Reseña - Pájaros de Verano: el ascenso y caída de una familia criminal

En algún punto de Pájaros de Verano, la nueva película de Cristina Gallego y Ciro Guerra, uno de los personajes habla sobre el honor y cómo las acciones deben respaldar las palabras. Para los wayú, pueblo aborigen del norte de Colombia, esto representa una de sus leyes más sagradas; sin embargo, ni siquiera sus más rígidas costumbres pueden contener la llegada de la modernidad y la voracidad del capitalismo, dos demonios que se posan sobre una familia que vive en carne propia el cruel paso del tiempo, los estragos de la codicia y el contacto con una civilización manchada por la malicia. Esta cinta colombiana, continuación de la línea narrativa de El Abrazo de la Serpiente, retrata el choque cultural y la inevitable transformación del país ante la llegada de colonizadores y agentes extraños que amenazan con cambiar la forma vida, todo por saciar los placeres banales de la sociedad.

En los 60, Rapayet (José Acosta) es un wayú que desea casarse con Zaida (Natalia Reyes), hija soltera de la férrea Úrsula (Carmiña Martínez), matriarca de la familia Pushaina. Ante la casi imposible dote que se le es impuesta para poder casarse con ella, Rapayet recurre al negocio de la marihuana para hacerse con los recursos necesarios. Asociándose con su amigo Moisés (Jhon Narváez) y su primo Aníbal (Juan Bautista), el joven pronto encuentra una enorme oportunidad financiera vendiendo el producto a extranjeros, por lo que no duda en comenzar a lucrar a pesar de ir en contra de las costumbres de su pueblo. Aunque en un principio Úrsula no aprueba sus acciones, esta y toda la familia terminan involucradas en las actividades ilícitas, las cuales eventualmente comienzan a afectar sus relaciones y modo de vida.


Pájaros de Verano, muy probable contendiente al Óscar por Mejor Película Extranjera representando a Colombia e inspirada en hechos reales, puede ser vista como una pieza histórica que nos remonta a los orígenes del narcotráfico, pero el discurso de Gallego y Guerra va más allá del aspecto documental. Su nueva cinta nos muestra el ascenso y caída de una familia que de pronto se ve inmersa en un sangriento mundo criminal con el que mezclan sus viejas costumbres y tradiciones, algo muy familiar a El Padrino o Los Soprano, donde el honor y las reglas implícitas son puestas a prueba una y otra vez mientras la familia se emborracha de riqueza y poder.

La trama, que transcurre desde los 60 hasta finales de los 70, sigue principalmente a Rapayet, un joven introvertido con el deseo de casarse con la nueva soltera de la familia Pushaina, Zaida. En un principio, este no es más que un traficante de poca monta; sin embargo, una nueva oportunidad comercial, producto de la demanda extranjera, le hace consolidar poco a poco un negocio ilegal de marihuana, el cual no solo le permite casarse con Zaida, sino convertirse en uno de los líderes de la familia. Dividida en cinco "cantos", la película narra una saga en la que el más grande reto para Rapayet no es crear una familia, sino mantenerla unida ante todo.


Además de Rapayet, los personajes secundarios de Pájaros de Guerra contribuyen a forjar este relato y hacerlo todavía más rico. Quizá el más importante de todos es Úrsula, líder espiritual del clan y que en un comienzo desaprueba las actividades criminales en las que su familia lentamente se inmiscuye. A modo de una sutil advertencia, esta confiesa a Rapayet que está dispuesta a hacer lo que sea por los suyos; con esto logramos entender sus acciones posteriores y, sobre todo, las que ocasionan el trágico desenlace. Avergonzada de su nueva vida y despojada de su posición de poder, Úrsula sufre probablemente la caída  la más devastadora dentro de los Pushaina, pues ningún otro es humillado como ella.

La codicia y degeneración son canalizadas principalmente a través de Moisés, el alijuna (no indio) despreciado por todo el clan, a excepción de Rapayet, a quien considera un amigo a pesar de su imprudencia y arrogancia. Aníbal, el primo de la familia, representa el lado menos indulgente del sindicato criminal. La violencia que emana de sí alimenta una sed de venganza que pronto se convierte en el motor de un conflicto armado entre las familias wayú dedicadas al narcotráfico. Finalmente, Leónidas (Greider Meza), el precoz hijo de Úrsula que crece en un ambiente de tensión y traición, pronto se convierte en el objeto de discordia entre los clanes y por el que su madre y Rapayet han de pagar muy caro.


La cinta encapsula distintas temáticas alrededor de la tragedia de los Pushaina. La venganza y el remordimiento mantienen en vilo a Rapayet, quien en algún momento del derramamiento de sangre se pregunta cómo sería su vida si no hubiera cometido algunos de sus violentos actos. Para los wayú, el escarmiento es más una cuestión de honor que de satisfacción; por tanto, Rapayet no puede sentir tranquilidad alguna, pues sus propias emociones chocan con los principios de su pueblo. Pero él no es el único. Úrsula cumple su promesa de llegar hasta las últimas consecuencias por su familia; y Aníbal incurre en el más grande de todos los crímenes: asesinar la palabra, y con ello, cualquier posibilidad de conciliar un acuerdo.

Mientras toda clase de aves deambulan por el rastro de violencia que ha dejado el clan, una plaga poco a poco se extiende sobre su territorio. En Pájaros de Verano, la transformación cultural tiene un precio muy alto. Así como llegaron los autos, armas y revistas de moda, el espíritu de estos wayú quedó sepultado por la avaricia y la influencia externa de unos cuantos buscando uno que otro redituable placer. En distintas ocasiones, Rapayet declara que ya están todos muertos; su existencia, llena de lujos pero carente de valor, permanece como testimonio viviente de la deshonra. Con la palabra asesinada a sangre fría y su familia hecha pedazos, la pertenencia y la riqueza ya son nada. Al final, la única sobreviviente de la matanza trata de poner en práctica sus conocimientos de pastoreo con suma torpeza. Testigo de la violencia y ajena a las memorias de sus ancestros, la pequeña se aleja y se interna en la incierta modernidad.

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