No son buenos momentos para los caninos en la nueva cobra de Wes Anderson. Olvidados en medio del océano entre pilas y pilas de basura, estos se adaptan a una nueva y deplorable vida. ¿Qué hicieron para merecerlo? Su naturaleza y condición los ha condenado. En Isla de Perros, el veterano y casi idolatrado director estadounidense, regresa a la animación stop motion para hacerle un tributo al animal más popular de la Tierra, pero también con la intención de contar un relato muy acorde a nuestros tiempos, en los cuales la persecución, conspiración y xenofobia reconfiguran sociedades enteras y nos devuelven a una época de rechazo y sufrimiento para los menos favorecidos. Esta bella y valiosa cinta de animación nos recuerda la lealtad canina y el eterno peligro de la radicalización.
En el futuro cercano, todos los perros de una prefectura de Japón han sido desterrados a una isla de basura para evitar la propagación de una rara enfermedad. Por decreto del alcalde Kobayashi (Kunichi Nomura), todas las personas que tengan a estos animales en casa tienen que entregarlos a los autoridades. Así, la isla se convierte en hogar para miles de perros desamparados, incluido Spots (Liev Schreiber), el guardaespaldas del huérfano sobrino del alcalde, Atari (Koyu Rankin). Tiempo después, este último decide violar la ley y volar a la isla en busca de su viejo amigo termina varado en el lugar, pero pronto, una bandada de amigables perros, y uno no tanto llamado Chief (Bryan Cranston), se unen a su aventura para encontrar al animal perdido. Mientras tanto, en Japón, un grupo de disidentes fraguan un plan que podría desenmascarar la verdad detrás del exilio canino.
"¿Dónde quedó el mejor amigo del hombre?" es una pregunta constante en Isla de Perros, pero más bien debería ser "¿qué hicieron con el mejor amigo del hombre?". En esta historia, Anderson se plantea un futuro distópico en el que los perros han dejado de ser parte de la sociedad marginados por las brutales leyes de políticos sospechosamente amantes de los gatos. Clasificados como seres de segunda y enviados a refugios que parecen campos de concentración, los perros son protagonistas de una crisis social que se asemeja a aquellas que se viven en Europa, donde los desplazamientos causados por conflictos generados por los mismos gobiernos rompen con la relativa estabilidad. A nadie sorprende que este ficticio sistema político japonés manipule la información a su antojo para cumplir con sus nefastos propósitos.
Pero entre la propagación de noticias falsas, encubrimientos y montañas de desperdicios, los perros siguen con sus vidas por más tristes que se hayan vuelto. La supervivencia es el pan de cada día y la única promesa de paz es una muerte rápida, un lujo para la mayoría. Lejos quedaron los premios, apapachos y cualquier tipo de comodidades. Uno de los pocos que parece no molestarse por la situación es Chief, cuyo pasado como callejero lo ha preparado para este infortunio. La sorpresiva llegada de Atari pone a prueba su naturaleza canina y el propósito de su existencia. ¿Será que haya algo que realmente valga la pena en el mundo de los humanos? Chief pronto entabla una complicada relación con el niño a pesar de su desdén inicial, pero entre más puede conocerlo, su corazón comienza a ablandarse de forma inesperada.
Anderson reúne a una enorme cantidad de actores, incluidos varios de los rostros familiares que han habitado su universo fílmico desde hace años, como Tilda Swinton, Bill Murray, Edward Norton, entre otros. Todos ellos prestan sus voces a unos perros resignados a su cruel destino. Si bien la mayoría se mueven en el fondo proveyendo contexto y hasta un poco de comedia física, quien realmente destaca es Cranston como Chief. El veterano actor interpreta a un peludo con un profundo dilema existencial. La forma en que este relata su pasado y la naturaleza salvaje que le ha impedido socializar, e incluso amar, conecta al espectador a esta conmovedora historia. Es una pena que sea el único personaje que sostenga un desarrollo palpable en la trama.
Por otro lado, la carga política de la película es evidente. Víctimas de la arbitrariedad gubernamental, los caninos, opositores, activistas y quienes enarbolan la razón son callados o desaparecidos para evitar que la verdad salga a la luz, una escena que hemos visto incontables veces en la vida real. Pero ninguna voz puede permanecer silenciada eternamente y Anderson se encarga de dar un atisbo de esperanza con la formación de una rebelión que amenaza con derrocar la tiranía. Motivados por la valentía de Atari, el inesperado liderazgo de dos de los protagonistas y la inquebrantable lealtad que sienten por sus antiguos dueños, los perros se enfrascan en una revuelta para recuperar los derechos que les habían negado por tanto tiempo.
