Trainspotting 2: el inevitable círculo de la vida

Podemos entender la vida como una línea recta, un camino que trazamos con nuestras acciones y decisiones y que solo puede ir para adelante; nunca podremos dar vuelta atrás y deshacer lo que hemos hecho. También podríamos verla como un círculo, un viaje que eventualmente nos llevará al mismo lugar, y no necesariamente un espacio físico, sino más bien un reencuentro con la persona que siempre hemos sido y que creíamos haber dejado atrás. De esta segunda manera es más o menos como podemos entender la segunda parte de Trainspotting, la esperadísima continuación de uno de los últimos clásicos cine y cuyo impacto sigue haciendo eco hasta el día de hoy. En ella, nos encontramos con los icónicos personajes reviviendo una serie de aventuras que, para bien o para mal, los devolverá al sitio que pertenecen.

20 años después de que Mark Renton (Ewan McGregor) se llevara casi todo el botín que él y sus amigos habían conseguido de una importante venta de droga, este regresa a Edimburgo tras haber vivido en Ámsterdam todo este tiempo y prácticamente sin haber hecho algo valioso de su vida. En la ciudad se encuentra con "Spud" (Ewen Bremner), quien continúa luchando con su adicción a la heroína y tratando de ser un buen padre y esposo pero fracasando rotundamente el intento. También se reúne con Simon (Jonny Lee Miller), quien igualmente sigue siendo un adicto, además de haber incursionado en el mundo del chantaje sexual. Lo acompaña su novia búlgara Veronika (Anjela Nedyalkova), una bella joven quien también participa en sus inescrupulosas actividades. Mientras Renton busca encontrar reconciliación con ellos y consigo mismo, Franco (Robert Carlyle), en prisión por su violenta actitud, logra escapar, y cuando se entera del regreso de su alguna vez amigo no tarda en comenzar a buscarlo para saldar las cuentas pendientes.

Danny Boyle logró lo que alguna vez parecía imposible: reunir al elenco original de Trainspotting y hacer una secuela que siguiera con las vidas de sus decadentes personajes años después del gran robo. Basándose vagamente en Porno, también de Irvine Welsh, el director ha concebido una obra cargada de nostalgia y la intensa dinámica que ha caracterizado la parte más reciente de su carrera. Si bien no estamos ni siquiera cerca de algo que pueda superar la maestría de la primera, esta segunda parte es un lindo homenaje a todo lo grandioso de aquella; una historia sobre el significado de la amistad y la eterna búsqueda de darle una razón a nuestra existencia.

En esta ocasión nos encontramos con un Renton que, a pesar de haber dejado las drogas, ha sido arrastrado por la incesante vorágine social que consume nuestras vidas en la actualidad. El fitness se ha vuelto su nueva adicción y aunque se mantiene en un buen estado físico, no hay nada realmente que lo satisfaga emocionalmente. Quizá es por eso que al ahora cuarentón decide volver a casa, para tratar de encontrar algo de valor en el pasado. El retorno del hijo pródigo. 

Mientras acompañamos a Renton nos topamos con este nuevo mundo, uno que ha cambiado tanto en los últimos 20 años y en que el vacío y las apariencias se han convertido en la nueva droga de las personas. Los filtros de snapchat, las publicaciones en las redes sociales, los reality shows, la homogeneización de la cultura, la pérdida de la identidad... Renton sigue sin encontrar su lugar en una sociedad que parece ir cada vez más rápido. Sus viejos amigos tampoco han tenido mucha suerte del todo. Spud, deprimido por no poder estar a la altura para proveer a su familia comienza a tener pensamienos suicidas. Por otro lado, Simon ciertamente ha encontrado una estabilidad económica, pero esta se ha basado en el engaño y las fechorías. Finalmente, Franco sigue siendo Franco, un agresivo malnacido sin ningún tipo de remordimiento. El regreso de Renton es un golpe directo del pasado, sobretodo para Simon y Franco, quienes no pueden aceptar el hecho de que su amigo los haya traicionado. Pero como Renton dice al principio de la cinta, lo que de verdad les molesta es no haberlo pensado primero.


Por si fuera poco, un inesperado triángulo amoroso surge entre Veronika, Renton y Simon. La chica emerge como la única presencia femenina en esta historia que no ha sucumbido ante la uniformidad social, pues a diferencia de Gail (Shirley Henderson), la esposa de Spud; y Diane (Kelly McDonald), la ex novia de Renton, esta emana un particular brillo y una añoranza por existir. Ella no ha escogido todavía la vida. Su edad tiene mucho que ver y eso es justamente con lo que sus amantes tendrán que lidiar al final, con su astucia y sus ganas de superarse sea como sea.

