La Verdad Oculta: una exagerada dramatización de lo ordinario

Lo políticamente correcto es un vicio que se ha extendido en Hollywood y se ha arraigado fuertemente en sus entrañas. Y no hablemos de cuando se trata de adaptaciones de la vida real. "¿Cómo hacer para que todos los involucrados en el conflicto salgan airosos?", pensarán los productores y ejecutivos. ¿Es acaso una señal de neutralidad y objetividad? En lo absoluto. Cintas como La Verdad Oculta nos demuestran que, irónicamente, la verdad es algo muy subjetivo que no tiene caso explicar en una película, y menos cuando se busca quedar bien con todas las partes. No tuvo que pasar mucho tiempo para volver a ver en la pantalla grande una cinta tan patriotera y carente de algún valor como El Francotirador. Veamos.

Bennet Omalu (Will Smith), un extremadamente bien educado y poco convencional patólogo nigerino, trabaja como forense en la ciudad Pittsburgh. Cuando uno de los más queridos jugadores retirados de los Steelers, Mike Webster (David Morse),  muere después de un tiempo de vivir en la decadencia e inmundicia, Omalu es designado para llevar a cabo la autopsia. A pesar del poco apoyo de sus colegas, el doctor se encuentra con una situación muy extraña que no aparece en ningún libro de medicina. Al investigar más sobre su vida y el futbol americano, este descubre que las miles de concusiones que sufrió como parte del juego le provocaron una enfermedad crónica que derivó en su eventual muerte. Así, al tratar de dar a conocer su trabajo y demostrar las evidencias científicas, Omalu se cruza con los intereses de la NFL, quienes harán todo lo posible para silenciarlo.

Además de dejar en evidencia l total confusión de Peter Landesman, director y guionista, La Verdad Oculta también confunde al espectador con una historia que nunca termina por explorar todo el embrollo alrededor de las concusiones en el futbol americano, ni el dilema con el que el protagonista se topa al exponer el asunto. Landesman se obsesiona por tratar de enaltecer a un tipo que, aunque su contribución a la medicina fue realmente significativa, al final carece de una vida interesante, lo que resulta en un enfoque melodramático y alejado de lo que verdaderamente importa. En sí, esta cinta utiliza la premisa del deporte de contacto para poder desplegar un sinfín de clichés que en teoría tendrían que involucrar al público con el personaje sin ningún problema. En la práctica, nos encontramos con un aburrido y burdo relato sobre lo que significa ser "americano" y enfrentar a la adversidad por más fuerte que esta sea.

Los problemas de esta película pueden ser percibidos desde un comienzo. Tiene que pasar poco más de media hora para que podamos enterarnos hacia dónde se dirige la narrativa. No es que se trate de algo complejo ni nada por estilo, sino que el director se toma una eternidad para presentar a los personajes y desenvolver una problemática con detalles innecesarios. Pero de lo que sí podemos percatarnos enseguida es de la casi irrisoria caracterización de Smith como un erudito, santurrón e ingenio inmigrante que solo quiere ser una mejor persona en un mundo que lo excluye constantemente. Es difícil aceptar el hecho de que este tipo de personajes todavía puedan llegar a ser atractivos para cualquiera.


Varios de los situaciones que tratan de enmarcar la relación de Omalu tanto con vivos como muertos son sencillamente ridículos. Hayan sido verdad o no es irrelevante. El hecho de que hable con los cadáveres como si fueran unos tiernos cachorrillos, que se enamore "imprevistamente" de una comprensiva mujer y que sea representando como el David que lucha contra Goliat nos hace pensar en lo cursi, fútil y endeble que es el argumento. De ahí el gran peligro de hacer una adaptación de hechos reales, y todavía más si hay poco qué decir del individuo en cuestión. Al no implementar un ataque directo a la NFL, la trama deja muchos huecos, los cuales son rellenadas con escenas románticas, cómicas o que buscan hacer de Omalu alguien sumamente encomiable y puro. ¿Qué hay de interesante en un tipo que es casi perfecto ante sus amigos, enemigos, amantes y Dios mismo? Él lo sabe y por eso se extraña ante las dolorosas pruebas que tiene que superar después de hacer su descubrimiento. Honestamente, un personaje así es todo menos memorable.

Otro sobreexplotada temática que Landesman trata de inmiscuir en su película es la del sueño americano, una que en sí no tiene nada que ver con el argumento principal. En una de sus conversaciones con su amada Prema (Gugu Mbatha-Raw), Omalu asegura haber tenido a los Estados Unidos en un altar, pues antes de llegar al país lo imaginaba como una tierra libre y llena de oportunidades. Los acontecimientos lo hacen ver lo contrario, que habrá aquellos a quienes no les gustará su forma de pensar y actuar y harán hasta lo inimaginable por callarlo. Pero algunos de los que apoyan su causa le harán ver que no hay nada más "americano" que lo que está haciendo, ser un extranjero que busca la aceptación de todo el país. ¿De verdad? ¿Tenemos que tragarnos este ofensivo mensaje de superación y supremacía en una cinta sobre futbol americano? Totalmente deplorable.


Y cómo no evitar reír cuando se nos presenta a los ejecutivos de la NFL como un grupo de inescrupulosos villanos que se encuentran en su guarida (con y todo y sus pantallas mostrando sus acciones en la bolsa de valores), y a los jugadores víctimas de la enfermedad que más bien parecen un tipo de zombies cuando son presa de los ataques que los orillan a cometer actos atroces. Una dramatización infantil e innecesaria.

Si bien estamos ante una obra con decentes actuaciones, ninguna sale de lo estrictamente convencional. Todo está dispuesto para hacer brillar a Will Smith, quien adopta un acento distinto y demás tratos para poder entregar algo aparentemente muy cercano a la figura de Omalu. Pero su interpretación se limita a eso, a imitar. Habrá que voltear a ver lo que hizo por ejemplo Michael Fassbender como Steve Jobs. El irlandés no emula al hombre, sino que encarna los ideales y esencia de un tipo ambicioso, maquiavélico y hasta perverso que podría ser Jobs o no.


La Verdad Oculta es Hollywood en todo su esplendor. Evitando meterse en muchos problemas y hasta involucrando a Dios en algo que no debería estar presente, Landesman hace un embarazoso ejercicio cinematográfico que apela al lado más superficial y ligero de un tema al que se le pudo haber sacado mucho más jugo. Sin duda debería sentirse avergonzado.

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