Reseña - Mujercitas: una firme declaración de liberación femenina

Durante una casual conversación con alguien que está a punto de convertirse en una persona muy especial en su vida, Jo (Saoirse Ronan) declara: "no puedo superar mi decepción de ser mujer". Sus palabras parecen un mero comentario marcado por el contexto en el que se encuentran ambos personajes, pero conforme avanza la trama de la nueva adaptación de Mujercitas, su frase tristemente adquiere un sentido más palpable y cruel.

Es con esta premisa que la cinta expone la historia de liberación de un grupo de jóvenes adultas empoderadas para tomar las riendas de su propia vida, mientras se enfrentan a las dificultades de la madurez y la crudeza de un mundo que no es necesariamente el que imaginaban de pequeñas.

En plena Guerra de Secesión, las jovencitas de la familia March comienzan a convertirse en mujeres. Cada una tiene una idea muy distinta de la realización. Jo sueña con ser una escritora, Meg (Emma Watson) desea encontrar el amor verdadero, Amy (Florence Pugh) espera ser mejor que Jo en todos los sentidos, y Beth (Eliza Scanlen) simplemente espera dedicarse por completo a su música.

Con Marmee (Laura Dern), su amorosa y sabia madre, y su leal padre (Bob Odenkirk) luchando por su país, las niñas parecen tenerlo todo, pero cuando los primeros golpes de la vida empiezan a crear estragos en sus planes personales o profesionales, cada una asume una nueva responsabilidad tratando de alcanzar sus sueños.

Tras la exitosa Lady Bird, Greta Gerwig vuelve a unir fuerzas con Ronan para construir una versión más de Mujercitas, basada en el clásico literario de Louisa May Alcott. En esta nueva adaptación, la joven directora le da nueva vida a la obra dejándonos acercar nuevamente a una serie de personajes que creíamos conocer.

En su trabajo más ambicioso hasta el momento, la cineasta, quien tristemente no fue considerada digna para competir por el premio al Mejor Director en la próxima entrega de los Óscar, demuestra una enorme capacidad para trabajar con un numeroso grupo de actores, así como para darle una satisfactoria resolución a una serie de importantes subtramas contenidas en su historia. 

Gerwig divide la narrativa en dos líneas temporales distintas, una en la que las March, muy jóvenes todavía, viven los placeres de la adolescencia, y otra más en la que la desolación, frustración y amargura se han adueñado de sus vidas en muchos sentidos. Esta notoria diferencia incluso se hace presente en la corrección de color, los vibrantes colores del pasado contrastan con los tonos apagados y hasta lúgubres del presente.

Esta decisión es uno de los mayores aciertos de Gerwig, pues con esto consigue dotar de más emoción a su relato estableciendo un paralelismo entre las vivencias de las jóvenes. Resulta emocionante poder recordar o saber cómo llegaron al punto en donde las encontramos inicialmente.


La presencia de personajes y encomiables, cada uno con un camino que seguimos con gusto e interés durante la trama, reafirma el valor de Gerwig como directora y guionista, aunque claro, el talento de Ronan, Pugh o Dern también es un factor para poder sentirnos como en casa con esta familia.

El miedo al fracaso que emana de ellas, así como la carga que sienten por ser mujeres en un entorno en el que a menudo no son tomadas en cuenta, permite una identificación notable. Nos importa realmente no que estas chicas obtengan lo que quieren, sino lo que merecen. "Si fuera mujer en un libro, todo sería más fácil", proclama una contrariada Jo ante su madre. Rendirse ante los designios sociales parece ser lo más sencillo, pero ¿en dónde queda la liberta femenina?

Esta preocupación mueve casi todas las decisiones de Jo, una jovencita decidida a alcanzar un mejor futuro, agotando todos los recursos a su alcance si es necesario. El flagelo de la protagonista adquiere una dimensión inesperada cuando el amor se vuelve su inquietud más grande, algo que ciertamente nunca hubiera imaginado.

Jo asegura querer ser amada, pero ¿quiere amar realmente? La respuesta llega como consecuencia de su libertad, de poder elegir asumiéndose como una persona valiosa que puede ser apreciada por los demás tal cual es. Con un giro muy meta y sumamente ingenioso, Gerwig nos regala un final emotivo y esperanzador que destaca el espíritu individual y familiar de estas mujeres.


Quizá los únicos aspectos que podrían criticarle a Gerwig serían la pequeña confusión en el espectador que se genera al principio debido a la división de las lineas temporales, ya que por momentos es algo complicado poder establecer el momento en el que se encuentra la acción; y la aparición de Timothée Chalamet como Laurie, quien, a pesar de hacer un buen trabajo, se mueve en una zona de confort que ha desarrollado interpretando papeles con rasgos similares.

Por otro lado, la aparición de Meryl Streep no resulta sofocante como en otras ocasiones, pues sus intervenciones como la tía conservadora y un tanto malvada llegan en los momentos indicados.

De igual forma, el seguimiento que se la da a personajes secundarios como el Sr. Laurence (Chris Cooper), nos ofrece una perspectiva igual de valiosa. Sumido en una profunda tristeza que sabe esconder hábilmente, el viejo encuentra en una de las hermanas March un poco de consuelo y una luz al final del túnel que recurre. También podemos hablar de Marmee, quien emerge como el soporte emocional de sus hijas, sobre todo de Jo, quien se debate entre lo que debe ser y lo que quiere.

Sea uno ajeno a la historia, o seguidor de las múltiples versiones de la obra a través del tiempo, Greta Gerwig nos presenta a estos personajes de una forma cálida y gentil, así como el pequeño mundo en el que viven. Allá afuera, las cosas son distintas. Aun así, el estilo de la director logra permear la identidad de las chicas y sus seres queridos.

Las tribulaciones juveniles que señaló en Lady Bird se hacen presentes cuando vemos a Jo quemarle el pelo por accidente a Meg, o cuando la primera baila a su manera con el coqueto Laurie mientras los demás procuran las apariencias.

No hay duda de que la directora entiende a la perfección las inquietudes juveniles; pero al final, cuando la madurez trae consigo los sacrificios, Gerwig nos deja con un buen de sabor de boca, una plena satisfacción de que sus personajes han tomado la mejor decisión posible a pesar de todo, o como diría el buen Moe Szyslak, cuando "se dieron cuenta de que ya no eran niñas pequeñas, sino mujercitas".

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