Cuando Hunter (Haley Bennett) visita a un personaje cuya identidad sería demasiada revelación para esta reseña, y lo amenaza con una agresividad inusitada hasta ese momento en la película, la verdadera frustración de la protagonista sale a flote. "Estoy en control", le ordena que le repita a un hombre que teme ver su vida arruinada ante su inesperada presencia, la cuestión es que la existencia de Hunter es la que parece haber quedado arruinada desde hace mucho.
En Swallow, todo gira alrededor del control, tanto del abuso como la ausencia de este. Y aunque la trama no tiene problema en evitar el desarrollo de sus estereotípicos personajes y dejar la sutileza para otra ocasión, la cinta encuentra en el origen de un extraño trauma, el cual pone a prueba la resistencia del espectador, unos cuantos momentos valiosos que tocan temas peligrosamente normalizados.
En Swallow, todo gira alrededor del control, tanto del abuso como la ausencia de este. Y aunque la trama no tiene problema en evitar el desarrollo de sus estereotípicos personajes y dejar la sutileza para otra ocasión, la cinta encuentra en el origen de un extraño trauma, el cual pone a prueba la resistencia del espectador, unos cuantos momentos valiosos que tocan temas peligrosamente normalizados.
Hunter y su esposo Richie (Austin Stowell), un acaudalado joven que acaba de convertirse en director de la empresa familiar, viven el comienzo de su matrimonio. Las cosas no parecen ir de la mejor forma, pues el rechazo de los padres de Richie hacia Hunter se sienten en el aire. Su esposo tampoco ayuda del todo, pues su actitud pedante y machista empiezan a hacerla sentir sola. Es en esta exclusión que la joven mujer desarrolla un extraño y peligroso hábito: la ingesta de pequeños objetos.
Su eventual embarazo finalmente atrae la atención de su familia política, quien se alarma en sobremanera al enterarse de la nueva costumbre de Hunter y toma severas medidas al respecto. Con todos en su contra, esta no tiene más remedio que enfrentar sola de una vez por todas su insostenible situación física y psicológica.
En Swallow, Carlo Mirabella-Davis explora el tedio de alrededor de la llamada "esposa trofeo". ¿Qué hace una mujer casada mientras su "exitoso" marido está fuera de casa trabajando? Para Hunter, la única tarea disponible es decorar la enorme y vanguardista casa que sus suegros les acaban de regalar. La vida para la joven parece estar ya decidida, nunca más le faltará nada, pero estará por siempre sometida a designios ajenos.
El director, inspirado en la experiencia de su abuela, quien fue remitida en una institución mental por orden de su esposo, hace un comentario sobre la forma en la que la figura femenina, sobre todo en las altas esferas, es manipulada para convertirse en la máquina que asegurará la perpetuación del legado familiar.
Cuando llega el esperado embarazo, Hunter desarrolla el trastorno conocido como pica, con el cual el paciente siente un deseo irresistible de comer cosas sin valor nutritivo. Durante la película, el espectador es sometido a un constante estado de ansiedad al seguir las acciones de la protagonista. Los objetos que encuentra para ingerir comienzan a escalar en cuanto a tamaño y peligrosidad, horrorizando a más de uno al pensar en cómo distintos adornos recorren dolorosamente su garganta e intestino hasta ser expulsados.
Mientras tiene una conversación con una psicóloga a la que es enviada cuando su familia política se entera de su enfermedad, finalmente queda al descubierto una de las razones de su comportamiento: la necesidad de retomar el control. El menosprecio con el que se ha encontrado en esta nueva etapa de su vida la ha despojado de su personalidad; pero no pasa mucho tiempo para que lago más profundo salga a flote.
La cinta toma un rumbo distinto cuando el pasado de Hunter emerge como la posible razón de su trastorno. En la última parte, una rebelión más puntual se gesta en su interior, propulsándola a enfrentar su más recóndito trauma, en el cual toma parte otra vertiente de un violento patriarcado hambriento de poder. La soledad de la mujer es inconmensurable.
Acorralada en su propia casa, e incluso en el sitio donde se supone que debería estar recibiendo ayuda, Hunter finalmente entiende que la sumisión es directamente proporcional al infierno que ha vivido durante este tiempo. Esto queda de manifiesto con la manera en la que Bennett va transformando poco a poco a su personaje, desde una obediente ama de casa hasta una persona capaz de hacer lo que sea con tal de recuperarse a sí misma.
El gran problema con Swallow es el cambio de dirección tan súbito que toma el relato cuando Hunter revela ¿por accidente? que algo en su familia real ha estado podrido todo este tiempo. Si ella considera que no tiene un problema, ¿por qué dar a conocer esta información? La decisión no parece tener sentido, y surge la impresión de que estamos ante dos historias distintas con apenas algunos trazos en común.
Los personajes tampoco presentan un desarrollo más allá de la idea básica que representan. Bennett le da un poco de vida al personaje en el último acto de la cinta; pero antes que eso, mientras intenta ser la mejor esposa, sus intervenciones no aportan demasiado a la construcción del rol.
De igual forma, la inclusión de un personaje en específico, Luay (Laith Nakil), un especie de enfermero que se hará cargo de ella por orden de los suegros, resulta por demás extraña. La breve e improbable conexión que surge entre ellos apunta hacia algo más grande, pero la misma trama se encarga de llevarlos en direcciones opuestas.
