Spectre: el Bond más superficial y apático de la era Daniel Craig

¿Qué se podía hacer después de Skyfall, considerada una de las mejores películas en la historia del 007? ¿Cómo superar los números de taquilla y el éxito entre la crítica? Sin duda, una tarea sumamente complicada. Inteligentes fueron los productores en amarrar una vez más a Sam Mendes para seguir contando esta historia y posiblemente cerrar una narrativa que comenzó una nueva era para Bond en Casino Royale. A sabiendas de que necesitaría de varios de los ingredientes clave de Skyfall para lograr otro suceso, Mendes una vez más echo en mano de buena parte de su equipo, incluidos los guionistas, encabezados por John Logan, y al mismo Daniel Craig, a quien probablemente veremos como el agente secreto más famoso del mundo por última vez. Así,  Spectre generaba una expectación nunca antes vista en la franquicia. ¿Qué podía salir mal? Increíblemente, Mendes, Craig y demás han dado dos pasos hacia atrás al moldear nuevamente al icónico personaje en uno poco atractivo, unidimensional y sumido en los eternos clichés que alguna vez carcomieron su esencia.

Tras los eventos de Skyfall, Bond (Craig) se embarca en una misión secreta y no oficial que la anterior M le encomendó de manera póstuma. Es en la Ciudad de México donde el 007 asesina a un hombre llamado Sciarra, quien forma parte de una organización clandestina sumamente poderosa. Sin poder contar con la ayuda del actual M (Ralph Fiennes) y de todo el Servicio Secreto, Bond sigue la pista que lo lleva a descubrir a SPECTRE, la entidad desestabilizadora de gobiernos liderada por el misterioso Oberhauser (Christoph Waltz), un temible hombre que guarda un íntimo vínculo con James. Es con la ayuda de Madeleine Swann (Léa Seydoux), la hija de un antiguo enemigo, que el espía tendrá que desenmascarar a SPECTRE, evitar su afianzamiento en el poder y enterrar su propio funesto pasado de una vez por todas.


Para muchos, Skyfall representa la versión definitiva de James Bond. En ella pudimos escarbar en la verdad esencia del protagonista y encontrarnos con su lado más vulnerable y afectivo. Apoyado por la presencia de Judi Dench no solo como su jefa, sino como una figura materna, el 007 nos mostraba lo más humano y emocional de sí hasta el momento. Specte se suponía seguiría con esta línea dándole una resolución al gran arco narrativo que comenzó hace casi una década; pero en su lugar, la 24º cinta de Bond representa un marcado retroceso y un trago amargo que regresa a la propiedad a sus tiempos menos decorosos y los momentos más ridículos.

Por supuesto, el guión es el principal causante de todo lo anterior. Cuesta trabajo creer que los mismos individuos que forjaron al Bond de hace tres años son los mismos que ahora lo traen de vuelta como un hombre bruto, superficial y sin un gramo de carisma. Spectre luce como un amalgama sin sentido de las cintas anteriores protagonizadas por Craig. Al querer unir todas y cada de uno de los sucesos con lo ocurrido anteriormente, la trama nos deja una sensación de que las cosas realmente no avanzan y que simplemente estamos aquí como un mero trámite y para rendir pleitesía a una historia culminante. Pero ¿cuál es la razón de ser de esta película? Ni Mendes, ni Logan, ni Craig parecen saberlo. ¿Un homenaje a la franquicia? ¿Una evolución del personaje? ¿Una resolución? Aunque se intenta acercarse a cada una ellas, los resultados son totalmente opuestos.


Spectre aborda una temática muy acorde a nuestros tiempos, pero la exploración de la misma es tan pobre y redundante que no ofrece ningún punto de vista que no hayamos visto antes. Sí, la invasión de la privacidad y la arbitrariedad del uso de la información son armas letales en una época como la nuestra, este punto no está a discusión, pero ¿de verdad era necesario volver a hacer esta declaración? Por si fuera poco, la escritura de Logan y sus compañeros es tan obvia que desde un comienzo uno se puede dar cuenta en dónde terminará todo. Es extraño decirlo, pero Kingsman: El Servicio Secreto expuso esta misma cuestión de una manera más divertida y hasta un poco más original.

