Con Marvel, Star Wars y Pixar bajo su poder, cualquiera pensaría que Disney tiene más que suficiente para abarrotar las salas con sus cintas y mantener vigentes todas su propiedades intelectuales. Por supuesto, en el cine comercial la palabra "suficiente" no existe y es en los remakes live action en donde ha encontrado otra inesperada mina de oro. En los últimos años, el éxito de Maléfica, Alicia en el País de las Maravillas y Cenicienta han demostrado que las fastuosas reinterpretaciones de sus clásicos representan una invaluable oportunidad de presentarlos a las nuevas generaciones, y ganar más dinero sin la necesidad de romperse la cabeza. Si bien todo su catálogo se someterá a este nuevo formato durante los próximos años, una obra en especial ha causado bastante curiosidad y expectación. El Libro de la Selva, memorable por sus personajes y su gran corazón, sería adaptada nuevamente con avanzadas técnicas de animación y un talento estelar de voces. La pregunta era inevitable: ¿Podría esta nueva versión estar a la altura de la original?
Mowgli (Neel Sethi) es un niño huérfano que ha sido criado por Raksha (Lupita Nyong'o) y una manada de lobos después de haber sido rescatado por la pantera Bagheera (Ben Kinglsey). Mientras una severa sequía azota a la jungla, todos los animales se reúnen en un lugar neutral para poder beber agua y establecer una tregua por unos momentos. Sin embargo, Shere Khan (Idris Elba), un malvado tigre auto proclamado rey de la selva, aparece para reclamar la vida del niño a sabiendas de la gran amenaza que representa el humano para el reino animal. Su lobuna familia jura defenderlo, pero el poder y violencia del Khan pronto ponen en jaque al grupo. Al no querer involucrar a los suyos en esta peligrosa situación, Mowgli decide irse y encontrarse de una vez con su pueblo, los humanos. Con la ayuda de Bagheera, el joven atraviesa la jungla y se pierde entre el espesor de la misma, en donde también conocerá a Baloo (Bill Murray), un simpático y bonachón oso que lo ayudará a sobrevivir y más tarde enfrentar a Shere Khan.
Como un clásico de Disney y una cinta muy querida por varias generaciones, el anuncio de su reinterpretación no causó gran entusiasmo entre los más cautos A los ojos de un importante sector del público y la crítica, Disney ha emprendido una cruzada por apuñalar todas las obras que definieron la infancia de millones. ¿Acaso sería diferente con El Libro de la Selva? La verdad es que el estudio ha salido avante. Empleando técnicas de captura de movimiento que simplemente están a otro nivel y una animación impecable, la película brilla en el aspecto técnico y nos presenta un vibrante mundo por el que resulta muy grato dejarse seducir. Pero quizá lo más notable de todo es que, a pesar de tratarse de una historia infantil, la narrativa se acerca a un terreno oscuro y muy maduro que la vuelven atractiva para todo público.
La obra de Jon Favreau explora temáticas muy interesantes alrededor de esta fábula, la cual entra un terreno escabroso y que un niño incluso podría encontrar un tanto perturbador. No es el hecho de presenciar muertes en pantalla ni la brutalidad que caracteriza al temible villano, sino el desarrollo de su protagonista, quien pasa de ser un inocente y carismático niño que no sabe quién es a un hombre vengativo y vehículo de la destrucción, cosas que identifican invariablemente a nuestra especie. Mantenerse fiel a los escritos de Rudyard Kipling, rendir un homenaje a la cinta animada de 1967 al mismo tiempo incorporar nuevos elementos hacen de El Libro de la Selva uno de los trabajos más completos que hayamos visto de Disney en los últimos tiempos. Irónicamente, lo único real que vemos en la pantalla es al joven actor que interpreta a Mowgli.
De igual manera, el guión desarrolla otros conceptos que rara vez podemos ver tan bien delineados en una cinta de Disney. Al enterarse sobre su pasado, la curiosidad comienza a confundir a Mowgli. ¿De dónde viene? ¿Cómo es su verdadero pueblo? Bagheera y Akela (Giancarlo Esposito), el macho alfa de la manada, lo instan a que dejé de usar sus "trucos", lo que nosotros consideramos como creatividad e ingenio. Sus seres queridos saben de lo que un humano es capaz al desarrollar estas cualidades y han tratado de reprimirlas para que pueda ser aceptado por los demás; sin embargo, la naturaleza y la adaptación social siguen su rumbo y nada evitará que Mowgli aprenda las maneras de hacer daño que tanto temen los habitantes de la selva. Favreau y su guionista, Justin Marks, conciben un protagonista muy humano con todas las virtudes de la inocencia y los peligros de la conciencia. Mowgli es un individuo en busca de un sentido de pertinencia, resta por ver con quién se siente más identificado; y aunque al final termina junto a sus amigos animales, la aventura en la que se embarca nos permite ver su lado más oscuro y salvaje.
