistas que conforman el documental Atleta A (Athlete A), la exgimnasta Jennifer Sey da en el clavo al hablar sobre el indignante caso de abuso sistemático dentro de este deporte en Estados Unidos: "Nos encantan los ganadores en este país, pero la noción de que tenemos que sacrificar a nuestros jóvenes nos enferma".

Este nuevo documental de Netflix explora a profundidad no solo el escándalo de abuso sexual ocurrido en las filas de USA Gymnastics, sino una peligrosa y fallida cultura de "éxito" que lastimó por años tanto física como emocionalmente a cientos de jovencitas con un sueño en común: ganar una medalla de oro en los Juegos Olímpicos.


2016. Maggie Nichols, gimnasta de alto rendimiento con potencial de medalla en las Olimpiadas, ha quedado fuera el equipo que representará a su país en Río de Janeiro. Decepcionados, tanto ella como sus padres no pueden creer que haya quedado relegada de esta manera sin razón alguna. Pero quizá sí haya una después de todo, por más frustrante que sea.

Un año antes, Nichols había reportada abuso sexual por parte del médico de la federación, Larry Nassar; pero, a pesar de una supuesta investigación interna, su caso fue desestimado dando señales de encubrimiento. Sin embargo, todo está por cambiar gracias a un pequeño diario de Indianápolis, el cual está a punto de desenmascarar a Nassar y USA Gymnastics gracias al testimonio de cientos de sobrevivientes como Maggie.

En Atleta A, otra apuesta más de Netflix en el mundo documental, Bonni Cohen y Jon Shenk (Una Verdad Muy Incómoda: Ahora o Nunca, Estados Unidos 2017) desmenuzan el sonado caso de abuso sexual dentro de USA Gymnastics, una de las federaciones deportivas más exitosas, económica y deportivamente, de aquel país hasta hace un tiempo. Adoptando un enfoque meramente tradicional, estos cineastas amplifican nuevamente el trabajo de The Indianapolis Star, el periódico que destapó el abuso sistemático dentro de la organización, específicamente las prácticas de Nassar.

Y aunque esta labor cinematográfica y periodística le da nombre y rostro a los victimarios, su objetivo va más allá de recordarnos los crímenes del sujeto en cuestión, pues conforme escuchamos los testimonios de sobrevivientes y periodistas damos un vistazo a una cruel cultura deportiva que simplemente no tiene razón de ser.


El documental parte de la terrible experiencia de Maggie, un caso más de indiferencia ante la violencia. A pesar de que Nassar emerge como el responsable directo del abuso que sufrió, así como el de cualquier cantidad de menores de edad, la mirada de Cohen y Shenk pronto se centra en los superiores, quienes hicieron caso omiso a los señalamientos para proteger la imagen de una federación que le ha dado decenas de glorias deportivas a un país que, como dice Fey, tiene como pasatiempo producir ganadores.

Para entender las prácticas nocivas que han permeado en el método de entrenar a generaciones de gimnastas de élite, los directores hacen un largo paréntesis que nos transporta a la Rumanía comunista, donde surgió la figura más grande de la gimnasia: Nadia Comaneci. La ausencia de sonrisas en su rostro y una actitud demasiado seria hacen pensar, ayer y hoy, si realmente disfrutaba lo que hacía.

Cuando Atleta A indaga en los poco ortodoxos y humillantes métodos de los Károlyi para construir ganadores, queda claro que el mundo de los gimnastas quizá no sea el indicado para pequeñas niñas, las cuales muchas veces tienen que estar alejados de sus padres por demasiado tiempo.

La mención de los Károlyi no queda como un simple pie de página, ya que, como es sabido, la pareja conformada por Béla y Márta fue la responsable de crear a las mejores gimnastas de Estados Unidos después de desertar del régimen. Cohen y Shenk pronto establecen una conexión entre los férreos métodos de estos personajes y los casos de abuso, tanto de Nassar como de entrenadores que se aprovechador de sus posiciones de poder para destrozar la intimidad de sus pupilas.

Así, cuando se describe la imagen afable y bonachona de Nassar que tenía todo el mundo, nos topamos con una triste y espeluznante verdad: el hombre era una luz entre las tinieblas del alto rendimiento, lo que le facilitó disfrazar sus perversas intenciones.


Los testimonios que los directores recogen son fuertes y desgarradores. Sobresale el de Rachael Denhollander, exgimnasta que tampoco fue escuchada cuando levantó la voz durante su adolescencia. Aunque sus relatos son impactantes, su presencia en el documental adquiere un tono esperanzador, principalmente cuando se convierte el rostro de la búsqueda de la justicia, la cual, al menos en este caso, concluye como debe ser.

Su intervención enaltece su empatía, pues, tal y como ella dice, es difícil debatirse entre la idea de quedarse callada, sabiendo lo que Nassar ha hecho, y enfrentarlo cara a cara para detenerlo de una vez por todas, teniendo que desnudarse emocionalmente ante los demás.

Atleta A es un recordatorio de la importancia de la labor periodística. ¿Por cuánto tiempo hubiera seguido Nassar abusando de menores de no haber sido por la investigación de The Indianapolis Star? ¿Cuántas niñas más habrían salido lastimadas por las reprobables políticas de USA Gymnastics?

Esa incansable búsqueda de cierta paz para los sobrevivientes nos recuerda En Primera Plana, cinta de ficción basada en hechos reales que, igualmente, resalta el valor de esta vocación para contrarrestar cualquier forma de poder, en ese caso, el de la Iglesia Católica. Uno solo puede esperar que trabajos como este realmente signifiquen un cambio en la percepción social y en una cultura nociva que no valora realmente al individuo. La línea entre el abuso y entrenamiento nunca puede difuminarse.

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