Reseña - Hellboy: un innecesario y mediocre reboot

En una historia de más reboots innecesarios, Hellboy llega para recordarnos la voracidad de Hollywood y lo mal que pueden salir las cosas cuando se hacen de forma precipitada. A pesar de no pertenecer a Marvel o DC, Hellboy ha gozado de una vida muy saludable tanto en su propio cómic como en la saga anterior. Con poco presupuesto, pero mucha actitud, el personaje pudo arraigarse hace tiempo en el mainstream, principalmente por la ayuda de Guillermo del Toro, quien lo llevó a la pantalla grande con una adaptación convincente y sumamente vistosa. Las películas de superhéroes con un toque de autor se han popularizado en los últimos años, pero las que hizo del Toro preceden por completo el inicio de los universos compartido de las dos grandes casas de cómics. Desafortunadamente, la nueva versión tira por la borda la narrativa creada por el mexicano para reemplazarla con un producto defectuoso e incompleto.

Después de ser enviado a un par de misiones, Hellboy (David Harbour), integrante de la Agencia de Investigación y Defensa Paranormal, descubre más sobre su verdadero y demoniaco origen, en el cual está involucrado su padre, el profesor Bruttenholm (Ian McShine), quien lo ha criado desde que lo encontró. Mientras, un grupo de criaturas sobrenaturales se han aliado para revivir a Nimue (Milla Jovovich), la Reina de Sangre, una bruja con el poder suficiente para sumir al mundo en una nueva época de tinieblas. Con Hellboy como su único obstáculo, Nimue se propone a tentarlo para convertirlo en su rey, cosa que pone en un predicamento al atormentado héroe en conflicto con su presente y pasado. Con la ayuda de otro par de individuos con habilidades sobrenaturales, Hellboy se propone a solucionar todos sus problemas de una vez por todas.


Temiendo perder vigencia, los reboots llegan ya con más rapidez. Si bien algunos estudios logran evitar la fatiga del público con nuevas y vibrantes historias que corrigen errores cometidos en el pasado reciente, lo de Hellboy es completamente lo contrario, pues se trata de la destrucción misma de todo lo logrado la década pasada. Es cierto que han pasado diez años desde que vimos al personaje titular por última vez en el cine, pero lo que realmente los fans estaban esperando era una tercera parte dirigida por del Toro, y no una nueva y vulgar versión a cargo de un grupo de mediocres cineastas. Sin lugar a dudas estamos ante uno de los contendientes para peor película del año.

Desde los primeros instantes de Hellboy podemos darnos cuenta del desastre que se avecina. Neil Marshall y Andrew Cosby, director y guionista respectivamente, caen en el error de querer contar todo lo que ocurre en lugar de mostrar. Ejemplo de ello es una introducción sobre la Reina de Sangre que necesita de una exhaustiva narración para poder contextualizar al espectador. Pero ese no es lo único, casi todos los personajes que aparecen tienen algo que contarle a Hellboy que poco a poco va expandiendo la trama hacia ningún lugar. El guión de Cosby aporta mucha información, pero casi nada de valor. Al final, lo único que podemos comprender es un relato más sobre una villana con aspiraciones de moldear al mundo a su imagen. Más trillado, imposible.


Quizá lo único rescatable es el mismo Hellboy, quien esta vez es encarnado por Harbour,  famoso por su papel del sheriff en Stranger Things. Esta versión más desfachatada e irreverente del personaje contrasta con cierta inocencia que emana de sí. La trama no le ayuda demasiado y su actitud nos remite a la de Deadpool, otra figura de los cómics que, si bien tampoco se beneficia del todo de los relatos en los que participa durante sus recientes adaptaciones, al menos está mejor trabajado que Hellboy, quien se encasilla rápidamente en un bobo conflicto sobre su infernal destino.

La relación con su padre, el profesor Bruttenholm, es ridícula y sentimentalista. Si a esto agregamos que McShane aparece constantemente en la cinta sin hacer nada, podemos concluir que su personaje es totalmente irrelevante. Lo mismo ocurre con los compañeros de Hellboy. Sasha Lane (Dulzura Americana) interpreta a una psíquica conocida del superhéroe que emerge de la nada para salvarlo durante un momento de apremio. Su papel en la historia nunca queda del todo claro, así como tampoco el de Daniel Dae Kim como Daimio, un agente con un hilarante acento británico y con un "secreto" más que obvio. La química entre este nuevo equipo es nula y solo nos hace clamar por la maravillosa dinámica que tenían Ron Perlman, Selma Blair y Doug Jones. Y qué decir de Milla Jovovich, una villana totalmente desechable sin desarrollo alguno.


Hellboy sufre de un terrible problema de edición. Desde los primeras escenas podemos percatarnos de las inconsistencias y los cortes apresurados, mismos que se hacen más evidentes en las secuencias de acción. Los efectos especiales también dejan mucho que desear. Basta con ver a la bestia Gruagach, una poco convincente mezcla de prostéticos con imágenes generadas por computadora que solo provocan risas entre los espectadores. Los demás monstruos concebidos para la película son demasiado genéricos y no se acercan ni un poco a los diseñador por el equipo de del Toro en las entregas anteriores. En suma, se trata de un trabajo sumamente bastante pobre que deja ver poco interés por lograr algo medianamente decente.

Esta nueva versión de Hellboy demuestra que hacer cintas de superhéroes para adultos no necesariamente las hace buenas. Muy pocas en esta categoría han resultado exitosas en todos los sentidos, como Logan, donde el drama se conjuga a la perfección con el concepto. En esta ocasión, Neil Marshall y su equipo nos regresan a una época en la que lo más que se podía aspirar en el género era a hacer algo parecido a Ghost Rider o Spawn. Lo más curioso de todo es que Mike Mignola, creador del personaje, haya salido a defender la producción por las malas críticas que ha recibido. Difícil poder aceptar su mal gusto.

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