"No tengan miedo", exclamó Justin Vernon a la multitud que se dio cita en el Pepsi Center anoche para ser testigos de la primera y esperada visita de Bon Iver a México, la cual, según sus propias palabras, llegó más tarde de lo que hubieran querido, razón por la que él y sus compañeros estaban apenados. Haciendo referencia a la cantidad de amenazas que parecen condenar al mundo en este momento, el músico hizo un llamado a la unión de naciones para seguir adelante. Enseguida, las melodías que conformaron su set llevaron a sus seguidores a vivir unos instantes de paz absoluta, algo sumamente raro en nuestra época. De pronto, sus palabras tenían todo el sentido.
Después de que The National irrumpiera en el escenario del mismo recinto con una buena dosis de rock tan solo unos días antes, el grupo de Wisconsin hizo lo propio con su propuesta folk complementada ahora por una serie de secuencias y sampleos que hacen de 22, A Million, su más reciente álbum, uno muy complejo y con pequeños detalles sonoros que son descubiertos con cada escucha.
Vernon y compañía se presentaron en CDMX para presentar un álbum que salió hace más de un año, pero al que indudablemente seguimos y tratando de asimilar su intrincada estructura. En su concierto, por supuesto, dichas tareas fueron llevadas a cabo nuevamente, pues, primero el escenario que presentaba Bon Iver era algo digno de ver en vivo. Una serie de luces que simulaban ser candilejas, dispuestas de manera que formaran tres cuadrados y unas más altas que otras, creaban un efecto visual muy llamativo si se apreciaba de manera frontal. Era como si un filtro de tercera dimensión hubiera sido aplicado a los cuadros que habitaban cada uno de los personajes. Entonces, con esta gran vista, daba inicio el show.
Como era de esperarse, Bon Iver hicieron un repaso casi completo por su nuevo disco, el cual se alineaba perfectamente con el formato del escenario y la disposición del público. El auto-tune y las secuencias hacían su aparición; las baterías sonaban a todo lo que daba y el foro se cimbraba repentinamente. ¿Alguien realmente esperaba que un concierto de este grupo lograra algo así? El quinteto, acompañado por una sección de aire, sonaba muy potente no solo gracias a una buena ecualización, sino por la destreza de sus músicos y el liderazgo de Vernon, quien parecía tener todo bajo control a pesar de estar rodeado de todo tipo de instrumentos electrónicos, además de tener que tocar la guitarra y cantar al mismo tiempo.
"10 Death Breast", "33 "GOD"" y "8 (Circle)" nos dejaban ver ese nuevo horizonte electrónico que Bon Iver exploró en su última producción, quizá producto de las incontables apariciones de Vernon en sencillos ajenos de bandas y artistas de todo tipo como James Blake, Kanye West, Poliça, etc. El contraste con los temas acústicos y de piano de sus otros dos álbumes era tan notorio como satisfactorio. La calidez de "Holocene" y la solemnidad de "Perth" eran el soundtrack perfecto para una jornada marcada por el intenso frío y unas cuantas gotas de lluvia. De igual manera, a pesar de la naturaleza de estas canciones, el grupo las hacía sonar de forma impactante, sobre todo la segunda, la cual estuvo llena de intensidad gracias a la puntual ejecución de los dos bateristas.
Y claro, no podía faltar "Skinny Love", misma que fue entonada por la mayoría de los asistentes con gran fervor y pasión. Vernon y su guitarra proyectaban emociones en sus fans que solo podían ser canalizadas con un par de lágrimas o una ola de aplausos al final.
Después de despedirse, Bon Iver regalaba al público una interpretación de "22 (Over Soon)". "It might be over soon", advertía Vernon momentos antes de abandonar el escenario y ante una ovación generalizada. No cabe duda de todos los que asistieron a este show se sintieron parte de algo especial y muy cálido al menos por poco más de una hora. La fría realidad ya esperaba afuera.
Foto: Laura Montaño
Comentarios
Publicar un comentario