Reseña - Esto No Es Berlín: un viaje por el underground mexicano de ayer

La necesidad de encontrarse con uno mismo, en medio de un ambiente de conservadurismo y sutil represión, puede convertirse en una verdadera batalla personal, tanto interna como externa. Eso es precisamente lo que experimenta Carlos (Xabiani Ponce de León) en Esto No Es Berlín, nueva cinta del director mexicano Hari Sama que explora la escena underground del México de ayer con una mirada casi autobiográfica, la cual sirve de testamento para enmarcar una época muy representativa para el país, en la que la liberación del pensamiento contrastaba notablemente con la homogeneización de una sociedad preocupada por ganar dinero o disfrutar de un partido de futbol. Y aunque la narrativa se queda corta en muchos momentos, sobre todo al delinear el significado del arte, la cinta retrata los deseos y frustraciones de una juventud que parece haber perdido el rumbo.

1986. Mientras el país se prepara para recibir otra Copa del Mundo y se recupera de un devastador terremoto, Carlos y su amigo Gera (José Antonio Toledano) disfrutan y sufren de la vida preparatoriana. Cuando Rita (Ximena Romo), la hermana mayor de este último, los invita sin más remedio al famoso Bar Azteca, los adolescentes quedan fascinados ante el nuevo y prohibido mundo que se abre ante sus ojos.

Ensimismado con este descubrimiento, Gera comienza a relacionarse con algunos de sus más peculiares habitantes. Uno de ellos es Nico (Mauro Sánchez Navarro), un artista alternativo que busca crear un llamado a la acción con su obra, arraigada notablemente en lo sexual y grotesco. Así, Carlos se contagia del espíritu casi libertino de Nico y su séquito, alejándose cada vez más de su familia y su mejor amigo Gera.


Esto No Es Berlín bien podría ser la Roma en drogas, otra mirada al México de antaño, pero hacia otro rincón de la sociedad, uno más vibrante, pero no menos nostálgico. Al igual que Cuarón en su obra, Sama recrea tiempos de convulsión social, pero desde un punto de vista artístico, aunque sin dejar de lado distintos estigmas sociales que continúan haciéndose presentes en la actualidad. Es como si el director voltease de vuelta y siguiera encontrando algunos de los rasgos sociales distintivos de la época: misoginia, tradicionalismo, enajenación...

Tal parece que poco ha cambiado en cuarenta años. Y para dar cuenta de ello, el director nos presenta las tribulaciones de un par de jóvenes, pero principalmente las de Carlos, quien se encuentra en plena búsqueda de su identidad.

Pero el protagonista no es el único que se encuentra en un viaje de autodescubrimiento en esta historia. Gera, por ejemplo, se ve inmerso en una dilema sobre su sexualidad, la cual se encuentra amenazada constantemente por la violencia que reparten por doquier los compañeros de su escuela.

Su hermana Rita también se esfuerza por sacar adelante a su banda de post-punk, misma que tiene como único refugio al pequeño bar. En una divertida escena, su imagen y propuesta es puesta a prueba cuando tiene que presentarse junto a su grupo en una tocada de punk en Ecatepec. Al final, el compromiso con su obra queda expuesto ante las tentaciones de lo comercial y las intenciones más convencionales de sus compañeros.


Pero ellos no son los únicos. Nico, a pesar de la libertad que pregona por doquier, no puede contenerse ante los celos y una casi enfermiza necesidad de aprobación. Su pretenciosa idea del arte lo ha encaminado hacia la autrodestrucción; y aunque su propósito de hacer visible una nueva forma de expresión artística está total sintonía con sus ideas políticas, sus acciones no siempre comulgan con su potente discurso.

Sama también se inserta en la trama como el tío Esteban, el bonachón hermano de la mamá de Carlos que comprende totalmente el drama juvenil. Como otro individuo en contra del sistema, Esteban también enfrenta una lucha menor, pero igual de importante para él al no poder sentirse parte de una familia con otras ideas. Su sobrino es el único con el que puede abrirse en todos los niveles.

Pero los problemas para Esto No es Berlín llegan cuando el discurso fragmentado del cuasimovimiento de Hugo contagia de cierta forma a la película. La vaguedad de algunas escenas y montajes comienza a ser evidente. La relación entre Carlos y Gera queda completamente a la deriva, y esta es retomada casi hasta el final por un sórdido acontecimiento que pone punto final a su aventura psicodélica.


Así como para sus protagonistas, el filme camina sobre la delgada línea de ser simplemente una fase sin un sustento narrativo. La fuerza que encuentra en su crítica a las lastimosas costumbres que siguen marcando a las generaciones actuales, pronto se ve diluida por un exceso de estilo que prefiere enfocarse en un viaje de apariencias y ambigüedades. 

La cinta presenta distintas situaciones que enmarcan la desesperación de los personajes, pero que muchas veces no contribuyen a darle un sentido a sus acciones. Carolina (Marina de Tavira), la mamá de Carlos, por ejemplo, sufre de una depresión que nunca es explorada. Su dolor es palpable, pero nunca identificado. Por otro lado, el conflicto de Gera, quizá el más valioso de todos, queda relegado buena parte de la historia, solo para darle una resolución más orientada al uso de las drogas, otro elemento muy presente en la película.


En Esto No Es Berlín, Sama propone varios dilemas por medio de las inquietudes de sus protagonistas. ¿El arte debe ser siempre político?¿La convivencia entre distintas orientaciones sexuales e ideológicas es posible en una sociedad como la mexicana? Esta representación de una clase media que no pude sentirse parte de una sociedad puede ser asimilada de diferentes maneras. La cuestión está en darle crédito o no a sus personajes.

Su descontento, el cual también florece en un despertar sexual y artístico en obras como Los Soñadores, de Bernardo Bertolucci, deja al descubierto un nicho de pensamiento incomprendido, pero que muchas veces se ve asolado por la falta de claridad y un propósito fijo. Sama, testigo de esos tiempos, se encuentra con esas mismas dificultades al haber concebido esta cinta, tanto para bien como para mal.

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