La esencia de Trainspotting siempre fue esa rebeldía a mantenerse al margen de la sociedad, de no someterse a la estandarización y de no escoger la vida que se nos impone. 20 años después nos encontramos con los mismos sujetos y su renuencia a pertenecer. Renton es el único que lo ha intentado realmente al casarse y conseguir un trabajo decente, pero la monotonía de esta vida lo ha llevado a nueva crisis, una igual de seria, pues sus mejores años ya quedaron atrás y el tiempo se agota. Mientras sostiene una conversación con Spud en las colinas de la ciudad, Renton le dice que debe ser adicto a algo más. El otro le pregunta cuál es su nueva adicción. "A escapar", responde. Lo que realmente no sabe es que también ha tenido suficiente de este vicio y que volver a casa probablemente sea una señal de la inevitable cura que necesita.


En estas segunda parte, Boyle y el guionista John Hodge reparten el protagonismo en los cuatro personajes. La introducción de varias subtramas llega a ser abrumadora por momentos, como si ambos quisieran mostrarnos todo lo que está pasando sin darle el suficiente espacio a la trama principal, la cual en realidad tiene un poco desarrollo. Pero Trainspotting 2 es todo sobre los personajes y la lucha con sus propios demonios. En una escena cargada de tensión, Simon culpa a Renton por haber inducido a Tommy (fallecido en la película original) a las drogas; pero este le recuerda a su amigo la trágica muerte de su bebe mientras él se encontraba drogado. Los terribles recuerdos simplemente nos lo pueden dejar en paz.

Pero a pesar de todo, una profunda camaradería emana de su reunión. Las traiciones, las malas intenciones y todas las desventuras quedan de lado cuando el peligro llama a su puerta y el único apoyo que les queda es el hombro del otro. 

Trainspotting 2 también demuestra todo el ingenio de Boyle como director. Las metáforas visuales que hacían de la original algo sublime están de vuelta aunque un menor grado. Los destellos gráficos (como aquellos de Steve Jobs) que surgen de los personajes en algunas escenas y la manera en que interpola momentos clásicos de la primera sin duda le otorgan un notable poder a esta narrativa, sin mencionar que la nostalgia alrededor de ella es más que evidente. Evocando a los clásicos temas de Iggy Pop y Underworld, Boyle se reencuentra con el espíritu libre de estas composiciones y somete a sus personajes al mismo conjuro. Cuando Renton regresa a su casa y entra a su cuarto, el cual permanece tétricamente en el mismo estado que lo dejó, pone el disco de Pop y lo quita al escuchar las primeras notas de "Lust for Life", como si tuviera miedo de reencontrarse una vez más con el pasado. En otro bello momento, Spud rememora su juventud mientras el lejano eco de "Born Slippy" hace su aparición.


La selección musical no puede pasarse por alto. Aunque obviamente no tiene el mismo poder que la de Trainspotting, la inclusión de Queen, Wolf Alice, Young Fathers y Blondie nos regalan algunos grandes montajes, como la secuencia final con "Silk o la psicodélica escena de la inyección de heroína mientras aparecen poco a poco los aplausos de "Radio Ga Ga".

La cinta también tiene algunas graciosa secuencias que nos recuerdan el carisma de la primera, como en la que Renton y Simon entran a una reunión de protestantes para robarles dinero aprovechándose de su ignorancia y su obtusa mente, una ligera crítica al extremismo y la intolerancia. En otro hilarante momento, Franco se encuentra finalmente con Renton en un club temático de los 90 y lo persigue al ritmo de "Relax" de Frankie Goes to Hollywood, una referencia directa a la secuencia inicial de Trainspotting.

Cerca del final, mientras Franco le advierte a su familia que no regresará, les dice que "el mundo cambia, las personas no". Estos personajes continúan teniendo las mismas preocupaciones, las mismas inquietudes y las mimas falencias que los harán caer una y otra vez. La historia se vuelve a repetir. Pero después de las peripecias en las que se embarcan en esta ocasión vemos a cada uno de ellos volviendo al lugar que pertenecen y con la posibilidad de empezar de nuevo. Quizá sea demasiado tarde, quizá la insatisfacción estará ahí para siempre, pero al menos saben que alguien estará ahí para apoyarlos.

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