Aquarius: la realidad brasileña contenida en un pequeño departamento

El espacio físico donde vivimos, nuestra casa, no solo es una colección de cosas, muebles y decoraciones, es también un interminable abanico de recuerdos, buenos y malos, que marcan nuestra vida y nos hacen sentir que tenemos un lugar en el que siempre podremos refugiarnos a pesar de todo. Vivamos solos y acompañados, el hogar va tomando conciencia propia a través de los años y las paredes que nos rodean se convertirán en testigos de incontables encuentros amorosos, decepciones, terribles peleas y cualquier cantidad de invaluables momentos. Es por eso que podemos entender perfectamente la lucha de Clara en Aquarius, una película en la que una mujer defenderá estoicamente su patrimonio ante la avariciosa e incontenible voracidad de una entidad impulsada por el lado más oscuro del capitalismo. He aquí una gran cinta que funciona como un profundo estudio de un personaje y el contexto social en el que se desenvuelve.

Clara (Sonia Braga) es una periodista y crítica musical retirada que lleva varios años como viuda y que ha sobrevivido una enfermedad tan terrible como el cáncer de mama. La mujer vive sola en el edificio Aquarius, lugar con una inmejorable locación frente a una de las playas más concurridas de Recife, Brasil, mismo que una enorme constructora desea demoler para levantar un mega complejo residencial. Reacia a no aceptar la propuesta de venta, Clara pronto se enfrenta con uno de los altos ejecutivos de la empresa, Diego (Humberto Carrao), un joven, cínico y petulante arquitecto que hará lo que sea con tal de echar a su contrincante del edificio. Mientras, Clara vive su día a día lidiando con las inquietudes de sus hijos, las vivencias románticas de su sobrino favorito y disfrutando de las amistades que ha cultivado a través de los años

Dirigida por Kleber Mendonça Filho, Aquarius, nominada a la Palma de Oro en la pasada edición del Festival de Cannes, intenta hacer un retrato de la clase media brasileña a través de la vida de Clara y su conflicto con las fuerzas que amenazan con arrancarle lo que le legítimamente le pertenece. Pero esto es apenas una parte de la trama (una muy larga por cierto). La cinta nos lleva por el día a día de la madura mujer al hacer un íntimo acercamiento a sus más profundos deseos, sus más preciados recuerdos y un espíritu libre que a veces choca con los de aquellos que la rodean. En un momento en que la sociedad brasileña parece caerse a pedazos, Aquarius surge para visualizar un panorama de cierta esperanza y expectativa para aquellos que continúan al pie del cañón.

La película abre con un preámbulo que podría parecer hasta cierto punto irrelevante, pero que más tarde comprendemos como la base de la premisa de la trama y de la motivación de su protagonista. En el, Clara, una joven entusiasta de los 80, les enseña a sus amigos y familiares la novedosa y ruidosa música de Queen. Más adelante, en la fiesta de cumpleaños de la anciana e igualmente despreocupada tía Lucía, mientras los pequeños nietos le leen una carta de admiración, esta última observa los muebles de su casa y una serie de brevísimos flashbacks nos dejan ver en lo que realmente está pensando, todas esas memorias que inundan cada rincón de su casa, todos los sitios en donde hizo el amor y en los que sus familiares ahora están recargados o sentados. Igualmente se nos revela que Clara es una sobreviviente de cáncer y que su marido ha estado luchando con ella desde el comienzo. De ahí saltamos al presente y nos topamos con un reflejo de la tía Lucía, una Clara con una gran pasión por la música, especialmente de todo lo que tenga que ver con el antaño, y una envidiable libertad como ser humano.


A pesar de ser el único departamento ocupado del viejo edificio Aquarius, el lugar donde Clara vive parece tener vida misma. La enorme colección de vinilos tapiza las paredes, un póster de Barry Lyndon presume el gran gusto de la propietaria y una hamaca justo en la ventana que da hacia la playa nos hablan de una mujer que vive la última etapa de su existencia de la manera más placentera posible. La paz, por supuesto, es quebrantada cuando el odioso Diego y su abuelo, cabezas de la compañía constructora que ha adquirido los demás departamentos, llegan para ofrecerle, o más bien imponerle una "generosa" propuesta, la cual es rechazada tajantemente. Es así como los sujetos comienzan con una sutil pero directa guerra psicológica con el objetivo de romper el espíritu de la inquilina.

Estamos hablando de una película de casi dos horas y media de duración y en la que solo una porción de la trama es dedicada al pleito entre Clara y la constructora; el resto es quizá en donde realmente la conocemos, escenas que nos muestran su papel como mujer, madre y amiga. En una en particular queda expuesta la dificultad que tiene para conocer hombres. Después de varios tragos y una noche de seducción, uno finalmente cae bajo sus encantos, pero todo termina cuando este tienta su pecho ausente de aquello que estaba buscando. Resignada, pero siempre digna, Clara continúa con la búsqueda de mantenerse sexualmente activa.


Su rol como madre nos habla bastante también de su persona. Sus tres hijos tienen un gran problema, pues no entienden cómo esta se niega a aceptar miles de reales y a seguir viviendo sola en un edificio abandonado. En otra de las largas secuencias cargadas de diálogo, su hija le recrimina el hecho de que solo esté pensando en ella, pero enseguida cambia de parecer cuando uno de sus hermanos le enseña la dedicatorias de uno de los libros que ha escrito, una que inexorablemente evidencia su amor materno. Pero con quien más se identifica es con uno de sus sobrinos, Tomás (Pedro Queiroz), un joven con su mismo gusto musical que se encuentra descubriendo el amor y que le hace recordar a Clara sus mejores tiempos.

Que ella pueda cargar con todo el peso de la cinta solo es posible gracias a la actuación de Braga, quien le otorga un enorme poder y presencia a la mujer, una esplendorosa representación del empoderamiento femenino. No hace mucho nos topamos con una obra que, aunque nos presenta una historia totalmente diferente, ciertamente ensalza la figura femenina, una que no necesita de los hombres y que hará lo que sea con tal de cumplir sus caprichos y satisfacer sus deseos. Elle, con la gran interpretación de Isabelle Huppert, nos ofrece el retrato de una mujer muy capaz, su cotidianidad y de cómo se enfrenta a una situación igualmente estresante y todavía más traumática.


Es curioso cómo la mayoría de los personajes que la rodean solo hablen de dinero al referirse al rechazo de la propuesta económica cuando se trata de lo menos importante. La postura de Clara se reduce a algo muy sencillo pero que muy pocos pueden entender: el departamento es una extensión de sí misma, un lugar donde habitan todos sus recuerdos y el espacio donde se siente segura de todo lo que hay allá afuera. "Solo muerta me sacarán", amenaza a Diego después de todo lo que le han hecho pasar.

Aquarius es una de esos relatos en los que el pequeño le puede dar al grande una cucharada de su propia medicina. En una época en la que las grandes corporaciones pisan los derechos de la gente a diestra y siniestra, Clara emerge como una inspiración y como un motivo para luchar por lo que nos pertenece. Es irónico y triste cómo Diego y su abuelo claman en todo momento ser personas educadas y compasivas después de haber sometido a Clara a una presión psicológica tan detestable y poco leal, como si estudiar una carrera, sobretodo en el extranjero, y pertenecer a la élite racial y social los hiciera mejores seres humanos. La dignidad y e integridad no se compran y ciertamente la de personas como Clara no están a la venta.

Comentarios