Reseña - En los 90: escapando de los golpes de la infancia

En una escena de En los 90, una niña adolescente coquetea con el pequeño Stevie (Sunny Suljic). Visiblemente mayor que él, la joven rápidamente comienza a adularlo destacando su naturalidad y ausencia de falsedad en su persona. Acostumbrada a la fanfarronería y machismo de los jóvenes que frecuenta, la relativa inocencia de Stevie termina por atraparla. En esta película, el protagonista se enfrenta a situaciones similares adelantadas a su edad por una razón: la infancia ya no vale la pena y el sufrimiento que se vive en casa es demasiado como para seguir soportándolo. Buscando desesperadamente cualquier forma de crecer antes de tiempo, Stevie pronto se da cuenta que esto tampoco es para nada sencillo.

Son los mediados de los 90. Asolado por su abusivo hermano mayor Ian (Lucas Hedges), incomprendido en cierta medida por su madre (Katherine Waterston), y sin un verdadero amigo, Stevie busca un lugar en el cual pueda encajar. El mundo de las patinetas parece una buena oportunidad, por lo que intenta unirse a un grupo de patinadores del barrio que tienen su propia tienda. A pesar de no poseer talento alguno para el deporte, y ajeno a los vicios en los que varios de estos chicos están metidos, el grupo lo acepta y en breve lo introduce a una serie de experiencias no tan apropiadas para su corta edad. Mientras trata de conseguir la total aprobación de sus nuevos amigos, Stevie continúa lidiando con sus propios problemas en casa.


Jonah Hill, actor que pasó de la comedia adolescente Super Cool a estar nominado a un Premio Óscar, hace su debut como director con En los 90, una cinta que, a pesar de no ser autobiográfica, recoge un aspecto importante de la vida de Hill: la patineta. Con este ambiente de trasfondo, el realizador nos presenta una historia de maduración protagonizada por un solitario niño en busca de pertenencia. En una entrevista, Hill describe su película como una de "un reino animal" en la que un cachorro tiene que abrirse camino para sobrevivir. Apelando a un estilo muy hazlo-tú-mismo, dentro y fuera de la película, la cinta nos recuerda el lado amable de la amistad, pero también uno ciertamente cruel.

Suljic, quien ya tiene una buena cantidad de trabajos en la escena a pesar de su corta edad, interpreta con gracia al afable Stevie, un chico suburbano al borde de la adolescencia y planeando su propia rebelión. Las charlas con su madre se han ido, y su hermano, su único potencial ejemplo a seguir, solo le enseña la parte exterior de su puño cada que tiene un pretexto. Los primeros momentos de la película nos dejan ver esa dualidad de su relación; a pesar de recibir nada más que violencia de su parte, Stevie se escabulle en su habitación cuando no está para encontrar cualquier cosa que pueda serle útil para definir su estilo: música, ropa, películas, hobbies... La información es vasta, pero no suficiente. Es en la calle donde el niño encuentra finalmente una oportunidad de conectarse con el exterior.


La patineta pronto se vuelve la llave para un nuevo mundo habitado por peculiares individuos a los que en breve puede llamar "amigos". Está Ruben (Gio Galicia), quien no duda en aparentar rudeza en todo momento, Fourth Grade (Ryder McLaughlin), amante de las películas y de grabar cualquier casa, Fuckshit (Olan Prenatt), un mujeriego en una relación con el alcohol y las drogas, y Ray (Na-Kel Smith), el mejor patinador local y el único con metas en la vida. Dentro del grupo, Stevie encuentra todo tipo de actitudes, desde celos por parte de Ruben por ser el nuevo e intrépido, hasta una especie de aprobación paterna por parte de Ray, quien lo pone bajo su tutela de forma implícita resguardándolo de las peligrosas ocurrencias de los demás.

La relación entre Ray y Stevie se vuelve el núcleo de En los 90. La falta de aceptación por parte de su hermano y de un modelo a seguir se esfuman con la presencia del joven patinador, quien en una de las escenas más emotivas de la película le abre los ojos al revelarle la triste realidad en la que viven cada una de ellos. Hill muestra gran talento al dirigir a los actores juveniles de su primer trabajo. Su nuevo rol detrás de las cámaras llega respaldado de un trayectoria notable, tanto en el cine comercial como independiente, y del concepto hazlo-tu-mismo que también enarbola la historia, pues se trata de un proyecto muy personal construido a partir de sus propias ideas y observaciones.


Hill también echa mano de varios recursos para enaltecer la esencia de su película. El formato cuadrado que evoca al VHS, la selección musical conformada por actos de la época como Morrissey, Pixies, Nirvana... (Y la breve presencia de Trent Reznor y Atticus Ross con música original). Detalles como estos indudablemente nos transportan a esa década, pero también a un entorno de cierta decadencia generada por el mismo sistema, tal y como queda claro cuando vemos a los patinadores convivir con los vagabundos del barrio, quienes todavía tienen algunas aspiraciones a pesar de no contar con algún tipo de recurso. En momentos como este, Hill hace hincapié en la rebelión personal que han emprendido cada uno de estos chicos, aunque algunos de ellos realmente no tengan claro qué quieren hacer con ella.

En los 90 puede parecer como una obra llena de nostalgia, pues todas las referencias de la época están ahí; sin embargo, Hill se las ha ingeniado para que su relato no se quede en eso, no solo por su habilidad para escribir, sino por la forma en las que sus personajes pretenden escapar de su entorno de una forma u otra. Mientras Fuckshit se sume cada vez más en los placeres mundanos, Ray se acerca a las ligas mayores y a convertirse en un profesional, algo con lo que su viejo amigo solo podrá seguir soñando. En los 90 se trata de crecer y afrontar la realidad. Cada quien lo hace a su manera, lo importante es estar con aquellos a quienes les importamos.

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