A principios de la década, una numerosa pero pequeña banda
australiana irrumpió en la escena alternativa con una propuesta refrescante y
que desentonaba notablemente con el sonido genérico del momento. A sus
veintitantos, Kevin Parker, mente maestra de este proyecto, llamaba la atención
gracias a esa fuerte evocación que hacía al rock psicodélico de antaño y al
frecuente uso del reverb y el delay. Quién hubiera imaginado que cinco años
después estaría convertido en prácticamente una eminencia de la escena que
produce ya para Lady Gaga, que Rihanna hace covers de su música y que
prácticamente ha conquistado el mundo.
Convertidos plenamente en un headliner, etiqueta que suele
tomarse muy a la ligera en estos días, pero que sin duda se apropiaron ya con el
nivel de la convocatoria de anoche, Tame Impala enamoraron al Palacio de los Deportes con
una velada tan emocionante como satisfactoria.
Ante un lleno casi total, cosa realmente sorprendente debido
al hecho de que el formato inicial del show solo contemplaba la apertura de la
pista del foro, Kevin Parker y su banda aparecieron en el escenario mientras la
pista de “Nangs” rápidamente era traducida a su versión en vivo por cada uno de
los integrantes. Y sin ningún tipo de aviso previo e imponiendo el humor que
reinaría durante toda la noche, “Let It Happen” comenzó a retumbar en las
paredes del Palacio con ese característico sonido que parecía simular el
derretimiento de las bocinas. Mientras los cuerpos de pegaban entre sí, Parker
presentaba el sutil e irresistible sello de su voz. Con este canción, una de
las más exquisitas en todo su catálogo, el australiano hacía una pronta
declaración: el momento para dejarse llevar por lo que sucedía alrededor y
dejar salir lo que luchaba dentro de nosotros había llegado.
Lo que sucedió a continuación no fue mas que una continua ola
de sonido que se metía entre nuestros poros y tomaba control de nuestros
sentidos.
Parker, quien asume por completo que Tame Impala es un
proyecto personal que es interpretado por sus cuatro músicos, no tiene miedo de
quedar encasillado en esa categoría en la que el vocalista es realmente el
único miembro importante y reconocible. Como única entidad creativa, el hombre
puede darse el lujo de tocar poco algún instrumento, la guitarra en este caso, y
enfocarse única y exclusivamente en cantar como se debe. Está claro que tampoco
se trata de uno de los mejores vocalistas del mundo, pero que pueda expresar
sus letras con tanta elocuencia y claridad sin duda lo hacen uno muy notable.
El show fue prácticamente un recorrido por sus dos últimos
discos y una minúscula selección de su debut. El comienzo fue absolutamente
demoledor, pues “Mind Mischief” y “Why Won’t You Make Up Your Mind?” hacían lo
propio desatando una pronunciada excitación y cualquier extraña pero efectiva
combinación de pasos de baile entre todos los asistentes. El cálido
recibimiento se hizo notar desde el principio y Parker inmediatamente lo
reconoció saludando y haciendo gala de su humildad y una honesta gratitud por
tener en frente a miles de personas aguardando por escuchar lo que tenía que
decir. “The Moment” era su forma de agradecer. El sonido más bailable que forjó
con Currents se hacía cada vez más presente. No dejarse llevar ya era
sumamente irresistible a estas alturas.
La euforia no paraba y “Elephant” seguía con el
incremento de la temperatura. A pesar de haber declarado en varias ocasiones
que hizo esta canción con el único propósito de ganar dinero y que realmente no
le gusta del todo, Parker y los demás ejecutaron una majestuosa versión que
cimbró el recinto y que, como era de esperarse, fue una de las que el público
más disfrutó. Imposible no rendirse ante uno de los poquísimos riffs blueseros
de Tame Impala.
Sucedió algo extraño también, ya que, de forma muy inesperada,
la interpretación de “The Less I Know the Better” (con esa increíble línea de
bajo) obtuvo una de las grandes
ovaciones de la noche, mientras que “Daffodils”, el infeccioso tema que grabó
Mark Ronson pasó un tanto de manera desapercibida. Pero daba igual, el disfrute seguía siendo el mismo.
El final del set principal estuvo marcado por un ritmo más
calmado y hasta un poco más introspectivo con “Eventually”, “Yes, I’m Changing”
e “It’s Not Meant to Be”. Para muchos, Currents, de donde se desprenden las dos
primeras, es un álbum que describe un doloroso rompimiento sufrido por Parker y
aquí se podía notar. Su maduración y resignación han sacado su mejor faceta
como compositor.
Y al final, como cualquier humano, Parker confesaba que
aunque haya cambiado como persona sigue cometiendo los mismos errores que
definen su esencia y personalidad. “Feels Like We Only Go Backwards”, la más
coreada de la noche por cierto, y “New Person, Same Old Mistakes” nos hicieron
entrar en su conciencia por un momento, una llena de nostalgia e incluso hasta
cierto arrepentimiento, pero que finalmente se ha liberado y que sabe es
momento de seguir adelante.
Kevin Parker bien podría ser el prototipo de un nuevo
concepto de estrella de rock, uno que, aunque mantiene un bajo perfil, nunca
duda en buscar nuevos retos en cualquier lugar en donde haya una oportunidad,
sin importar de que se traten géneros y estilos distintos. De igual manera, el
hecho de que acepte su rol protagónico y que lo despliegue como tal sin temor
alguno es algo digno de respetar en una época como la nuestra, en donde la
falsedad suele estar por doquier.
Fotos: Carmina Cortés
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