El Seductor: Sofia Coppola en su máximo esplendor

El universo que Sofia Coppola ha creado en sus películas desde la década pasada es tan afable como trágico. Desde los suicidios de las vírgenes hasta la caída de María Antonieta y más allá, la directora se ha encargado de contarnos historias arraigadas en la cotidianidad y en el tedio de una vida que podría aparentar ser superficial en primera instancia. Coppola ha hecho buenas y malas películas con este concepto, pero ninguna como El Seductor, una que indaga en la interacción sexual y en los deseos suprimidos de un grupo de personas que han aprendido a vivir en un entorno incierto y con el statu quo pendiendo de un hielo. Con este trabajo, finalmente vemos todo el potencial de Coppola como realizadora y como toda una maestra para crear tensión de la manera menos probable.

En el sur, durante la Guerra Civil Estadounidense, un soldado de la Unión llamado John McBurney (Colin Farrell) logra escapar de una sangrienta batalla, pero con heridas que lo tienen incapacitado. Amy (Oona Laurence), una niña estudiante del internado de la señorita Martha Farnsworth (Nicole Kidman) lo encuentra y decide llevarlo al lugar para asistirlo. Aunque un poco dubitativas por tratarse del enemigo, las alumnas lo curan y mantienen a salvo mientras se recupera. Así, conforme pasan los días y su estado de salud mejora, John comienza a relacionarse íntimamente con las mujeres, especialmente con Alicia (Elle Fanning) una precoz y curiosa chiquilla; y Edwina (Kirsten Dunst), una de las maestras con sueños rotos. Cuando John trata de hacer un avance con una de ellas, el tumulto de emociones provoca un accidente que desatará un infierno en el pequeño paraíso femenino.



Como ganadora del premio a la Mejor Directora en la pasada edición del Festival de Cannes, Coppola finalmente demuestra todos sus dotes para sacar lo mejor de sus actores. El Seductor es una adaptación de la novela de Thomas P. Cullinan; la segunda vez que es llevada la pantalla grande, pues Don Siegel fue el primero en hacerlo con Clint Eastwood como protagonista en los 70. En esta nueva versión, la visión femenina juega un papel decisivo, pues la directora nos deja ver a un grupo de mujeres  que no se someten a los deseos sexuales de un hombre, sino más bien suprimiendo las fantasías masculinas de un individuo que se cree víctima de una confabulación de carácter sexual. Un relato de cómo un hombre ve herido su ego y virilidad, lo que desata una total locura y un cambio de actitud de su parte.


Familiarizada con las películas de época, Coppola nos adentra en mundo lúgubre y oscuro ambientado en una época sumamente difícil. Si bien el contexto bélico queda en un lejano segundo plano, los cañonazos que podemos escuchar a lo lejos en buena parte de la trama son un constante recordatorio del porqué del encierro de las mujeres, quienes aunque están ahí por su elección, o por la de sus padres en caso de las niñas, la guerra ha coartado varias de sus aspiraciones, como las de Martha, quien perdió a alguien en el frente; y las de Edwina, quien añora ver el mundo junto a alguien especial. La elección de los actores ha sido un gran acierto, pues Kidman nos regala una dura mujer madura que debe tomar difíciles decisiones para proteger a sus alumnas. Como alguien que se niega a mostrar sus verdadera emociones, la australiana hace un gran trabajo dejando al descubierto los momentos de debilidad carnal y emocional que atraviesa con el soldado de por medio. No cabe duda que ha sido un gran año para Kidman.

Farrell, quien en los últimos años ha resurgido artísticamente con papeles serios como este, en el que interpreta a un hombre sin ningún tipo de compromiso y que se enfrenta a la resolución de unas mujeres que harán lo que sea por defender su espacio. Farrell representa acertadamente ese vicio masculino de hacer al sexo opuesto dependiente de uno. Por otro lado, las jovencitas se mantienen en un papel secundario que sin duda nos recuerdan a Las Vírgenes Suicidas, a las hermanas que tienen que seguir las estrictas reglas para perpetuar la armonía creada por la matriarca en el hogar. Sea como sea, las niñas se convierten en un solo ente que denota esa cierta inocencia cubierta por un manto de discrepancias y deseos reprimidos.


Como es costumbre, Coppola y su equipo hace un estupendo trabajo en la producción al recrear la atmósfera de la época con los asombrosos vestidos color pastel, los accesorios, los artículos caseros, etc. Pero a diferencia de sus otros trabajos, El Seductor es una película oscura, literalmente. El claroscuro empleado en el diseño de las tomas es exquisito. La constante presencia de velas y las escenas en la noche contrastan de manera muy bella con aquellos momentos a la luz del sol. Por supuesto, la cinta también significa el esfuerzo más serio de Coppola al explorar las serias frustraciones de este grupo de personajes insertados en un mundo dividido.

Notable es también la ausencia de música en esta ocasión. Aunque Phoenix, cuyo vocalista, Thomas Mars, es esposo de Coppola, son acreditados como responsables de la música original, las piezas aparecen esporádicamente y solo hasta el final pueden ser escuchadas con claridad. En el pasado, la ambientación de época no detuvo a la directora para incluir cualquier variedad de canciones de rock alternativo, como en María Antonieta; pero ahora, la seriedad del tema y la cierta brutalidad de los sucesos le han instado a elegir algo más discreto y casi imperceptible, como si quisiera que nuestra atención se centrara completamente en las imágenes.


El Seductor es probablemente la película mejor lograda de Coppola hasta ahora. Es una lástima que su corta duración no nos deje conocer un poco más a estos personajes, sobre todo a los adultos, cuyas aspiraciones, deseos y frustraciones nos hablan de un trágico pasado y un futuro por demás interesante.

Coppola nos entrega un ejercicio cinematográfico sumamente interesante con tintes eróticos y hasta de thriller, pero que nunca se deja llevar por algún tipo de cliché. La perspectiva femenina resulta vital para poder contar esta historia y resaltar el empoderamiento de un sexo más fuerte y valiente de lo que el mismo soldado herido podría haber llegado a imaginar.

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