El cine sobre la comunidad LGBT ha encontrado un gran auge en los últimos años debido a la notable apertura del tema en occidente. Se ha vuelto casi una ley encontrarnos con este tipo de películas con cierta regularidad. Mientas que unas, como La Vida de Adéle, han sabido retratar una cruel historia de amor que va más allá del género, otras como Pride y El Código Enigma se han estacando en una superficial representación de lo que significa no encajar en un lugar o con nosotros mismos debido a nuestra sexualidad. La Chica Danesa cae indudablemente en esta segunda categoría. Si bien nos encontramos ante un personaje transexual que vale la pena celebrar por su valentía dadas las circunstancias de su época, la dramatización de los hechos no puede haber sido más cursi y apartada de lo que realmente importa, el sentir del individuo.
Copenhague, mediados de los 20. Einar Wegener (Eddie Redmayne) es un joven pintor en ascenso famoso por sus pinturas de paisajes. El artista está casado con Gerda (Alicia Vikander), también pintora, pero de retratos, quien no ha tenido mucha suerte en la escena local. Aunque ambos viven en un matrimonio aparentemente saludable, algo no ha dejado estar tranquilo a Einar durante toda su vida. En una ocasión, este funge como modelo para su esposa y al tener que usar ropa de mujer, una sensación de satisfacción y tranquilidad inundan todo su ser. Al darse cuenta de ello, Gerda lo toma como un pequeño juego sexual, por lo que lo ayuda a crear a Lili, una especie de álter ego femenino. Pero no pasa mucho tiempo para que Einar le confiese a su esposa su verdadero sentir y la necesidad de acoger su real identidad de manera definitiva.
La Chica Danesa puede llegar a ser tan hermosa como insufrible. Si nos enfocamos en las hermosas tomas con una inusual composición, típicas de Tom Hooper, el director, y en el detallado diseño de producción, sin duda deberíamos ponernos de pie. Pero es cuando la trama poco a poco se va desarrollando que nos damos cuenta que estamos ante una cinta romántica genérica más con el trasfondo transexual en un lejano segundo plano. Como Kyle Buchannan escribe en su reseña para Vulture, La Chica Danesa "sigue la tendencia de películas sobre homosexuales y transexuales que en realidad son para heterosexuales".
Hooper pone en primer plano una trágica historia de amor no correspondido. A pesar de tener una enorme oportunidad para indagar en el desgarrador conflicto de estar atrapado en un cuerpo ajeno, el director prefiere irse por el camino fácil y envolver a sus protagonistas en un melodrama que distintos puntos llegar a ser extenuante y repetitivo. ¿Cuántos veces vemos a la pareja discutir por la misma situación una otra vez sin llegar a ningún tipo de resolución? El conflicto de Lili nunca llega a niveles que realmente puedan ser conmovedores o que adentren al espectador en las entrañas de la protagonista.
Inadvertidamente, todo esto abre un espacio para que Vikander se luzca como la afligida esposa que tiene que enfrentar los hechos. Con una estupenda actuación, la sueca es la que verdaderamente da vida a un personaje cuya mente está confundida y corazón hecho pedazos. Gerda es una mujer fuerte, independiente y que no necesita a Einar para que cuide de ella. Aunque este más tarde se vuelve su inspiración, la pintora no requiere del amor para sentirse realizada, su triunfo como artista es lo que sin duda la hace sentir importante. El problema es que toda esta visión femenina se derrumba con la caracterización de Lili, quien cuando acude al doctor que la ayudará a transformarse, declara su más grande deseo: casarse y nada más que amar. Su eventual apatía artística también vuelve a dejar al sexo femenino un tanto denigrado. Una total confusión.
Conforme la trama avanza, nos percatamos de que Lili es uno de los personajes menos interesantes de la misma. Ya hemos hablado de Gerda, pero también está Hans (Matthias Schoenaerts), amigo de la infancia de Einar y quien entabla una peligrosa relación con Gerda. Incluso Ben Whishaw, como Henrik, un homosexual de clóset, guarda en su pequeño rol un poco más de discurso y crítica a la mente cerrada de la época. Al igual que en su cinta anterior, Eddie Redmayne es usado como un instrumento ante todo, uno con el suficiente impacto para poder mover al público heterosexual en esta ocasión. De un hombre paraplégico, el actor ahora encarna a una mujer en el cuerpo de un hombre. Es como si necesitara de una transformación completa para poder probar su talento. Lo peor de todo es que no estamos viendo a un transexual, sino a Eddie Redmayne vestido de mujer. Su actuación puede impresionar fácilmente, pero es necesario recalcar que, al final de día, el británico no está mas que tratando de imitar al sexo opuesto.
Hooper igualmente concentra una importante porción de la cinta en el asunto de la operación de cambio de sexo. Dejando de lado todo el conflicto emocional, el centro de todo ahora es lo físico, esto con la intención de dotar de cierta tensión a la trama, de la cual carece totalmente.
Si tenemos que destacar algo de La Chica Danesa es la fotografía y la genial ambientación de época que ha logrado el equipo de producción. Varias de las tomas son impactantes por lo cerca que están de convertirse en pinturas vivientes. Los colores, el aire, protagonista de la composición, y la iluminación la hacen visualmente esplendorosa. Si a eso agregamos el excelente diseño de vestuario y el acabado de los sets, tenemos ante nosotros un producto cinematográfico de primer nivel, al menos en este aspecto.
Lo que parecía ser una interesante exploración de la sexualidad resultó ser una superficial historia de amor que no aporta nada nuevo al apoyo de la comunidad LGBT. Con un Redmayne sobrevalorado y un guión que deja mucho que desear, Hooper demuestra que su poca visión como director y como supervisor de un proyecto que tenía mucho más potencial. Al final, el trasfondo transexual parece ser un mero pretexto para contar un relato romántico que hemos visto ya en más de una ocasión, uno del que ya estamos cansados.
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