Reseña - Chicas Perdidas: mujeres unidas por el dolor

"Tengo todo el derecho a quemar y a romper. No le voy a pedir permiso a nadie, porque yo estoy rompiendo por mi hija. Y la que quiera romper que rompa, y la que quiera quemar que queme, y la que no... ¡QUE NO NOS ESTORBE!".

—Yesenia Zamudio, madre de una hija víctima de feminicidio.

Chicas Perdidas es el primer largometraje de ficción dirigido por Liz Garbus, presentado en la más reciente edición del Festival de Sundance y adquirido por Netflix para su distribución. La película está basada en el libro Lost Girls: An Unsolved American Mystery, escrito por Robert Kolker y publicado en el 2013, en el cual se relata la vida de cinco chicas asesinadas en Long Island, Nueva York, todas trabajadoras sexuales.



Mari Gilbert (Amy Ryan) es madre soltera de tres chicas, trabaja en el sector de la construcción y malabarea con su jefe para obtener horas extra. Shannan, la hija mayor, le habla por teléfono para confirmar su visita por la noche y se disculpa por no hacerlo antes; una cita a la que jamás llegará. A la mañana siguiente, Mari recibe una misteriosa llamada y con ello empieza una agotadora búsqueda por el paradero de su hija.

Como si de una premonición se tratara, una excavadora revuelve la oscura tierra, parece que busca algo. Esta garra metálica echa por fuera las raíces muertas que asemejan cabellos rubios.

Bajo amenaza, el caso le es comisionado a Dormer (Gabriel Byrne), un oficial de semblante agotado que está muy cerca de su retiro, pero quien será el único que le proporcione un poco de luz a Mari en una pantanosa estación de policía que no se cansará de exhibir agentes incompetentes, indolentes e incapaces de mostrar empatía alguna y, por si no fuera suficiente, se encargarán de revictimizar a estas mujeres una y otra vez, denigrándolas por haber sido sexoservidoras.

Por accidente, un patrullero y su perro encuentran los cuerpos de cuatro mujeres que, además de compartir oficio, también tienen ciertas características físicas en común: todas fueron estranguladas y envueltas en tela de yute, por lo que deducen que se trata de un asesino en serie. El caso va tomando forma con base en los testimonios de las últimas personas, entre ellas su novio, que la vieron con vida, y lo que salta a la vista con mucho asombro es que entre una llamada de auxilio que hizo Shannan antes de desaparecer y el arribo de los policías hubo un lapso de una hora.


Afortunadamente, Sherre (Thomasin McKenzie), la segunda hija de Mari, decide crear una página de Facebook para ayudar con su búsqueda, y es gracias a esto que las Gilbert pronto entran en contacto con madres y hermanas de las demás víctimas. A pesar del rechazo de Mari por fraternizar con ellas al principio, esta descubrirá que no está sola y formará lazos afectivos y solidarios con sus congéneres, quienes la ayudarán a no sentirse culpable; sororidad en su máxima expresión.

Hacia el final, Mari, en lo que parece una rotura de la cuarta pared, da un discurso a la prensa en la que cuestiona al televidente dentro y fuera de la cinta destacando lo siguiente: "No pudieron mantenerlas a salvo cuando estaban en riesgo. No tomaron en serio sus desapariciones. No persiguieron a la gente que se aprovechó de ellas. [...] Es hora de rendir cuentas y empiezo por mí misma."

Chicas Perdidas es una película de mujeres asesinadas, pero también de aquellas que buscan un hogar o una familia. De las que sí lo tienen, pero están ausentes. De las que aun ausentes no se dan cuenta que las necesitan; de las desorientadas entre tanta impunidad y de las que no pueden ver entre tanta oscuridad, aferrándose con todas sus fuerzas a la esperanza de encontrar los cuerpos de sus hijas.

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