Morgan: la rebelión de la conciencia artificial

ADVERTENCIA: LA SIGUIENTE RESEÑA CONTIENE VARIOS SPOILERS.

Es difícil encontrase con una buena película de ciencia ficción emanada del seno de Hollywood hoy en día. Es en el cine independiente de donde han salido las obras importantes del género en los últimos años. Mientras tanto, en el mainstream, la completa prostitución del mismo ha terminado por ridiculizar una serie de conceptos que en algún momento fueron fascinantes para todos. Morgan es un trabajo que trata de dotar a la narrativa de emoción y tensión y abrir al mismo tiempo el espacio para la reflexión: ¿Qué significa ser humano? ¿Puede un ser artificial llegar a tener conciencia? Estas son algunas de las cuestiones que la cinta se plantea; sin embargo, un pobre desarrollo y la confusa caracterización de sus personajes impide que Morgan se convierta en algo interesante.

Lee Weathers (Kate Mara) es una pragmática y poco emocional mujer que ostenta el cargo de evaluadora de riesgos para una compañía que invierte capital en proyectos científicos dedicados al desarrollo de inteligencia artificial. Cuando un incidente ocurre alrededor de uno de estos experimentos, Lee es despachada para analizar la situación y decidir qué hacer a continuación con el proyecto. Ya en el complejo donde ha ocurrido todo, la mujer conoce al equipo que lleva la investigación y a su producto, Morgan (Anya Taylor-Joy), un ser humano artificial que parece ser el triunfo más grande en la historia de la ciencia. Sin embargo, cuando la actitud de Morgan comienza a tornarse violenta, sus creadores no tardan en mostrar preocupación y Lee en poner manos a la obra.


La profunda examinación de la condición humana y su relación con la tecnología siempre han sido un distintivo de la ciencia ficción. Los implacable avances científicos han llevado a decenas de autores ha preguntarse si la deshumanización es realmente factible. ¿Llegará el momento en que podamos crear seres a nuestra imagen y semejanza? Si es así ¿cómo se desenvolverán estos en la sociedad? Con todo esto en cuenta, Morgan tenía un potencia enorme. Luke Scott, hijo del legendario Ridley Scott, a quien le debemos un par de clásicos del género, hace su debut en el banquillo del director con un ejercicio poco efectivo, totalmente desordenado y sin saber con certeza qué quiere expresar.

Scott y el guionista Seth Owen muestran demasiados problemas para concebir una trama consistente y que realmente involucre al espectador. Para empezar, el protagonismo de Mara es desconcertante, no solo por la nula expresión de su personaje, sino porque no sabemos a ciencia cierta de quién demonios se trata o cuál es su verdadero propósito. La actriz comparte el protagónico con Taylor-Joy (La Bruja), una chica creada artificialmente que ha tomado una actitud violenta sin razón aparente. La llegada de Lee al complejo altera completamente la estabilidad del equipo, quienes han formado una especie de familia después de haber estado juntos tantos años. La cuestión aquí es que la historia se queda sin rumbo desde muy temprano. Scott y Owen pretenden mostrarnos el lado más humano de Morgan, una mujer aparentemente perturbada por su misma naturaleza, pero fallan rotundamente al darle un estrepitoso e innecesario giro a la película.


La mitad de Morgan puede ser identificada claramente por el cambio tan brusco que implementan sus creadores. La primera parte se acerca más a la ciencia ficción, pues en ella se trata de explicar lo que ha sucedido alrededor de Morgan, lo cual nunca resulta convincente de todos modos y el tedio termina por tomar el control. El punto de inflexión más importante viene cuando la joven es sujeta a una imparcial y extraña prueba psicológica conducida de manera aleatoria por un iracundo Paul Giamatti. El hombre lleva al límite a Morgan y es justo en ese momento donde explota y exhibe su verdadera personalidad, una cruel y sumamente peligrosa. De aquí, todo se convierte en un baño se sangre y una incómoda fusión entre acción y horror poco efectiva. Morgan asesina a todos los miembros del proyecto, todos aquellos quienes la consideraban una hija. Mientras, Lee, encerrada precisamente por ellos, ensimismados en darle una oportunidad a Morgan, despliega de manera "sorpresiva" una serie de habilidades combativas y estratégicas para perseguir a la nueva abominación. ¿Y luego? Tratando de esquivar el argumento que sustente el conflicto interno de Morgan, Scott y Owen se decantan por convertir su cinta en una de terror y muertes sin sentido. Hasta un suicidio aparece por ahí.

Por si fuera poco, el gran misterio que envuelve la película comienza a dilucidarse muy pronto. ¿Cómo es que Lee muestra una total determinación para cumplir con su tarea, cuenta con habilidades extraordinarias y además demuestra una maestría para ocultar sus emociones? ¡Claro! Se trata de un híbrido al igual que Morgan. El final se asoma como una revelación absoluta de la verdadera identidad de la mujer. Scott y Owen fueron demasiado inocentes al pensar que el secreto tendría la encriptación necesaria para mantener atento al espectador. La idea general era buena en realidad, pero la ejecución estuvo lejos de estar al nivel.


La comparación con Ex Máquina resulta ineludible. La excelente opera prima de Alex Garland aborda una premisa muy parecida. En ambas nos topamos con dos mujeres artificiales encerradas que han sido puestas a prueba para tratar de identificar su lado más humano. Lo que Garland hace brillantemente es moldear todo un misterio y enigma alrededor de Ava, la máquina. La manipulación en la que esta última incurre para alcanzar su libertad es tan pasmosa como familiar. ¿Qué puede ser más humano que justificar el fin con los medios? Lo que su creador le ha hecho a Ava es vil y reprobable, pero la conciencia con la que ha sido dotada será herramienta suficiente para lograr su objetivo. En Morgan, la chica padece de algo similar, pero a diferencia de Ava, esta ha sido arropada por gente buena que se preocupa por ella y que incluso están dispuestos a romper las reglas por protegerla. Scott y Owen dan por sentadas las intenciones de Morgan y la mandan en un frenesí homicida que no lleva a ningún sitio. ¿Qué era lo que realmente quería? ¿Por qué le tenía tanto rencor a sus creadores? Todo esto queda en el aire.


A pesar ser un esfuerzo original, Morgan se queda muy corta en todos los niveles, sobre todo a sabiendas de que Ridley Scott fungió como productor. Está claro que el veterano hace mucho que no entrega una película convincente, pero si alguien podía darle uno o dos consejos útiles al director, ese definitivamente era él. Y vaya que su espíritu está presente, pues la cinta evoca en varias ocasiones a Blade Runner, su gran obra maestra. La delicada prueba psicológica, la crisis existencial de la conciencia artificial y su posterior rebelión nos recuerdan invariablemente al predicamento de los protagonistas del clásico; sin embargo, este tenue tributo queda sepultado por una absurda y aburrida historia.


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