Los personajes en El Libro de la Selva van desde lo caricaturesco hasta lo grotesco. Nos podemos topar con algunos pequeños y graciosos seres, como el puerco espín, el cerdo vietnamita y la ardilla que viven con Baloo, los cuales indudablemente tienen todo el dócil sello de Disney, pero cuando vemos a los villanos, como Khan y sobre todo al Rey Louie (Christopher Walken), el gigantesco y ambicioso orangután, podemos ver reflejados en ellos la tiranía y maldad propias de nuestra especie. Si bien la bondad y la solemnidad hacen de la jungla un sitio relativamente utópico, donde todo funciona con la exactitud de un reloj suizo, la presencia de la muerte, la manipulación y la tortura inyectan a este ambiente de una fuerte dosis de realismo.
Y precisamente esa era la intención de este proyecto. Que hayan omitido casi todas los temas musicales, el fotorrealismo de los paisajes y los animales, las texturas, el drama y todo lo anterior nos llevan a esta interpretación anclada en un mundo muy parecido al nuestro, donde no solo la supervivencia es una aspiración, sino la convivencia y la necesidad de encontrarnos a nosotros mismos. El Libro de la Selva es una excelente película que demuestra que en Disney pueden ponerse serios cuando se lo proponen, sin importar que se trate de un material para niños. Trasladando las emociones humanas a unos seres con los que podemos sentirnos identificados, Favreau y su equipo han logrado un producto artístico sobresaliente que debe de sentar un precedente en el estudio.
Mención especial también para el doblaje de los actores mexicanos. Muy buen trabajo.
La obra de Jon Favreau explora temáticas muy interesantes alrededor de esta fábula, la cual entra un terreno escabroso y que un niño incluso podría encontrar un tanto perturbador. No es el hecho de presenciar muertes en pantalla ni la brutalidad que caracteriza al temible villano, sino el desarrollo de su protagonista, quien pasa de ser un inocente y carismático niño que no sabe quién es a un hombre vengativo y vehículo de la destrucción, cosas que identifican invariablemente a nuestra especie. Mantenerse fiel a los escritos de Rudyard Kipling, rendir un homenaje a la cinta animada de 1967 al mismo tiempo incorporar nuevos elementos hacen de El Libro de la Selva uno de los trabajos más completos que hayamos visto de Disney en los últimos tiempos. Irónicamente, lo único real que vemos en la pantalla es al joven actor que interpreta a Mowgli.
De igual manera, el guión desarrolla otros conceptos que rara vez podemos ver tan bien delineados en una cinta de Disney. Al enterarse sobre su pasado, la curiosidad comienza a confundir a Mowgli. ¿De dónde viene? ¿Cómo es su verdadero pueblo? Bagheera y Akela (Giancarlo Esposito), el macho alfa de la manada, lo instan a que dejé de usar sus "trucos", lo que nosotros consideramos como creatividad e ingenio. Sus seres queridos saben de lo que un humano es capaz al desarrollar estas cualidades y han tratado de reprimirlas para que pueda ser aceptado por los demás; sin embargo, la naturaleza y la adaptación social siguen su rumbo y nada evitará que Mowgli aprenda las maneras de hacer daño que tanto temen los habitantes de la selva. Favreau y su guionista, Justin Marks, conciben un protagonista muy humano con todas las virtudes de la inocencia y los peligros de la conciencia. Mowgli es un individuo en busca de un sentido de pertinencia, resta por ver con quién se siente más identificado; y aunque al final termina junto a sus amigos animales, la aventura en la que se embarca nos permite ver su lado más oscuro y salvaje.
Los personajes en El Libro de la Selva van desde lo caricaturesco hasta lo grotesco. Nos podemos topar con algunos pequeños y graciosos seres, como el puerco espín, el cerdo vietnamita y la ardilla que viven con Baloo, los cuales indudablemente tienen todo el dócil sello de Disney, pero cuando vemos a los villanos, como Khan y sobre todo al Rey Louie (Christopher Walken), el gigantesco y ambicioso orangután, podemos ver reflejados en ellos la tiranía y maldad propias de nuestra especie. Si bien la bondad y la solemnidad hacen de la jungla un sitio relativamente utópico, donde todo funciona con la exactitud de un reloj suizo, la presencia de la muerte, la manipulación y la tortura inyectan a este ambiente de una fuerte dosis de realismo.
Y precisamente esa era la intención de este proyecto. Que hayan omitido casi todas los temas musicales, el fotorrealismo de los paisajes y los animales, las texturas, el drama y todo lo anterior nos llevan a esta interpretación anclada en un mundo muy parecido al nuestro, donde no solo la supervivencia es una aspiración, sino la convivencia y la necesidad de encontrarnos a nosotros mismos. El Libro de la Selva es una excelente película que demuestra que en Disney pueden ponerse serios cuando se lo proponen, sin importar que se trate de un material para niños. Trasladando las emociones humanas a unos seres con los que podemos sentirnos identificados, Favreau y su equipo han logrado un producto artístico sobresaliente que debe de sentar un precedente en el estudio.
Mención especial también para el doblaje de los actores mexicanos. Muy buen trabajo.
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