La relación entre cine y videojuegos ha sido tormentosa a través de la historia. Con gran decepción, millones de jugadores han sido testigos de cómo algunas de sus franquicias favoritas han sido ridiculizadas en la pantalla grande; o viceversa, cuando varios blockbusters importantes llegaron a las consolas como lastimosos e incompletos juegos. El estigma se ha ido profundizando año con año y basta con recordar recientes entregas como Warcraft, Angry Birds o Need for Speed para darnos cuenta de la imposibilidad de adaptar un videojuego. Assassin's Creed, como una de las pocas producciones de este tipo que contaría con un reparto de primer nivel y un equipo de producción de calidad, prometía revertir la situación y darle una necesaria credibilidad a las películas basadas en videojuegos; sin embargo, esta no es más que una confirmación de una maldición que parece nadie podrá terminar.
Callum Lynch (Michael Fassbender) es un convicto condenado a la pena de muerte que es salvado por una mujer llamada Sophia Rikkin (Marion Cotillard), científica de la misteriosa corporación Abstergo y encargada del proyecto Animus, el cual permite revivir los recuerdos de un antepasado por medio del ADN. Lynch, extrañado y cauteloso, pronto se entera que su salvación se ha llevado a cabo con el objeto de usarlo para el Animus y ayudar a Sophia y su padre, Alan Rikkin (Jeremy Irons), CEO de Abstergo, a revivir la memoria de uno de sus antepasados, Aguilar de Nerha, un Asesino integrante de una organización secreta que se ha opuesto a los Templarios desde tiempos antiguos, con la intención de encontrar el lugar donde yace la Manzana del Edén, un artefacto con un poder inconmensurable que podría cambiar el rumbo de la humanidad.
Assassin's Creed no solo representaba la oportunidad de poder realizar una exitosa adaptación cinematográfica de un videojuego, sino una exhibición más de las habilidades su director, el australiano Justin Kurzel, quien causó furor con Macbeth en 2015, ahora en un entorno netamente comercial y con un altísimo presupuesto. Kurzel trajo consigo a los protagonistas de su anterior trabajo y a sus colaboradores en aspectos clave como la música y la fotografía. Por ello, la decepción es todavía mayor; la llegada de la franquicia al cine ha resultado en una catástrofe narrativa que es difícil de asimilar, lo que deja en claro que el concepto principal del videojuego no ha podido ser traducido al medio de manera convincente.
El planteamiento tambalea desde el principio. Kurzel y sus múltiples guionistas fallan al momento de establecer las reglas del juego y presentar a sus personajes clave. Sabemos que en la saga de videojuegos los Templarios han amenazado a la humanidad por siglos con su retorcido concepto del bien y la moral. Los Asesinos son la línea de defensa que trabaja en las sombras y que por siempre han luchado por evitar que estos dominen el mundo por completo. En la cinta el contexto es casi idéntico, el problema es la manera en que esto es representado. Por ejemplo, los asesinos que llegamos a conocer en la época de la Inquisición Española (el otro tiempo en el que transcurren los acontecimientos además del presente) son como una bandada de autómatas sin emoción alguna y que parecen estar obsesionados con el credo que protegen, de ahí el nombre de la película. Sus acciones están regidas totalmente por los preceptos de su orden y rara vez podemos dar un vistazo a sus propios conflictos, Aguilar (el otro personaje que interpreta Fassbender) es el único que entra en un dilema durante la trama, pero la carencia de profundidad y un casi nulo desarrolla coartan la posibilidad de que podamos involucrarnos con él.
Pero eso no es todo, pues al pésimo guión tenemos que agregarle las malas actuaciones de todos los involucrados. Fassbender, quien en múltiples ocasiones ha declarado su desdén por este tipo de papeles, no ofrece alguna pizca de empatía. El desarrollo de su personaje es nulo, pero el actor tampoco aporta en lo absoluto. Cotilllard, con un extraño acento, cae en lo mismo, pero es en el desenlace de su papel lo que la deja expuesta no solo como actriz, sino como profesional al haberse prestado para participar en un proyecto como este. Ni qué decir de Irons, cuya genérica presencia adormece al espectador en todo momento. Estas actuaciones contrastan con lo estrambótico y exagerado de aquellos que intervienen en las escenas del pasado, donde los diálogos dejan mucho que desear por sus vacías alegorías y metáforas, como "El credo está en tu sangre" o el código que recitan los asesinos en varias ocasiones.
Tratando de establecer un equilibrio entre drama y acción, la cual se reduce a algunas secuencias de persecución sin sentido alguno, Justin Kurzel y su equipo decepcionan tremendamente con una cinta que no tiene dirección alguna y cuyos personajes unidimensionales terminan por herirla de muerte. La maldición de los videojuegos en el cine seguirá más viva que nunca y hasta hoy podemos asegurar que la mejor en esta categoría, Al Filo del Mañana, ni siquiera está basada en uno. Veremos qué es lo que sucede ahora con Uncharted y The Last of Us, juegos con elogiadas narrativas que pronto llegarán a la pantalla grande.
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