La rutina parece ser el destino al que ningún soñador quisiera dirigirse en la vida. ¿Por qué conformarse con algo cuando se pueden aspirar a grandes cosas y significativos cambios? Atenerse a la cotidianidad resulta inconcebible para aquellos con una mente creativa capaz de concebir cualquier forma de expresión artística, pero como damos cuenta en Paterson, su protagonista desafía lo anterior al demostrarnos que incluso en lo más habitual del día se puede encontrar una solemne belleza y una inagotable fuente de inspiración para cualquier cosa, en este caso, la poesía. Esta bella cinta nos inserta en el día a día de un hombre con un enorme talento lírico que disfruta del anonimato y la tranquilidad que le infunden no solo sus escritos, sino su apacible vida.
Paterson (Adam Driver) es un conductor de autobús urbano que vive en la ciudad de Paterson, Nueva Jersey, con su novia Laura (Golshifteh Farahani). Ambos, a pesar de ser muy diferentes, disfrutan de una vida ordinaria y feliz junto a su adorable bulldog Marvin. Mientras Paterson prefiere mantener para sí un cuaderno en el que escribe diariamente poesías, Laura aspira a la fama y el reconocimiento de distintas maneras, ya sea vendiendo panqués o aprendiendo a tocar la guitarra para convertirse en una estrella de country. Aunque esta presiona a Paterson a tratar de dar a conocer su obra, este se muestra reacio, pues no tiene intención de nada más. Durante el transcurso de una semana, ambos experimentan distintas vivencias que confirman sus principios y el amor que tienen por sus pasiones.
Dirigida por Jim Jarmusch y nominada a la Palma de Oro del Festival de Cannes el año pasado, Paterson es un estudio de personaje que nos adentra en la rutinaria vida de un hombre con una creatividad inconmensurable, la cual canaliza en un modesto cuaderno de poesía y que solo él lee. El veterano director presenta otro íntimo relato sobre un individuo que ve la vida pasar sin estar preocupado de que el tiempo se le está terminando, como suele pasarnos a la mayoría. Con una gran interpretación por parte de Driver, Paterson nos envuelve en una lírica narrativa que, al igual que los versos de su protagonista, muestran la belleza que se encuentra a su alrededor y que muy pocos pueden apreciar.
La vida de Paterson refleja uno de los mismos poemas que escribe. Su puntual rutina, las mini aventuras que vive en el bar del barrio, los patrones que encuentra en su cotidianidad, los ratos libres en los que contempla el entorno... Jarmusch inserta por aquí y por allá referencias no solo a lo anterior, como la repentina aparición de gemelos por todos lados, sino también a la presencia de figuras emblemáticas con las que ha trabajado, como Iggy Pop. Todo ello contribuye a construir un mundo muy familiar, pero que igualmente raya en lo onírico y en lo poético. Al final, durante el críptico encuentro con un misterioso poeta japonés, el director propone un nuevo renacimiento creativo para Paterson, una oportunidad para comenzar de cero.
En Paterson, la insignificancia cobra una relevancia inusitada. El protagonista del mismo nombre es un tipo que parece tener un gran destino. Distintas pistas en la trama nos sugieren que se trata de alguien que ha servido a su país y cuyo enorme talento podría significar el camino hacia la trascendencia. Sin embargo, Paterson prefiere mantenerse al margen, ni siquiera cediendo a comprar un teléfono inteligente. En primera vista podríamos pensar en un hombre pretencioso y con algún resentimiento, pero a veces nos olvidamos que la vida tiene bellos momentos en cualquiera de sus facetas y que la creatividad y la inspiración pueden emanar de los rincones más inesperados.
En Paterson, Jarmusch se toma todo el tiempo del mundo, algo irónico teniendo en cuenta la misma estructura de la cinta y cómo el concepto de este juega un papel importante en la inspiración del personaje principal. El ritmo, a pesar de ser lento, resulta sumamente puntual y en ningún momento nos hace pensar que nada está pasando. Para Paterson, la vida es eso que ocurre justo desde que se levanta para tomar su reloj y ver la hora hasta que se va a dormir junto con su esposa. Durante el transcurso de la trama nos encontramos con un grupo de personajes que no parecen estar a gusto con lo que tienen, si bien algunos tienes ambiciones, que quizá nunca llegarán a cumplir, otros tienen que lidiar con los problemas usuales; como conflictos matrimoniales, desamor o pequeños detalles que contribuyen a hacer su vida más miserable, como Donny, uno de sus compañeros del trabajo, quien se queja cada vez que puede.
Paterson es una de esas personas que aparentemente no tienen ninguna preocupación. Si bien la constante motivación de su esposa para que dé a conocer su trabajo le causa cierta aprehensión, el amor que siente por ella es más grande que nada. Como le dice a su amigo barman Doc (Barry Shabaka Henley), a quien visita cada noche para tomarse una cerveza, ella lo comprende perfectamente. Mientras todos a su alrededor luchan contra sí mismos o los demás, fanfarronean, cuentan, declaman, muestran, etc. Paterson se dedica a apreciar con atención, encontrando así una fuente de inspiración para sus poemas. Su pasividad solo es superada por su maestría con la palabra, responsable de aquellos versos que son creados ante nosotros y escritos en la pantalla misma. Para Paterson hay algo increíblemente hermoso en cada detalle que observa.
Todos estas historias, reales o no, representan un consciente colectivo que distingue distintas ideas y creencias. En ningún momento conocemos la postura de Paterson hacia ellas, y no hace falta, él las escucha junto a nosotros mientras el tiempo pasa inadvertidamente. Uno de los encuentros más significativos que sostiene Paterson es con una pequeña niña que también escribe poesía en un cuaderno secreto y con quien tiene varias cosas en común. No es solo el estilo similar de su escritura lo que le llama la atención, sino que sus palabras dejen al descubierto un vínculo entre ellos que no pudo haber surgido de otra manera.
La vida de Paterson refleja uno de los mismos poemas que escribe. Su puntual rutina, las mini aventuras que vive en el bar del barrio, los patrones que encuentra en su cotidianidad, los ratos libres en los que contempla el entorno... Jarmusch inserta por aquí y por allá referencias no solo a lo anterior, como la repentina aparición de gemelos por todos lados, sino también a la presencia de figuras emblemáticas con las que ha trabajado, como Iggy Pop. Todo ello contribuye a construir un mundo muy familiar, pero que igualmente raya en lo onírico y en lo poético. Al final, durante el críptico encuentro con un misterioso poeta japonés, el director propone un nuevo renacimiento creativo para Paterson, una oportunidad para comenzar de cero.
En Paterson, la insignificancia cobra una relevancia inusitada. El protagonista del mismo nombre es un tipo que parece tener un gran destino. Distintas pistas en la trama nos sugieren que se trata de alguien que ha servido a su país y cuyo enorme talento podría significar el camino hacia la trascendencia. Sin embargo, Paterson prefiere mantenerse al margen, ni siquiera cediendo a comprar un teléfono inteligente. En primera vista podríamos pensar en un hombre pretencioso y con algún resentimiento, pero a veces nos olvidamos que la vida tiene bellos momentos en cualquiera de sus facetas y que la creatividad y la inspiración pueden emanar de los rincones más inesperados.
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