Reseña - Midsommar: el brutal y más violento de los rompimientos

La fijación de los distribuidores mexicanos por crear peculiares y ridículos títulos o subtítulos de sus películas es conocida por todos. Midsommar no se salva de este vicio, aunque, en esta ocasión, quizá tengan algo de razón. "El terror no espera la noche" ciertamente suena como el título perfecto para cualquier slasher genérico; sin embargo, las circunstancias únicas de la nueva obra del aclamado Ari Aster se han ganado a pulso el nombramiento. Más que una advertencia, este subtítulo es una declaración, una descripción del horror del que están a punto de ser víctimas sus protagonistas, mismo que ocurre a plena luz del día, y en una bella planicie rodeada por bellas verdes colinas y un hermoso cielo azul.

Un trágico incidente familiar deprime seriamente a Dani (Florence Pugh), una joven asediada mentalmente desde hace tiempo por la enfermedad de su hermana. Su novio, Christian (Jack Reynor), no la apoya en absoluto, y de hecho piensa ya en dejarla, secundado por sus amigos, por la "carga" que se ha vuelto para él. En lugar de terminar la relación, Christian invita a Dani al viaje a Suecia que había organizado con ellos, para la gran sorpresa de estos últimos. Planeando internarse en una aldea remota para ver de cerca una misteriosa celebración local, invitados por Pelle (Vilhem Blomgren), uno de sus amigos, el grupo pronto se encuentra en medio de una serie de espeluznantes rituales paganos.

Ari Aster, quien apenas hace un año dejó una enorme impresión con El Legado del Diablo (sí, otro pésimo nombre para una gran cinta), vuelve con una segunda obra, y en la que nos vuelve a ofrecer su propia versión del terror, una sumamente arraigada en las emociones humanas, sobre todo aquellas relacionadas con el dolor y el luto. Tal y como lo hizo con su ópera prima, el joven director pone al sentimiento de pérdida en un plano muy importante, el cual no tarda en adquirir un tono siniestro y devastador. Las implicaciones en esta ocasión no son sobrenaturales, lo que resulta todavía más perturbador, pues lo que vemos en pantalla durante Midsommar va más allá de los asesinatos y los hechos violentos; la esencia de esta historia radica en falta de apoyo, la cobardía y la ineludible sed de venganza.

Aunque la tragedia en la que se ve envuelta la familia de Dani podría no considerarse un spoiler, será mejor mantenerla todavía en secreto para garantizar un mayor impacto. Es precisamente este suceso el que empeora su relación con Christian, la cual podríamos clasificar como "tóxica" en todos los sentidos. La zozobra embarga inconmensurablemente a Dani, y su pareja, quien debería ser su apoyo moral en el peor momento de su vida, prefiere alejarse y pensar en el verano que tiene por delante. Muchos críticos han catalogado a Midsommar como una película de rompimiento, y prácticamente eso es lo que ocurre durante la trama; Dani y Christian comienzan un proceso de separación que termina de la forma más violenta y brutal posible.


Aster nos adentra en las costumbres y tradiciones de una comunidad sueca alejada de cualquier influencia externa. La pequeña aldea resulta una bocanada de aire fresco para la depresión de Dani, quien encuentra en la apacibilidad del entorno y la amabilidad de sus habitantes un alivio inusitado. Por supuesto, todo cambia cuando son testigos de los extremos rituales de esta festividad veraniega, la cual tiene lugar cada 90 años. Impactados, pero hasta cierto punto intrigados por los demás secretos de esta microsociedad, el grupo decide quedarse.

En este lugar, en el cual la noche apenas dura un par de horas, Dani finalmente tiene una iluminación. Años de desprecio y groserías de pronto son visibles cuando los lugareños muestran el respeto que tienen por los demás, así como su entrega por la causa grupal. De igual forma,  cuando otra pareja de extranjeros que ha sido invitada la celebración revela su próximo compromiso nupcial, Dani no puede evitar sentirse miserable ante la dicha de los demás. Christian, en cambio, continúa mostrando una actitud machista, desconsiderada y cobarde. Cada palabra que sale de su boca hiere un poco más a su todavía devastada novia. Durante dos horas y media, somos testigos de cómo la relación entre ambos individuos llega a su punto más bajo y eventual rompimiento; y alrededor de esta insostenible situación, Aster agrega una serie de perversos catalizadores.


Durante todo el relato, incluso en el mismo principio, el director introduce pistas gráficas de lo que está por venir; de hecho, los personajes hacen caso omiso de estas a pesar de tenerlas frente a sus ojos, tal y como Christian no puede darse cuenta del honesto e incondicional amor que Dani le ofrece. En ocasiones, estas sugerencias pueden parecer un poco obvias, dejándonos ver hacia dónde se dirige la historia; sin embargo, la expectación y el tortuoso camino hacia el desenlace son lo que hacen de Midsommar un pequeño y casi sádico placer. 

Uno de los grandes aciertos de Aster es presentar los acontecimientos en un ambiente totalmente iluminado y casi sobresaturado. Aquí hay pocos sustos, y las situaciones de terror son realmente contadas; irónicamente, la más macabra, la inicial, ocurre en medio de la noche, de ahí que Dani encuentre en la perpetua luz solar una aparente salvación. De hecho, una pesadilla que tiene ya entrada la trama también tiene lugar en la noche, siendo prácticamente la única ocasión en la que vemos la aldea de esta forma. Pero algo más aguarda en esta completa claridad, una revelación tan dolorosa como necesaria, una prueba definitiva para romper un vínculo insano de una vez por todas.

Midsommar fluye efectivamente a pesar de una duración inusual. Aster, con la ayuda de su equipo, especialmente del fotógrafo Pawel Pogorzelski, nos regala maravillosas vistas sometidas a un tratamiento surreal y psicotrópico en distintas ocasiones, las cuales retratan la constante confusión que se apodera de los protagonistas, especialmente durante el último acto. A diferencia de El Legado del Diablo, esta cinta es un poco menos críptica, menos terrorífica y hasta un tanto más divertida, principalmente por las intervenciones de Will Poulter como uno de los insufribles amigos de Christian; pero se trata también de un ejercicio original y muy valioso que muestra a las mujeres tomando las decisiones importantes, no solo para escoger a sus parejas, sino también para deshacerse de ellas. 

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