Reseña - La Favorita: una aguda sátira sobre el poder

Alianzas, amoríos y rivalidades se consuman y extinguen por todos los frentes en La Favorita, lo nuevo del director griego Yorgos Lanthimos. Basándose en un aspecto muy peculiar de la vida de Ana Estuardo, Reina de Gran Bretaña, la cinta nos cuenta de forma irreverente las relaciones románticas y políticas que aparentemente influyeron en su reinado. Como una comedia negra de época, esta historia satiriza el decadente estado de la monarquía, pero también ofrece un llamativo ejemplo de los cambiantes roles de poder en un círculo femenino en el que reina la manipulación. Se trata del trabajo más accesible del realizador en los últimos años, pero quizá también del más completo y divertido.

Sin dignidad y dinero, Abigail (Emma Stone) llega al palacio de Ana Estuardo (Olivia Colman) para pedir trabajo a su prima lejana, Sarah (Rachel Weisz), miembro de la corte, principal asesora de la Reina y su amante secreta. Aunque en un principio esta la envía a formar parte de la servidumbre, Abigail pronto muestra sus habilidades para complacer  y sanar a la Reina, quien sufre de una enfermedad degenerativa y una casi inconsolable tristeza. Temiendo que Abigail se haga con el favor de Anne, Sarah comienza a hacer todo lo posible por alejarla; sin embargo, la primera emprende tácticas más hostiles para seguir disfrutando de sus privilegios. Mientras una delicada decisión política asola a la monarca, Abigal y Rachel luchan a muerte por ser su favorita.

La Favorita es exquisita y sorpresivamente adictiva. Habiéndose internado en conceptos distópicos y thrillers psicológicos en los últimos años, Lanthimos vuelve con una obra menos críptica y con el potencial de abarcar a una mayor audiencia sin tener que sacrificar su propuesta y estilo. Esto se debe, principalmente, a que el director ha dejado la tarea del guión a  Tony McNamara, quien ha adaptado el trabajo de Deborah Davis concibiendo una tragicomedia sumamente astuta que indaga en las tribulaciones de un trío de mujeres aferradas al poder de distintas maneras. En el pequeño universo que representa el palacio real, los hombres simplemente observan cómo el sexo opuesto toma las decisiones y los mueven como piezas en un tablero de ajedrez.

Colman, Weisz y Stone son el alma de esta película. A diferencia de los trabajos anteriores de Lanthimos, en los que la inusual situación se robaba el protagonismo, los personajes son ahora quienes llevan la batuta gracias a una exhaustiva caracterización y las distintas dimensiones que les aporta el guión. Conforme avanza la trama, sus roles se van transformando y poco a poco vemos cómo las caretas se van cayendo. La llegada de Abigail al palacio no supone algún tipo de preocupación para Sarah en un principio, pero menospreciar su ingenio y encanto le resulta muy caro más adelante. La fiereza de esta última la precede y el país se mueve casi a su merced; sin embargo, esta cualidad pronto se ve superada por la gracia y aparente dulzura de su prima.


Mientras Weisz despliega un papel antagónico poco usual para ella, y Stone encarna a una chiquilla que poco a poco se transforma en lo que está destruyendo, Colman sobresale como una reina caprichosa y aparentemente vulnerable que se siente un poco más protegida al estar rodeada de una gran cantidad de conejos, los cuales están ahí para aliviar viejas heridas emocionales. Afligida por una enfermedad que poco a poco la consume, el cuidado de Sarah resulta un aliciente para la soledad a la que estaba condenada. La súbita aparición de Abigail, no solo la estimula en todos los sentidos, sino que le da oportunidad de sentirse deseada, mientras su propia nación se tambalea en plena guerra.

"El amor tiene límites" asegura Sarah a Anne durante las primeras escenas de la cinta. Desafiante  y segura, la Reina responde que "no debería". De las tres mujeres, esta última parecer ser la única que realmente muestra sus sentimientos. Aunque Sarah la protege, la ausencia de sutileza en sus palabras y la forma en la que la manipula para beneficiarse personalmente no demuestra signo alguno de amor verdadero mas que para ella misma. Por otro lado, Abigail solo encuentra en la Reina una oportunidad de escalar y humillar a su rival. De cualquier forma, Anne puede ser tan dura como cariñosa, pues al final se encarga personalmente de que sus dos favoritas reciban exactamente lo que merecen al haber exhibido una flagrante falta de lealtad.


Lanthimos filma esta historia de forma inusual. El uso de lentes gran angular y las numerosas tomas en contrapicado conforman un mundo retorcido e irreal; un vasto espacio en el que se mueven unos personajes que suelen sentirse desubicados. Esto alimenta una sensación de eterna soledad, sobre todo en Anne, quien necesita de contacto humano para sentirse mejor. De igual manera, el equipo de diseño de producción hace un excelente trabajo de ambientación, así como los modistas y maquillistas con la caracterización de las protagonistas. Si bien todo lo anterior contribuye a crear un escenario familiar, el director nos deja ver un retrato poco usual de la realeza, uno más humano y detestable.

En La Favorita, los nobles se enfrascan en batallas con frutos podridos, la Reina disfruta placenteramente de la crueldad que emana de Sarah y Abigail y la afición por la debilidad se convierte en una constante. En el palacio, todos buscan a quién someter mientras una guerra se lleva a cabo a lo lejos y el pueblo sufre las consecuencias. Esta sátira sobre la clase dominante refleja sus vulnerabilidades y frustraciones, pero también la casi obsesiva necesidad de subyugar. Los acontecimientos de la cinta ocurren en otra época, pero la situación tiene una contemporaneidad absoluta, la cual Lanthimos logra proyectar no solo con absurdos, como algunos desfachatados pasos de baile, sino también con la insaciable lujuria que trae consigo el poder.

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