Isla de Perros significa un triunfo de este tipo de animación artesanal. El diseño de producción es impecable y los detalles más insignificantes que vemos a cuadro resultan los más sorprendentes. Por supuesto, la conmovedora historia es la que da vida a los personajes que habitan este universo estático, uno muy parecido al nuestro en muchos sentidos. En este, los problemas de comunicación llevan a una incomprensión que tiene que ser interpretada literalmente por una serie de narradores; pero también a un entendimiento que tiene más que ver con los sentimientos que con las palabras. Tenemos ante nosotros una bella cinta que celebra a la especie canina y, a su vez, la rebeldía que siempre aparece en los tiempos de opresión.
En el futuro cercano, todos los perros de una prefectura de Japón han sido desterrados a una isla de basura para evitar la propagación de una rara enfermedad. Por decreto del alcalde Kobayashi (Kunichi Nomura), todas las personas que tengan a estos animales en casa tienen que entregarlos a los autoridades. Así, la isla se convierte en hogar para miles de perros desamparados, incluido Spots (Liev Schreiber), el guardaespaldas del huérfano sobrino del alcalde, Atari (Koyu Rankin). Tiempo después, este último decide violar la ley y volar a la isla en busca de su viejo amigo termina varado en el lugar, pero pronto, una bandada de amigables perros, y uno no tanto llamado Chief (Bryan Cranston), se unen a su aventura para encontrar al animal perdido. Mientras tanto, en Japón, un grupo de disidentes fraguan un plan que podría desenmascarar la verdad detrás del exilio canino.
"¿Dónde quedó el mejor amigo del hombre?" es una pregunta constante en Isla de Perros, pero más bien debería ser "¿qué hicieron con el mejor amigo del hombre?". En esta historia, Anderson se plantea un futuro distópico en el que los perros han dejado de ser parte de la sociedad marginados por las brutales leyes de políticos sospechosamente amantes de los gatos. Clasificados como seres de segunda y enviados a refugios que parecen campos de concentración, los perros son protagonistas de una crisis social que se asemeja a aquellas que se viven en Europa, donde los desplazamientos causados por conflictos generados por los mismos gobiernos rompen con la relativa estabilidad. A nadie sorprende que este ficticio sistema político japonés manipule la información a su antojo para cumplir con sus nefastos propósitos.
Pero entre la propagación de noticias falsas, encubrimientos y montañas de desperdicios, los perros siguen con sus vidas por más tristes que se hayan vuelto. La supervivencia es el pan de cada día y la única promesa de paz es una muerte rápida, un lujo para la mayoría. Lejos quedaron los premios, apapachos y cualquier tipo de comodidades. Uno de los pocos que parece no molestarse por la situación es Chief, cuyo pasado como callejero lo ha preparado para este infortunio. La sorpresiva llegada de Atari pone a prueba su naturaleza canina y el propósito de su existencia. ¿Será que haya algo que realmente valga la pena en el mundo de los humanos? Chief pronto entabla una complicada relación con el niño a pesar de su desdén inicial, pero entre más puede conocerlo, su corazón comienza a ablandarse de forma inesperada.
Por otro lado, la carga política de la película es evidente. Víctimas de la arbitrariedad gubernamental, los caninos, opositores, activistas y quienes enarbolan la razón son callados o desaparecidos para evitar que la verdad salga a la luz, una escena que hemos visto incontables veces en la vida real. Pero ninguna voz puede permanecer silenciada eternamente y Anderson se encarga de dar un atisbo de esperanza con la formación de una rebelión que amenaza con derrocar la tiranía. Motivados por la valentía de Atari, el inesperado liderazgo de dos de los protagonistas y la inquebrantable lealtad que sienten por sus antiguos dueños, los perros se enfrascan en una revuelta para recuperar los derechos que les habían negado por tanto tiempo.
Isla de Perros significa un triunfo de este tipo de animación artesanal. El diseño de producción es impecable y los detalles más insignificantes que vemos a cuadro resultan los más sorprendentes. Por supuesto, la conmovedora historia es la que da vida a los personajes que habitan este universo estático, uno muy parecido al nuestro en muchos sentidos. En este, los problemas de comunicación llevan a una incomprensión que tiene que ser interpretada literalmente por una serie de narradores; pero también a un entendimiento que tiene más que ver con los sentimientos que con las palabras. Tenemos ante nosotros una bella cinta que celebra a la especie canina y, a su vez, la rebeldía que siempre aparece en los tiempos de opresión.
Comentarios
Publicar un comentario