Enemigo de Todos: los innumerables matices de la justicia

La voracidad el capitalismo es implacable. Las deudas y los créditos se han convertido en el falso motor económico de una sociedad que tarde o temprano simplemente dejará de andar desatando una seria crisis mundial. Tipos como Adam McKay lo entienden perfectamente, pues con La Gran Apuesta nos ofreció una mirada sin compromiso hacia al sistema económico de una potencia como los Estados Unidos sustentado en mentiras, engaños y cifras inciertas. Es reconfortante saber que él no es el único cineasta con la misma preocupación. Enemigo de Todos, una cinta muy distinta a la antes mencionada, aborda la delicada situación económica de una familia sometida por el incesante poder de los bancos en medio de un drama que ha puesto a prueba su templanza. La cuestión es que, al igual que La Gran Apuesta, esta deja algo muy en claro: es posible vencer al sistema con una cucharada de su propia medicina. Justicia por propia mano.

Toby (Chris Pine) es un padre divorciado de Texas que enfrenta un grave problema: la muerte de su madre ha provocado que la hipoteca revertida que tenía sobre su rancho ahora caiga sobre él. Su precaria situación lo lleva a tomar una radical decisión. Con la ayuda de su hermano ex convicto Tanner (Ben Foster), este comienza a robar varias sucursales del mismo banco que les otorgó el crédito para poder pagar la deuda. Todo marcha bien hasta que las imprudencias del osado Tanner y el involucramiento de un astuto oficial al punto del retiro llamado Marcus (Jeff Bridges) comienza a poner en peligro su misión. Así, los hermanos tendrán que lidiar con los cabos sueltos que han dejado, la persecución de Marcus y la posibilidad de poner más vidas en juego dado el alto riesgo de su aventura.


Dirigida por David Mackenzie, Enemigo de Todos es una de las más gratas sorpresas cinematográficas del 2016. Discreta pero con una insospechada intensidad dramática, la cinta destaca por sus excelentemente concebidos personajes y una historia arraigada en un contexto social y económico con el que podemos identificarnos fácilmente. Taylor Sheridan, quien se hizo notar recientemente con su trabajo como escritor en Sicario, vuelve con otro gran guión que enmarca las relaciones entre individuos e instituciones, un vínculo que parece irrompible en nuestra época. Pero en esta ocasión, Sheridan regresa con un guión igual de sólido y una esencia que enmarca la desolación de la región, la amargura de quienes habitan este universo y la forma en que la justicia encuentra su camino.

Los tres protagónicos de la película hacen un estupendo trabajo. Pine encarna a un tipo sin suerte que se ha cansado del lugar que le ha otorgado el sistema. Su inteligencia y serenidad le han dejado ver que al menos una vez en la vida es posible darle vuelta a las imposiciones con las que otros rigieron su propia vida hasta ahora. Meticuloso, compasivo y desinteresado, Toby se enfrenta al reto más difícil de su existencia simplemente pensando en el bienestar de su familia. Pero en el otro lado de la moneda está Tanner, un inescrupuloso criminal que disfruta de cometer cualquier tipo de fechorías y que no tiene respeto de nada ni por nadie. A pesar de sus opuestas personalidades, el lazo familiar y el desprecio que sienten por aquellos quienes se han aprovechado de su situación los convertirá en una temible fuerza que desatará el caos al menos por un instante. Foster es probablemente la más grande sorpresa, pues el cinismo al que dota de su personaje y la delicada malicia de sus actos resultan creíbles y hasta comprensibles.


Pero si tenemos que hablar de la verdadera estrella de esta cinta hay que referirse inmediatamente a Jeff Bridges. Como el peculiar oficial, el actor hace de las suyas interpretando algo así como una extrapolada versión de sí mismo, un profesional que se encuentra en el final de su carrera y que antes de tirar la toalla habrá de encargarse por sí mismo de un par de rebeldes. Como un desfachatado viejo petulante y haciendo gala de un gracioso y convincente estereotipo de redneck, Bridges se convierte en el alma de la historia teniendo intervenciones que ven desde lo cómico, como sus graciosas y racistas conversaciones con su compañero mestizo, hasta lo dramático, como esa conversación final con Toby en la que le deja en claro que la justicia no descansará a pesar de su retiro. El hombre se ganó una nominación al Óscar por este trabajo y aunque es muy probable que no lo gané, el mero reconocimiento es más que suficiente.

El relato de Sheridan nos muestra una nueva cara del western, una muy contemporánea en donde la justicia sigue siendo el aspecto central, pero en la que otras convenciones del géneros sufren algunos bienvenidos cambios. Quizá el más destacado de todos sea la ausencia del bien y el mal, aspecto fundamental de la naturaleza humana. En Enemigo de Todos, cada uno de los protagonistas lucha por lo que cree es correcto. Tanner solo se juega el pellejo por sí mismo y por el de su hermano, Toby solo busca el bien de su familia y Marcus protege la institución que ha defendido durante toda su vida. Sus ideas y métodos pueden ser cuestionables, pero los matices de su personalidad son los que los convierten en personajes imperfectos, identificables y sumamente fascinantes.


Podemos señalar también ciertas similitudes entre Marcus y el detective Bobby Andes, personaje de la metaficción de Animales Nocturnos. Ambos son agentes honrados por retirarse que se han encontrado con la horma de su zapato. Su objetivo final es la justicia y el método que habrán de emplear para encontrarla es sumamente distinto; sin embargo, su último deseo es que las víctimas puedan tener cierta paz después de todo. Los obstáculos que les han impuesto las instituciones son muy parecidos, pero eso no les impedirá llegar al fondo del asunto. La gran diferencia entre ambos es que, mientras que Andes está dispuesto a hacer justicia por su propia mano, Marcus se aferra a la vieja enseñanza de que algún día habrán de pagar por lo que hicieron.

Llena de astutos y geniales líneas, una de ellas deja cierta reflexión en el espectador. "He sido pobre durante toda mi vida, como una enfermedad que se transmite de generación en generación", explica Toby a Marcus durante su encuentro final. En Enemigo de Todos, la sombra de la carencia parece tan interminable como los desérticos panoramas que Mackenzie nos lleva a recorrer. Como un relato de hermandad y la búsqueda de la justicia, la cinta funciona efectivamente; pero como una crítica el ilimitado y destructivo poder del capitalismo es en donde realmente podemos encontrar su enorme valor narrativo.


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