La Región Salvaje: el placer como arma de doble filo

Amat Escalante se ha convertido en uno de los directores más célebres de México. Si bien otras figuras como Iñárritu, Cuarón y del Toro dominan todos los reflectores del mainstream, este encabeza a otro grupo de cineastas mexicanos, como Alonso Ruizpalacios, Rigoberto Perezcano y Tatiana Huezo, el cual mantiene viva la flama del cine independiente y de autor en nuestro país. Después de un largo receso, Escalante está de vuelta con la que es quizá su película más arriesgada y enigmática hasta el momento. En La Región Salvaje, el director se aleja relativamente de la exposición que ha hecho de los males sociales que carcomen a nuestra sociedad para internarse en un territorio más íntimo pero igual de aventurado. En ella, la naturaleza de la sexualidad y el placer son el objeto de un relato que raya en lo surreal, pero que apunta a una realidad muy puntual del humano y específicamente del mexicano.

Verónica (Simone Bucio) es una chica que ha desarrollado una peligrosa relación sexual con un ser extraterrestre escondido en una cabaña en medio del campo. Cuando sus protectores le advierten que este se ha cansado de ella y que es momento de que encuentre a otro acompañante, Verónica va a la ciudad en busca de uno. Ahí conoce a Fabián (Edén Villavivencio), un enfermero homosexual que sostiene un amorío con su cuñado, Ángel (Jesús Meza), un machista y homofóbico padre de familia que esconde su verdadera orientación sexual. Verónica pronto convence a Fabián de experimentar lo que ella en la cabaña, lo que eventualmente desatará una serie de incidentes que desmoronarán a la familia e involucrarán a Alejandra (Ruth Ramos), una joven madre que encontrará un nuevo orden en su vida gracias a estos extraños acontecimientos.

Como acreedor del premio al Mejor Director en el Festival de Venecia 2016 por esta cinta, Escalante se adentra en un terreno relativamente desconocido para él, pero que indudablemente logra dominar de muy buena manera. En La Región Salvaje no encontramos una llamada de atención social o un retrato de cómo la injusticia ha castigado a los sectores más vulnerables, sino más bien una exploración de otros aspectos de nuestra sociedad que tienen más que ver con el desenvolvimiento sexual y la represión de los deseos más oscuros, temáticas que el realizador desarrolla a través de una metáfora representada por un ser extraterrestre capaz de liberar en este sentido a cualquiera que se relacione íntimamente con él.


La historia nos presenta a cuatro personajes que viven su sexualidad de una forma muy distinta. Verónica, la primera de ellos en tener contacto con el extraterrestre, se encuentra sumida en una relación obsesiva con este. Su adicción al placer le ha dejado un vacío enorme y la ha llevado a un lugar muy peligroso en donde su vida incluso corre riesgo. Fabián, como un gay cualquiera en México, ha enfrentado el rechazo y el desdén de ciertos individuos, pero también se ha involucrado en una relación destructiva en donde se podría decir que es la víctima. Ángel, su amante, es el típico macho que ha escondido su homosexualidad a través de la misoginia y el desprecio. Para él, Fabián y su esposa no son más que pedazos de carne para satisfacer sus deseos. Y también está Alejandra, quizá la más inocente de todos, pero notablemente insatisfecha con su vida, sobretodo en el aspecto sexual. Teniendo problemas para complacerse a sí misma y sintiendo nula atracción por su marido, la joven únicamente se dedica a proveer a sus hijos.

El protagonismo va pasando entre cada personaje mientras las relaciones entre ellos se van gestando  o quebrando poco a poco. Verónica, por ejemplo, comienza a interactuar con Fabián, quien se ve seducido en un plano más allá de lo romántico por su extraño carisma. Más adelante, aunque de una distinta manera, la chica también empieza a frecuentar a Alejandra después de un trágico suceso. Su acercamiento conlleva una connotación sexual que no es desarrollada del todo, pero que sí ataña a esa represión que vive la madre. Por otro lado, el espectador es testigo de cómo la relación de Ángel con su esposa y amante es víctima de sus propias inseguridades y frustraciones. Su gran obsesión sexual parece haberlo hecho incapaz e amar, algo que guarda en común con Verónica a pesar de no tener alguna interacción con ella durante toda la trama.


En La Región Salvaje, Escalante define el placer como algo primitivo y hasta peligroso. En una de las escenas más perturbadoras de la película, el perro de los protectores del extraterrestre es convocado a una orgía animal en medio del bosque que parece igualmente causada por el efecto de este último en los alrededores. El aparente caos generado nos recuerda inequívocamente a Anticristo de Lars Von Trier, no solo por las imágenes, sino por el mismo concepto que aborda de la sexualidad. La gran diferencia es que el mexicano no atribuye cierta maldad a la acción, sino que simplemente hace referencia a la liberación instintiva a partir del encuentro con el ser en cuestión.

Al toparse con este casi irreal ser, Verónica y los demás aseguran haber tenido la experiencia más pura de su vida y ese es quizá el discurso que el director pretende dar con esta obra; el placer más primitivo podría ser demasiado para una mente acostumbrada a la represión y a una hipocresía sexual que se siente en cada rincón de una sociedad como la mexicana. Apelando a un drama familiar con toques fantásticos y hasta de horror, Escalante entrega un gran trabajo redondeado por una bella fotografía, realizada por Manuel Alberto Claro, curiosamente el responsable de la de Ninfomanía también de Von Trier, una envolvente música y su gran habilidad para dirigir actores no profesionales.

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