Brooklyn: el melodramático concepto del hogar

El sueño americano suele ser un tema muy recurrente en el mainstream cinematográfico no solo por significar una de las mayores aspiraciones para una buena parte de aquellos que no viven en esta tierra, sino para ensalzar lo "maravilloso" que resulta ser parte de una nación llena de oportunidades. Dejar el hogar en busca de una mejor vida es una trama que puede llegar a ser interesante dependiendo de la perspectiva, pero cuando a esta se le agrega un tono melodramático y una pretensión inspiracional nos topamos con algo como Brooklyn, una cinta llena de optimismo y delicadeza con la que es difícil sentirse identificado.

1952. Eilis Lacey (Saoirse Ronan) es una joven irlandesa de Enniscorthy. Infeliz y frustrada, Lacey ha decidido irse a Estados Unidos en busca de nuevos desafíos. Gracias a su hermana mayor y a un sacerdote , Eilis consigue un empleo y hospedaje en Brooklyn, Nueva York. Tras un largo y difícil viaje, la mujer comienza esta nueva etapa asustada, intranquila y extrañando en todo momento a su familia y a su país. Pero todo cambia cuando conoce a Tony (Emory Cohen), un italoamericano con el que pronto entabla una relación amorosa. Así, el panorama de Eilis comienza a esclarecerse y su vida por fin parece enfilarse hacia un rumbo fijo. Desafortunadamente, un trágico evento en casa la forzará volver a Irlanda, donde su lealtad y paciencia serán puestas a prueba.


Nominada a algunos importantes premios Óscar en la próxima entrega, Brooklyn es probablemente la más convencional de todas las películas que contienden por el máximo galardón. Y aunque lo ordinario de su naturaleza no la condena a ser mala por default, la mirada que ha decidido adoptar su director, John Crowley, vaya que sí la ha dotado de una vibra que raya en el melodrama y lo superficial. No hay duda de que hay público para este tipo de historias, pero es complicado tomarse con seriedad una en donde la protagonista sufre como si fuera la última persona sobre la Tierra. ¿Quién no quisiera estar ahí para zarandear a Eilis y decirle que deje de llorar?

Brooklyn es una cinta bien hecha. Los escenarios, las locaciones naturales,  los vestuarios y las actuaciones son más que decentes. La ambientación de época es puntual, pero hay algo en toda esta atmósfera que hace lucir todo un tanto irreal, demasiado idílico. La pulcritud, la manera en que todos los personajes interactúan, toda la cortesía alrededor... Es como si Eilis habitara en mundo utópico, lo que hace todavía más difícil poder empatizar con su conflicto. Más que una necesidad, su dilema parece como el capricho de alguien que realmente no sabe lo que quiere. Su caracterización es simple y poco interesante. Su inocencia y apacibilidad son exasperantes en todo momento. Y lo anterior es suficiente para hacer de esta obra una poca valiosa y sumamente tediosa.


Eilis viaje a Nueva York con la esperanza de superarse a sí misma. Al encontrar un trabajo, tener un lugar donde vivir e incluso enrolarse al colegio, la chica comienza a forjarse un futuro por sí misma. Sin embargo, la tristeza y la nostalgia todavía la embargan. ¿Qué más necesita una mujer para poder alcanzar la realización? Según Crowley, la llegada de un hombre que pueda proveer tiene un carácter fundamental. Solo así, Eilis alcanza la felicidad y puede dejar de lado sus preocupaciones. El mensaje es confuso. ¿De verdad un hombre es necesario en la vida de una mujer? A partir de su relación con Tony, importantes decisiones de Eilis tienen que ver con el sexo opuesto. No cabe duda que lo que buscaba el director era concebir un personaje femenino poderoso y autosuficiente; sin embargo, el aspecto romántico de la trama logra todo lo contrario, que veamos a la mujer como un ser dependiente del amor (masculino) para ser feliz.

Pero los personajes estereotipados (porque también hay un plomero italiano y un irlandés refinado jugador de rugby) no son el único mal de esta cinta. La trama no puede ser más predecible. Eilis se va a Estados Unidos. Eilis encuentra el amor. Eilis tiene que regresar a casa. Eilis promete a su hombre que regresará y que le será fiel. ¿Qué hace a continuación? Se enamora del primer hombre que le presta un poco atención y coquetea con la idea de quedarse. SPOILER ADELANTE. Por supuesto, la joven no tarda en recapacitar y los buenos sentimientos y las promesas triunfan al final. TERMINA SPOILER. Los acontecimientos se pueden ver venir desde mucho antes. Seguramente ni al director ni al guionista les interesa esto, pero lo único que demuestran es su interés en perpetuar los eternos clichés que categóricamente definen un melodrama como este.


El concepto al que más se le presta atención en esta película es al del hogar. Conforme avanza la cinta, Brooklyn se vuelve el hogar de Eilis no solo porque ha encontrado estabilidad económica, sino porque el amor le ha dado un nuevo sentido a su existencia. Pero cuando vuelve a su país, de pronto todos parecen necesitar de ella de una u otra forma. La que una vez fue la niña tímida y fracasada  ahora es una mujer realizada, cotizada y conocedora del mundo. La atención la hace sentir halagada y por un instante reflexiona acerca de cuál es su verdadero hogar. Lo que al final le hace tomar la decisión es la "malvada" insinuación del único personaje en la historia que aparentemente conoce el lado oscuro de la humanidad. Es así como Eilis se aleja del "mal" y regresa a Nueva York para entregarse completamente a su amado. En sí, las acciones finales de la protagonista son guiadas por la cobardía y la vergüenza de ser descubierta, las cuales son enterradas en el guión por el poder del amor y la lealtad. ¿A quién quieren engañar? Eilis es débil, ingenua e insegura. Ni siquiera una de las escenas finales en donde aparece aconsejando a una chiquilla que le recuerda a sí misma cuando viajaba por primera vez a Estados Unidos la hace lucir madura.

Brooklyn es una película para un público muy específico, aquel que gusta de relatos románticos en donde la limpieza, la inocencia y el bienestar lo cubran todo. Está claro que debe de haber este tipo de opciones en la cartelera, pero cuando el reconocimiento de distintas instituciones comienza a llegar es que nos damos cuenta de que algo anda mal. Crowley podrá haber hecho un buen trabajo en cuanto al diseño de su trabajo se refiere, pero narrativamente no hay nada aquí que valga la pena resaltar.


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