El tráfico de armas es ciertamente una de las cuestiones más importantes en el escenario del narcotráfico en México y Estados Unidos. Este problema, el cual involucra activamente también a las autoridades que participaron en el programa "Rápido y Furioso", ha mantenido cierta tensión entre ambos gobiernos. ¿De quién es la culpa realmente? ¿Cuál es la solución? 600 Millas, la opera prima del director mexicano Gabriel Ripstein nos pone justo en medio del conflicto, en la frontera norte, un lugar con un retorcido sentido de la justicia y el orden. Con ella, Ripstein no solo trata de volver a poner sobre la mesa una seria problemática que recrudece la guerra contra el narco, sino que también se pone más específico al enfrentar dos individuos de bandos distintos creando una dinámica con un giro inesperado. Aunque el resultado no es convincente del todo, la cinta cuenta con un par de cosas que vale la pena destacar. Veamos.
Arnulfo (Krystian Ferrer) es un criminal de poca monta que trabaja para un cartel comprando armas en Estados Unidos para introducirlas en México de manera ilegal. Con la ayuda de un joven estadounidense, Arnulfo cumple con su trabajo con la esperanza de llenar el ojo de sus jefes. Todo marcha bien hasta que su camino se cruza con el de Hank (Tim Roth), agente de la ATF y que mantiene vigilada la venta en la región. Cuando se dispone a arrestar a Arnulfo por sus sospechosas compras, su violento amigo frustra el arresto noqueando al agente para después escapar y dejar a su compañero a su suerte. Desesperado y sin saber qué hacer, lo único que se le ocurre a Arnulfo es llevar al federal a México con la idea de que sus jefes sepan lidiar con la situación. Pero será en el peligroso camino donde el joven entablará una improbable relación con Hank.
En su debut cinematográfico, Ripstein se da el tiempo para poder abordar dos temas: el tráfico de armas y la relación entre dos aparentes enemigos. A pesar de ser una película muy corta (de tan solo 85 minutos de duración), el director nunca llega al fondo de lo que está intentando decir. En primera instancia tenemos a Arnulfo y su secuaz comprando armas en distintas tiendas de Arizona. A través de largas y redundantes escenas, el director busca hacer explícita la facilidad de poder acceder a este tipo de artefactos, como si fuera una gran revelación a estas alturas. Un momento en particular es el colmo, en donde una cajera le pide su identificación al chico para poder comprar cigarros y no para poder llevarse varias caja de munición. En el planteamiento, el director no dice nada nuevo e incluso lo inunda con un poco de tedio.
El resto de la película es esencialmente un road trip por las peligrosas carreteras mexicanas en donde es imposible distinguir quiénes son buenos y quiénes son malos. Ante la gran presión de tener a un agente federal estadounidense secuestrado, Arnulfo encuentra de manera irónica un poco de alivio al desenvolverse poco a poco con su víctima. Hank no solo prueba estar preparado para una situación así, sino también una total disposición a cooperar, algo que su captor no tarda en identificar y hasta apreciar. En un principio parece que estamos ante un Síndrome de Estocolmo, pero la realidad no podría ser más distinta, pues los sucesos del desenlace nos dejan clara una cosa: en un conflicto como este no existen las amistades ni las buenas intenciones, solo los medios para llegar a un fin.
El concepto que Ripstein trata de desarrollar durante el viaje de los protagonistas puede llegar a ser interesante, pero la construcción de los personajes nunca llega a ser completada. A través de sus conversaciones nos enteramos de algunos rasgos de sus personalidad. Aunque Arnulfo demuestra severidad con el secuestrado, este no puede evitar romper en llanto cuando un comando armado los detiene en el camino. Hank, por otro lado, se muestra ecuánime todo el tiempo. El conocimiento que tiene del cartel y de sus rivales sorprende al joven, lo que le hace pensar que podría ser de utilidad. Las apariencias engañan. El gran problema con 600 Millas es lo poco atractivo que son los personajes en general. Los detalles que comparten de su vida apenas son apenas un esbozo de su personalidad y nunca cumplen con el propósito de generar un verdadero conflicto en su persona mas que el aparente: la supervivencia.
La poco efectiva construcción de la tensión también lastima a la trama seriamente. En prácticamente ningún momento llegamos a sentir algún tipo de urgencia o preocupación por estos individuos. ¿Por qué? Porque al final parecen todavía como unos completos desconocidos. Sabemos qué hacen y a qué se dedican, pero no qué sienten ni qué están pensando. Ripstein omite gravemente todo este aspecto.
A diferencia de cintas recientes que abordan el tema del narcotráfico igualmente de una manera muy realista, como Sicario y Heli, esta obra se preocupa tanto por lo específico que olvida completamente de lo que estaba hablando en un comienzo. Aunque la relación de Arnulfo y Hank es una consecuencia de ello, nunca se compara con el cruel vínculo que une a los personajes de Emily Blunt y Benicio del Toro en la película de Denis Villeneuve. Vamos, ni siquiera nos topamos con la crudeza que sí tiene el trabajo de Amat Escalante
Hace tan solo unas semanas pudimos ser testigos de lo que es verdaderamente un gran thriller hecho en México. Si bien se trata un tema totalmente distinto, Carmín Tropical sí que logra generar una gran tensión y un notable involucramiento del público. Sus personajes son divertidos y sumamente ricos. Sus decisiones nos mantienen siempre expectantes y el final simplemente nos vuelve locos. El de la película de Ripstein pone en primer plano el cinismo y el desprendimiento humano que conllevan estar en medio del enfrentamiento, pero la última escena lo único que nos dice es que todo lo anterior simplemente no vale y lo que quería mostrar era simplemente eso. Una pena que Carmín Tropical no haya sido la entrada oficial de México en los Óscar.
En 600 Millas, Ripstein utiliza un tema en boga para contar una supuesta historia de amistad que al final resulta poco sustanciosa. Haciendo énfasis en aspectos poco relevantes y perdiendo el tiempo con largas escenas que no dicen nada en absoluto, el mexicano empieza titubeante su camino en el cine. Esperemos y se pueda reinvidicar en el futuro.
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