Reseña - El Rey León: una maravilla técnica sin alma alguna

Con los remakes live action de sus grandes clásicos, Disney ha encontrado una nueva mina de oro. Apelando a la nostalgia de los adultos, y aprovechando para presentar sus personajes a los más jóvenes, el estudio ha concebido una serie de películas que han retomado sus propiedades más emblemáticas haciendo uso de las nuevas tecnologías que tienen a su disposición. Los resultados han sido más que positivos, al menos desde el punto de vista comercial, pues la mayoría han sido éxitos de taquilla desde hace unos cuantos años. Pero ninguna de estas cintas había tenido la expectación de El Rey León, una de las historias más conmovedoras y trágicas en el catálogo de Disney. Desafortunadamente, la intención de respetar al máximo la obra llevándola casi íntegramente a un nuevo formato resulta en un extraño producto hiperrealista con tintes documentalistas, una simulación de de la simulación que simplemente no puede ser tomada en serio.

El pequeño Simba, hijo del Rey Mufasa, es el heredero de las vastas tierras gobernadas por su padre, en las que reina la prosperidad y el equilibrio. Scar, hermano del Rey y alguna vez aspirante a la corona, es uno de los pocos que se resiste a seguir la filosofía de paz que se ha impuesto en el reino, por lo que concibe un maquiavélico plan para hacerse con el trono. Tras el asesinato de Mufasa, Simba, creyendo que fue su culpa, huye asustado y decide nunca más volver; mientras, su tío comienza con un reinado de terror que pronto termina con el equilibrio impuesto por su hermano. El tiempo pasa y Simba se olvida de su pasado gracias a sus nuevos amigos Timón y Pumba, pero cuando se reencuentra con un par de figuras de su infancia, este finalmente asume su papel como legítimo Rey y regresa a sus tierras para revivir el legado de su padre.


Jon Favreau, quien se ha convertido en pieza importante para Disney en los últimos años, dirige este remake, el cual es una imitación casi cuadro por cuadro del clásico de 1994. Resulta un tanto sorpresivo darse cuenta de la forma en la que el director ha fallado en esta ocasión, pues hace tan solo unos años estuvo a cargo de otro remake live action para el estudio, el de El Libro de la Selva. En esa película, Favreau tomó como inspiración el clásico de antaño para contar una fábula sobre la condición humana, y si bien la tecnología en ese entonces también fue fundamental para crear una nueva y emocionante versión de aquel relato, el guión y las libertades tomadas fueron determinantes para conseguir el éxito. Ahora, lamentablemente, Disney se ha empeñado tanto en trasladar El Rey León a un formato live action de forma íntegra que se ha olvidado de un pequeño detalle: no todo lo que recordamos de esta funciona en una representación realista.

Este remake comienza de manera triunfal, con esa secuencia de la presentación de Simba que se ha convertido en una de las más icónicas de la animación contemporánea. Erizando la piel y trayendo consigo cualquier tipo de recuerdos, nadie puede permanecer indiferente ante la emoción que causa verla. En primera instancia, la ternura y majestuosidad de los animales que los animadores de Disney han creado es un gran logro tecnológico; sin embargo, esta sensación de asombro se esfuma cuando los personajes comienzan a hablar y repetir las líneas de la original. Al saber lo que viene y cómo terminará todo, lo único que queda es admirar paisajes y criaturas falsas por casi dos horas, lo cual es tan extenuante como frustrante.


El Rey León es una verdadera maravilla técnica, pero ¿por qué la insistencia en replicar la realidad? Claro, ¿cómo demonios van a usar animales de verdad? Si bien es cierto que el trabajo para animar cada pelo, partícula, llama y gota de agua es fascinante, el cascarón tecnológico solo guarda dentro de sí un relato shakespeariano que ya conocemos a la perfección. Favreau y el guionista Jeff Nathanson no se han dedicado a adaptar, sino a copiar, lo cual es un tanto decepcionante. Pero ellos no tiene la culpa, sino Disney en ese afán de explotar al máximo sus propiedades. Al final, debemos preguntarnos ¿qué tiene de emocionante ver la realidad replicada con algo totalmente falso? "¡Revivir un clásico!" Seguro, pero entonces, ¿por qué no ver de nuevo la cinta original?

La inexpresividad de los animales es determinante. Siguiendo con severidad la regla de mantenerse lo más cercano a la realidad posible, los personajes de este remake solo corren por ahí, rugen, juegan o duermen, y unas famosas voces sobrepuestas suenan para que podamos entender sus motivaciones. Pero ni siquiera Disney puede seguir sus propias normas. Con la irrupción de Timón y Pumba, la comedia se vuelve parte esencial de la trama, y de pronto vemos a los animales bromeando entre sí, rompiendo la cuarta pared y todo tipo de ocurrencias. Claro, esta dinámica era necesaria para esta película, pues si no estaríamos ante un contenido digno de National Geographic (coincidentemente, también propiedad de Disney), aunque la mágica ausencia de genitales en los animales quizá no sean de interés para un canal científico. Se trata entonces de la realidad según Disney.


Y aunque los famosos números musicales están ahí, los inexpresivos animales no aportan demasiado, pues únicamente los vemos saltando piedras o plantas, sin la emoción y efusividad de los originales. Pero esto no es lo más molesto de la cinta. El consejero real, Zazú, aparece constantemente con su obsesión de proteger a los leones, pero su diminuto tamaño afecta demasiado a su presencia, la cual queda relegada todo el tiempo. Algo parecido ocurre con las hienas, quienes se escudan en la misma broma durante todas sus intervenciones. Y por si fuera poco, las nuevas canciones interpretadas por Beyoncé y Elton John son francamente poco memorables; temas genéricos que nadie recordará en un tiempo.

Con múltiples secuelas, representaciones teatrales y ahora un remake ¿live action?, que no es más que una nueva versión con animación fotorrealista, El Rey León probablemente es una de las propiedades originales más rentables de Disney, pero tal parece que el estudio temió tomar algún tipo de riesgo con este proyecto. ¿Cuál es entonces el punto de traer sus clásicos de vuelta? La inspiración para aprovechar estas oportunidades debería ser el motor de estos proyectos, y no la obsesión por mantenerse fieles al material original. ¿Por qué tener dos películas idénticas presentadas en formatos distintos? Veremos si Disney aprendió algo de esto con sus futuros "remakes", pero la taquilla manda, y la originalidad siempre estará supeditada a esta.

Comentarios