De cualquier manera, el filme contribuye a expandir una narrativa femenina de liberación que se hace sentir en el cine en los últimos tiempos. Es así como El Hombre Invisible nos viene a la mente mientras nos adentrarnos en la trama de esta. En ella, Elisabeth Moss interpreta a Cecilia, una mujer que, igualmente, decide poner fin al buso al que ha sido sometida por parte de su esposo. Si bien aquí la confrontación es más física y violenta, el discurso alrededor de la opresión femenina es desarrollado con una efectiva historia con tintes de terror y acción.
Swallow opta por un acercamiento que apunta hacia el aspecto psicológico de la humillación y el trasfondo de una batalla interna, lo que hace que su protagonista sea un tanto más enigmática en cuanto a sus intenciones. De cualquier manera, ambas representan muy bien esa invasión emocional perpetrada por hombres necesitados de mostrar que su palabra es ley.
A diferencia de Cecilia, cuando todo termina, el camino de Hunter parece bastante incierto, pero, al igual que ella, al menos ha retomado el control. Lo que venga a continuación será lo que ellas elijan.
Su eventual embarazo finalmente atrae la atención de su familia política, quien se alarma en sobremanera al enterarse de la nueva costumbre de Hunter y toma severas medidas al respecto. Con todos en su contra, esta no tiene más remedio que enfrentar sola de una vez por todas su insostenible situación física y psicológica.
En Swallow, Carlo Mirabella-Davis explora el tedio de alrededor de la llamada "esposa trofeo". ¿Qué hace una mujer casada mientras su "exitoso" marido está fuera de casa trabajando? Para Hunter, la única tarea disponible es decorar la enorme y vanguardista casa que sus suegros les acaban de regalar. La vida para la joven parece estar ya decidida, nunca más le faltará nada, pero estará por siempre sometida a designios ajenos.
El director, inspirado en la experiencia de su abuela, quien fue remitida en una institución mental por orden de su esposo, hace un comentario sobre la forma en la que la figura femenina, sobre todo en las altas esferas, es manipulada para convertirse en la máquina que asegurará la perpetuación del legado familiar.
Cuando llega el esperado embarazo, Hunter desarrolla el trastorno conocido como pica, con el cual el paciente siente un deseo irresistible de comer cosas sin valor nutritivo. Durante la película, el espectador es sometido a un constante estado de ansiedad al seguir las acciones de la protagonista. Los objetos que encuentra para ingerir comienzan a escalar en cuanto a tamaño y peligrosidad, horrorizando a más de uno al pensar en cómo distintos adornos recorren dolorosamente su garganta e intestino hasta ser expulsados.
Mientras tiene una conversación con una psicóloga a la que es enviada cuando su familia política se entera de su enfermedad, finalmente queda al descubierto una de las razones de su comportamiento: la necesidad de retomar el control. El menosprecio con el que se ha encontrado en esta nueva etapa de su vida la ha despojado de su personalidad; pero no pasa mucho tiempo para que lago más profundo salga a flote.
La cinta toma un rumbo distinto cuando el pasado de Hunter emerge como la posible razón de su trastorno. En la última parte, una rebelión más puntual se gesta en su interior, propulsándola a enfrentar su más recóndito trauma, en el cual toma parte otra vertiente de un violento patriarcado hambriento de poder. La soledad de la mujer es inconmensurable.
Acorralada en su propia casa, e incluso en el sitio donde se supone que debería estar recibiendo ayuda, Hunter finalmente entiende que la sumisión es directamente proporcional al infierno que ha vivido durante este tiempo. Esto queda de manifiesto con la manera en la que Bennett va transformando poco a poco a su personaje, desde una obediente ama de casa hasta una persona capaz de hacer lo que sea con tal de recuperarse a sí misma.
El gran problema con Swallow es el cambio de dirección tan súbito que toma el relato cuando Hunter revela ¿por accidente? que algo en su familia real ha estado podrido todo este tiempo. Si ella considera que no tiene un problema, ¿por qué dar a conocer esta información? La decisión no parece tener sentido, y surge la impresión de que estamos ante dos historias distintas con apenas algunos trazos en común.
Los personajes tampoco presentan un desarrollo más allá de la idea básica que representan. Bennett le da un poco de vida al personaje en el último acto de la cinta; pero antes que eso, mientras intenta ser la mejor esposa, sus intervenciones no aportan demasiado a la construcción del rol.
De igual forma, la inclusión de un personaje en específico, Luay (Laith Nakil), un especie de enfermero que se hará cargo de ella por orden de los suegros, resulta por demás extraña. La breve e improbable conexión que surge entre ellos apunta hacia algo más grande, pero la misma trama se encarga de llevarlos en direcciones opuestas.
De cualquier manera, el filme contribuye a expandir una narrativa femenina de liberación que se hace sentir en el cine en los últimos tiempos. Es así como El Hombre Invisible nos viene a la mente mientras nos adentrarnos en la trama de esta. En ella, Elisabeth Moss interpreta a Cecilia, una mujer que, igualmente, decide poner fin al buso al que ha sido sometida por parte de su esposo. Si bien aquí la confrontación es más física y violenta, el discurso alrededor de la opresión femenina es desarrollado con una efectiva historia con tintes de terror y acción.
Swallow opta por un acercamiento que apunta hacia el aspecto psicológico de la humillación y el trasfondo de una batalla interna, lo que hace que su protagonista sea un tanto más enigmática en cuanto a sus intenciones. De cualquier manera, ambas representan muy bien esa invasión emocional perpetrada por hombres necesitados de mostrar que su palabra es ley.
A diferencia de Cecilia, cuando todo termina, el camino de Hunter parece bastante incierto, pero, al igual que ella, al menos ha retomado el control. Lo que venga a continuación será lo que ellas elijan.
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