La Última Ola: cine comercial europeo de alta manufactura

Las cintas de desastres han sido un sello de Hollywood durante el último medio siglo. Como los blockbuster que son, estas cintas han perfeccionado una gran variedad de efectos especiales y planteado un sinfín de apocalípticos escenarios. Hubo un momento en que las tramas y las actuaciones también eran un elemento destacado de las mismas, pero recientemente estas han quedado en un tercer o cuarto plano; lo único importante son las explosiones y las mil maneras de morir. La Última Ola no solo es una muestra de que las películas de desastres pueden llegar a tener sustancia y un verdadero drama, sino que no solamente los estadounidenses con capaces de hacerlas.

Kristian (Kristoffer Joner) es un geólogo sumamente apasionado de su trabajo que vive en el turístico pueblo de Geiranger, Noruega, comunidad enclavada en un fiordo cuyas inestables formaciones montañosas que lo rodean representan una importante amenaza. Después de aceptar una mejor propuesta laboral, Kristian y su familia se disponen a mudarse a una ciudad cercana; sin embargo, una actividad sísmica inusual lo mantendrá trabajando tratando de descifrar el origen de la misma y las posibles consecuencias. Al darse cuenta de la inminente catástrofe, Kristian advierte a sus ex compañeros, encargados de monitorear el área. Cuando finalmente las rocas caen al fiordo, un poderoso tsunami se genera y rápidamente avanza hacia Geiranger. Con el tiempo encima, Kristian tendrá que salvar a su familia de un casi certero final.

La Última Ola, dirigida por el noruego, Roar Uthaug, quien ahora será el encargado de llevar al cine una versión de Tomb Raider, es una agradable sorpresa y un necesario respiro para un género que llevaba ya un tiempo sin dar de qué hablar. Con esta obra, el director nórdico nos entrega un relato muy íntimo que logra acumular la tensión necesaria para mantener al espectador al filo de la butaca. Aquí no hay posibilidad de salvar al pueblo, sino simplemente velar por aquellos seres queridos que están en peligro, instinto natural de nuestra especie. Aunado a ello, Uthaug y sus guionistas proponen un escenario totalmente creíble basado en hechos científicos e incidentes previos que ocurrieron en las áreas montañosas de Noruega. En general, La Última Ola cumple con todos los requerimientos que necesita una buena cinta de desastre.

Quizá el aspecto que distingue a esta película de las demás del estilo es el conflicto personal que tiene su protagonista, el cual ataña completamente a la extrema situación que vive. Kristian es un padre de familia que ama lo que hace, probablemente igual que a su esposa e hijos. Cuando una mejor oportunidad laboral surge en la ciudad, todos en casa se encuentran emocionados y expectantes al respecto, menos él. El tiempo que le ha dedicado al estudio de los alrededores lo han convertido en un experto, pero también en un tipo obsesionado y hasta cierto punto paranoico. El tener que irse lo hace sentir como si estuviera abandonando su rol como guardián. Si bien la película se centra en el desastre, el guión presenta un buen desarrollo de este personaje, uno que se enfrenta a sus propios demonios antes que a la furia de la madre naturaleza.


Aunque la verdadera acción no llega hasta casi la mitad de la trama, la primera parte se desenvuelve de una forma muy convincente, pues además de lo ya mencionado anteriormente, la tensión se va acumulando de manera efectiva. Ya sea en las escenas en las que Kristian y su esposa se mandan mensajes después de haber tenido una pelea producto de la terquedad del primero, en el centro de monitoreo, donde sus ex compañeros se rehusan a creer que algo está a punto de suceder, o la aparente calma que se vive en todo el pueblo, la electricidad en el ambiente es transmitida acertadamente. Uthaug rodea todas las acciones con un aura de apacibilidad y una sensación de incertidumbre al mismo tiempo.

Es cierto que La Última Ola cuenta también con los clichés de una cinta como estas. La salvación en el último minuto, el reencuentro de la familia , el sacrificio o los típicos testarudos que no pueden ver lo que está a punto de ocurrir. Sin embargo, la dirección de la misma nos lleva hacia oscuros lugares que Hollywood no se atreve a explorar. La muerte y devastación son expuestas de una manera verdaderamente cruda. En una escena, Kristian se resguarda de la ola junto a la esposa de una amigo suyo dentro de un auto. Aunque este sobrevive, la mujer perece atravesada por una viga de hierro. En otro momento, mientras busca a su esposa e hija, Kristian encuentra un autobús lleno de cadáveres. La cámara nos hace ver los rostros inexpresivos de cada uno de los cuerpos, incluso de uno que otro personaje que conocimos con anterioridad. Está también el aspecto de la naturaleza humana y las reacciones instintivas ante este tipo de eventos. Cerca del final, Idun (Ane Dahl Torp), su esposa, está encerrada con su hijo y un hombre en un refugio. Los tres han sobrevivido a la ola, pero el agua poco a poco empieza a entrar a la habitación. Presa de la desesperación, el tipo trata de ahogar a los otros dos en busca de quedarse con el poco aire que queda. Sin más remedio, Idun tiene que asesinar al hombre para velar por su seguridad y la de su hijo. Todos nos aferramos a la vida.


Resulta curioso comparar La Última Ola con otra muy buena película nórdica, Fuerza Mayor, en donde un individuo se enfrenta a otro fenómeno natural que, aunque no causa daño físico alguno, sí que saca su lado más animal para el horror de su familia. Ambas obras son muy diferentes entre sí, pero ninguna tiene miedo de mostrarnos a personajes oscuros, imperfectos y, al final, claramente humanos.

Con efectos especiales de una gran manufactura, especialmente en la creación del majestuoso tsunami, muy buenas actuaciones y una trama sencilla y sólida a la vez, La Última Ola es una muestra del excelente cine comercial que podemos encontrar en otras partes del mundo. Esta no nos ofrecerá nada nuevo ni nos hará reflexionar por días, pero sí que nos hará pasar un buen rato. traten de verla en el idioma original y sin el odioso y deplorable doblaje gringo, el cual ciertamente la hace ver ridícula algunos instantes. Ya sabrán de cuáles se tratan.

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