La única razón por la que no regresé a la improvisada jornada dominical del Ceremonia el año pasado fue porque Beach House ya no se presentarían. Ni siquiera Björk con el anuncio de un show más prendido era suficiente como para volver a emprender el viaje. Con mucha pena, la banda anunció que haría lo posible por regresar pronto. Por lo general, este tipo de promesas suelen estar vacías y la vaguedad del "pronto" suele extenderse por años. Afortunadamente, este no fue el caso, y el dúo de Baltimore lo cumplió con creces: un show en solitario el día del lanzamiento de su nuevo y esperado álbum. ¿Qué más podía pedir?
Después de anunciar su siguiente disco y mientras los sencillos iban surgiendo, algo quedaba claro: Beach House habían emprendido una reconstrucción de su sonido. Si bien hace unos años tuvimos el primer guiño con "Sparks", un tema lleno de distorsiones de guitarra y muy cercano al shoegaze; 7, su nueva producción, contiene canciones más vibrantes y un panorama sonoro que no habíamos podido escuchar en sus trabajos anteriores. Cada quién sabrá cuál es su favorito hasta ahora, pero este último sin duda es el más arriesgado y radicalmente distinto.
El pasado viernes (11 de mayo), en el Auditorio BlackBerry, Beach House volvieron a México tras más de cuatro años de ausencia para presentar 7 y de paso sus otros álbumes que no habíamos podido escuchar hasta ahora, Depression Cherry y Thank Your Lucky Stars.
Victoria Legrand y Alex Scally han comentado en varias entrevistas que este nuevo material nació sin limitaciones en cuanto a cómo le harían para ejecutarlo en vivo. Esta preocupación no fue evidente en su show, pues se nota que ambos músicos hallaron la forma de replicar la tensión e intensidad que definen a varias de sus nuevas canciones, como "Black Car", la cual abrió el concierto ante el júbilo de más de 3 mil personas que se reunieron agotando todos boletos disponibles.
Otra de las novedades en su dinámica es la incorporación de un baterista. James Barone cumple con esta tarea amplificando el sonido de la banda y develando una intrépida faceta que inyecta a esta colección de temas, o al menos a buena parte, con una buena inyección de vigor. "Dark Spring", evocando a emblemas del shoegaze com Slowdive, es la prueba de cómo el baterista se integra ahora a esta nueva etapa del grupo. Por supuesto, un concierto de Beach House no implica saltar como loco ni gritar como desesperado, sino apreciar con detalle cómo esta inusitada intensidad potencializa su presencia.
La presencia del baterista también ameritaba probarlo con algunas de sus viejos temas, lo cual también funcionó muy bien. Poder escuchar "Sparks", "PPP" y "Elegy to the Void" tomar caminos inesperados con solos de guitarra por parte de Scally, y con el acompañamiento de Barone, resultaba todo un deleite. No quedaba duda de la transformación musical por la que habían pasado sus integrantes en los últimos años.
El protagonismo del show recayó enteramente sobre lo que escuchábamos, pues las intervenciones de la banda fueron pocas y apenas y podíamos ver sus rostros por la manera en que las luces los mantenían alejados del público hasta cierto punto. Legrand suele mantener oculto su rostro gracias a su larga cabellera, su maquillaje y el lujo que le proporciona la oscuridad en el escenario, pero vaya que esto funciona para darle un toque más dramático a toda su puesta en escena.
Muchos podrán sentirse defraudados no solo de esto, sino por el hecho de no haber podido escuchar todos los éxitos de Teen Dream y Bloom, pero no podemos más que aplaudir esta decisión del grupo. Su nueva gira está concentrada en 7 y la elección del setlist seguramente está influenciada por el. No se trata de tocar lo más popular, sino de ofrecer un show con cierta cohesión y hasta con una narrativa sonora. Legrand y Scally hicieron justamente esto al dejar fuera "Silver Soul", "Wishes" o "Walk in the Park" para tocar sus nuevos y contemplativos cortes, como "Pay No Mind" y "Drunk in LA".
De cualquier forma, la nostalgia fue la gran ganadora, pues el momento más emotivo de la noche fue claramente "Space Song" y la chirriante guitarra de Scally. Legrand, envuelta en un traje brillante, cantaba con pasión y melancolía detrás de los teclados. La emoción era palpable. Las olas de sonido se introducían en los asistentes y cada uno los traducía de formas distintas, ya sea cantando a todo pulmón o simplemente permaneciendo estático y escuchando con atención cada nota. No hubo un instante más desgarrador que este.
Pero quizá lo más espectacular fue el cierre con "Dive", joya del 7 que se convertirá en sello de sus presentaciones en vivo de ahora en adelante y que encapsula esta inédita dirección de Beach House, misma que los posiciona como uno de los actos musicales más fascinantes de la actualidad.
Un año más tarde, después de esa triste cancelación, Beach House regresaron renovados en el punto más alto de su carrera. Esa frustración tomó varios meses en convertirse en completa alegría, pero sí que valió la pena.
De cualquier forma, la nostalgia fue la gran ganadora, pues el momento más emotivo de la noche fue claramente "Space Song" y la chirriante guitarra de Scally. Legrand, envuelta en un traje brillante, cantaba con pasión y melancolía detrás de los teclados. La emoción era palpable. Las olas de sonido se introducían en los asistentes y cada uno los traducía de formas distintas, ya sea cantando a todo pulmón o simplemente permaneciendo estático y escuchando con atención cada nota. No hubo un instante más desgarrador que este.
Pero quizá lo más espectacular fue el cierre con "Dive", joya del 7 que se convertirá en sello de sus presentaciones en vivo de ahora en adelante y que encapsula esta inédita dirección de Beach House, misma que los posiciona como uno de los actos musicales más fascinantes de la actualidad.
Un año más tarde, después de esa triste cancelación, Beach House regresaron renovados en el punto más alto de su carrera. Esa frustración tomó varios meses en convertirse en completa alegría, pero sí que valió la pena.
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