Mustang: la opresión sobre la mujer como un rasgo cultural

Resulta casi una aberración pensar que la mujer es tratada como un objeto en muchas partes del mundo en pleno Siglo XXI. Humillada, denigrada y manejada al antojo de la sociedad patriarcal, la figura femenina es reprimida en todas su facetas hasta el punto de convertir su vida en un verdadero infierno con el que eventualmente aprenden a convivir. Que esto sea parte de una cultura y de los usos y costumbres de la misma simplemente ya no tiene cabida en esta época. Mustang, el debut cinematográfico de Deniz Gamze Ergüven, cineasta nacida en Turquía y criada en Francia, no es una declaración feminista como tal, sino un grito de libertad que emana del corazón y que expone la total ruptura entre generaciones, todo en medio de un vibrante despertar adolescente.

En un pueblo en las montañas de Turquía viven cinco bellas y jóvenes hermanas: Lale, Nur, Ece, Selma y Sonay. Al haber quedado huérfanas, las chicas viven ahora con su abuela y su tío Erol, quienes han instalado un férreo control sobre sus vidas de acuerdo a las tradiciones religiosas que siguen. En plena adolescencia, cada una de ellas ha comenzado a sentir los cambios que esta fase conlleva, y la rebelión, la acentuada atracción por el sexo opuesto y la búsqueda de una identidad se han arraigado fuertemente en su persona. Por supuesto, esta oposición a las costumbres de la localidad comienza a traerles problemas con su familia. Ante las imposiciones de su abuela y la sociedad, cada una de las niñas canalizan su malestar de distintas maneras, pero será la búsqueda de la liberación de los roles preestablecidos lo que las mantendrá unidas.

Nominada al Óscar como Mejor Película Extranjera, Mustang es un reto para todos aquellos quienes se empeñan en mantener viejas e innecesarias costumbres, una afrenta para toda creencia o cultura en donde la mujer no tiene voz ni voto. Con su primer largometraje, Gamze Ergüven expone lo cruel y trágico que puede llegar a ser adherirse a una arcaica forma de pensar. Como una mujer con estas raíces y criada en otro sitio, la directora llega como una forastera no a tratar de que sus más conservadores compatriotas cambien de parecer, sino a dejarles ver lo que una mente tan cerrada puede provocar en la formación de un individuo, sobre todo de una mujer. Con bastante ligereza, sin llegar en ningún momento a caer en lo melodramático y hasta con un pequeño toque de comedia, su opera prima es sin duda una muy valiosa en el aspecto social.

Desde el comienzo, Gamze Ergüven establece la gran importancia de tener un modelo libre de cualquier atadura religiosa o moral. En la primera escena, Lale, la más pequeña de las hermanas, llora cuando su joven maestra se despide de ella después de haber sido reubicada a Estambul. Posteriormente la vemos enfrentándose abiertamente a la abuela, pues las acusaciones de que estuvieron restregando sus genitales contra los hombros de los hombres, para supuestamente buscar auto complacerse, en sus juegos de vencidas en la playa, le parecen totalmente injustas. Y con razón. Mientras que la maestra representa la razón, la abuela enarbola los prejuicios que mantienen sus contemporáneos y la renuencia a aceptar el cambio de mentalidad.


Es precisamente Lale a quien podríamos etiquetar como la protagonista. Aunque las hermanas son representadas como una sola presencia en general, es el ímpetu de esta la que la hace destacar del resto. Convenientemente, la juventud de Lale resulta también un terreno fértil para abordar otras temáticas, como los eternos cuestionamientos que una se hace a esa edad: "¿Por qué las demás tienen senos grandes y yo no?". "¿Por qué todavía nadie me hace caso?". "¿Quién soy en realidad?". Como es también una costumbre, la abuela comienza a ofrecer las manos de sus nietas como si de un fino ganado se tratase. Está claro que ningún gañán será merecedor de alguna, pero no hace falta siquiera haber entablado conversación con ellas, es más que suficiente ser de una buena familia, un buen creyente y un fiel siervo de la nación. En pocas palabras, otro sumiso más ante los poderes de facto. Lale ve en sus hermanas todo lo que quisiera ser, pero también no puede evitar sentir lástima por lo que les están haciendo. A pesar de ser la más chica, Lale es la más rebelde y consciente de todas.

Gamze Ergüven nos presenta una clara pero potente metáfora dentro de todo este embrollo. Las escapadas de las chicas no le dejan más remedio al tío que convertir su casa en una prisión. A pesar de toparse ahora con barrotes en las ventanas y rejas en todo el terreno, las chicas eventualmente encuentran un punto por donde salir, solo para que su tío lo descubra y también lo cierre permanentemente. El encierro físico y emocional al que son sometidas pronto se torna insostenible.


Varias escenas también nos muestran lo más triste de la homogeneización que se pretende establecer dentro de una conservadora sociedad como esta. La abuela y demás señoras del pueblo les dan clases de cómo cocinar, les enseñan cómo deben servir a su marido y cómo portar la uniforme vestimenta tradicional. La vida aquí se ha convertido en un sistema que intenta perpetuar al mismo. Las ancianas preparan a las más jóvenes para que en algún momento lleguen a ser prácticamente las sirvientas y objetos sexuales y reproductivos de sus maridos, tal y como ellas lo fueron en algún momento. "Te llegarás a enamorar", le dice, no, más bien le advierte la abuela a la próxima chiquilla en casarse. Hay que mantener una buena reputación ante las demás familias, que no se amen en un inicio es lo menos importante.

Una comparación con Las Vírgenes Suicidas probablemente viene al caso. La cinta de Sofia Coppola, basada a su vez en la novela de Jeffrey Eugenides, guarda algunas similitudes con Mustang. La más obvia de todas es el argumento: cinco bellas y vírgenes hermanas son presa de una tirana figura materna que inhibe cualquier síntoma de su misma personalidad. Seguramente Gamze Ergüven habrá tenido en cuenta el gran parecido de ambas narrativas, pero el verdadero valor de su obra radica en el impacto social de la misma. Mientras que en Las Vírgenes Suicidas tenemos a cinco niñas que solo quieren ser rebeldes porque sí, en Mustang nos encontramos con una verdadera opresión y con todo un inquietante trasfondo cultural. La obsesión por sustraer de la individualidad a alguien es sumamente pasmosa.


La situación de las niñas se vuelve todavía más dramática cuando la doble cara de este inútil moralismo sale a relucir. Lale, despierta en la noche, se percata de que su tío entra ocasionalmente a la habitación de una de sus hermanas para abusar sexualmente de ella. Erol es la representación de lo más detestable y radical de una forma de pensar como esta.

Pero entra la tragedia fraternal también hay un pequeño espacio para un par situaciones cómicas que ilustran a la perfección la vida en donde los pensamientos retrógradas todavía abundan. Escenas como en las que las niñas se van a un partido de futbol a escondidas y la abuela tiene que cortar toda la electricidad del pueblo para evitar que el tío las vea en la televisión, o aquellas en donde los hombres se reúnen para ver los partidos en un cuarto, mientras las mujeres ven telenovelas en otro, sin duda nos hacen reír, pero también nos advierten de los prejuicios establecidos por la sociedad misma.

Mustang es una excelente película sobre lo que significa ser mujer dentro de una cultura que no les da el lugar que deben de tener. Con un gran tacto y una muy buena dirección, Gamze Ergüven hace una crítica a la identidad nacional de su tierra y a la inhibición de la misma belleza que emana de toda mujer. Será un verdadera placer seguirle la pista a esta directora.

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