El punto más débil de esta nueva entrega es el enorme esfuerzo que se hace para tratar de hacer de James Bond lo más Bond posible. En el proceso, los guionistas encontraron que quizá sería buena idea traer de vuelta la fórmula del gran villano entre las sombras, su infalible matón y la damisela en apuros; sin embargo, estas variables ya han quedado obsoletas. Kingsman, como una sátira y una comedia, le dio un giro interesante al asunto tomándose con poca seriedad lo anterior; y aunque al final del el resultado es un tanto vulgar, al menos podemos encontrarnos con momentos bastante entretenidos. Spectre se toma muy en serio las cosas más ridículas. La guarida del villano, sus secuaces, las persecuciones, los planes de dominación mundial... Todo resulta altamente inverosímil para un estilo que clamaba arraigarse en algo más centrado.


Las comparaciones con Misión Imposible tienen que ser inevitables. Fieles a su estilo, en aquella franquicia entregaron este año quizá una de sus mejores capítulos hasta el momento. En Nación Secreta, la inclusión de una figura femenina independiente y con sus propios propósitos vino a refrescar una vez más una serie que, a pesar de enfocarse más en la acción que en el drama, logró mantenerse a flote e incluso a superar la absurda pretensión de Spectre en esta ocasión.

Y es el asunto de la representación de la mujer lo que lastima profundamente a esta última. Primero tenemos a Monica Bellucci, quien aparece solo unos cuantos minutos como un objeto sexual utilizado por Bond para poder dar con el villano. Afligida por la muerte de su esposo, no tarda ni cinco segundos en entregarse a la virilidad del héroe. Después está Madeleine, quien en un principio muestra cierto desdén por Bond, pues puede y sabe cuidarse sola, pero eventualmente también sacrifica su independencia y su bienestar por alguien peligroso, arrogante y poco comprensivo. Una verdadera lástima que estos estereotipos sigan apareciendo en películas de este calibre. Es obvio que alguien no entendió la importancia de Emily Blunt en Al Filo del Mañana.


Uno de los mayores atractivos de Spectre era Christoph Waltz como el gran villano. Su interpretación como el mítico Blofeld era ya un secreto a voces desde hace tiempo, lo cual resta cierto impacto a la revelación, pero lo más decepcionante de todo es la manera en que fue tratado el personaje. Sí, su motivación tiene como raíz los celos que sentía hacia Bond, su hermanastro, por haber sido el favorito de su padre, pero lo que nunca se desarrolla del todo es ese conflicto fraternal, esa confrontación que se limita a lo físico y no se extiende a lo emocional. Su desenlace es también poco convincente. ¿De verdad su helicóptero fue derribado por un pistola de 9 mm? Verlo arrastrándose en el piso y ser arrestado de la manera más patética es lastimoso.

En el aspecto técnico es donde podemos encontrar un aliciente, pero este también se queda muy corto con respecto a las cintas anteriores. El único gran chispazo de genialidad que tenemos es el magnífico tracking en la secuencia inicial del desfile del Día de Muertos filmado en el centro de la Ciudad de México. Con una gran maestría, Hoyte von Hoytema se mueve con una fluidez sorprendente y que captura con detalle todo lo que ocurre alrededor de Bond y su acompañante, la mexicana Stephanie Sigman. Con ángulos imposibles y una coreografía impecable, esta secuencia nos remite invariablemente a aquella excepcional toma de Ballhaus en Buenos Muchachos. Lo triste de todo esto es que este es el único gran despliegue que vale la pena. Basta con apreciar la parte final de esta misma secuencia, en donde Bond pelea con Sciarra a bordo del helicóptero. Torpeza y lentitud hacen de estas escenas algo poco agradable a la vista, sin mencionar que algunos efectos especiales simplemente no se ven a la altura.

En pocas palabras, Spectre es un enorme y rotundo desaire. Inconsistente, aburrida, poco emocionante y sin ningún trasfondo valioso, la nueva película del 007 termina de forma poco decorosa un relato que tenía para mucho más. Craig y Mendes se van por la puerta de atrás con un trabajo que carece de inspiración y vida propia; apática es el adjetivo que mejor la describe. Veremos ahora qué pasa con Bond.

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