Everest: la obsesión con la veracidad de los hechos

En una época en que las cintas basadas en hechos reales parecen ser una necesidad, los hechos ocurridos en el pico más alto del mundo en mayo de 1996 clamaban por llegar a la pantalla grande simplemente por tal hecho, no para contar realmente una historia, vicio que corroe la narrativa de nuestros tiempos. Con esto en cuenta, Everest, dirigida por el islandés Baltasar Kormákur, es un ejercicio de recreación sin sentido alguno en el que la única preocupación es apegarse a una serie de acontecimientos que, al final, no desarrollan en lo absoluto a una serie de personajes ya de por sí planos y sujetos a una simplona trama. Si bien se trata de una decente producción sin aparentes defectos técnicos graves, Everest es todo menos memorable.

En marzo de 1996, una compañía llamada Adventure Consultants prepara su expedición anual para tratar de alcanzar la cima del Everest. Entre los aventureros se encuentran Rob Hall (Jason Clarke), guía y padre de familia que espera a su primera hija; Beck Weathers (Josh Brolin), un experimentado escalador con problemas matrimoniales; Doug Hansen (John Hawkes), un tipo común y corriente que volverá a la montaña tras fracasar anteriormente y Yasuko Namba (Naoko Mori), una veterana que ha subido a seis de los siete grandes picos. Y así, después de que el grupo escala exitosamente la montaña, una súbita tormenta los deja varados y a merced de la inclemente naturaleza.

Es difícil poder involucrarse con una película como Everest, no porque el desenlace ya no sea ningún secreto, sino por una pobre caracterización de los personajes, de los cuales ninguno tiene el peso suficiente como para cargarse la historia a los hombros. El elenco está extrañamente conformado por una plétora de estrellas, lo que nos hace volver a pensar en lo poco atractivo que llegan a ser estos individuos. ¿Keira Knightley como la esposa impotente? ¿Sam Worthington como un escalador que apenas y aparece unos cuantos minutos? Parece que su poder como estrellas simplemente deslumbró a Kormákur. Por otro lado, actores probados como Hawkes y Brolin no logran desplegar en ningún momento todo su talento con papeles tan limitados y unidimensionales. Ambos simplemente representan una motivación para escalar la montaña, pero las razones detrás de ello nos dicen nada o muy poco sobre su persona.


El caso de Jake Gyllenhaal es quizá el más extraño de la cinta. Su personaje luce como uno de los menos convencionales, pero su desarrollo se ve mermado por la condición que comienza a afectar su cuerpo. Una vez más, la narrativa se somete al estricto apego a la veracidad.

Es una pena que el único atractivo de Everest sea el aspecto verídico. Seguro todo mundo habrá aprendido algo sobre lo que significa emprender una aventura como esta, como el hecho de que el cuerpo sufre todo tipo de drásticos cambios al ascender a este tipo de alturas o todo lo que conlleva contratar a una agencia de turismo extremo como que la presenta la película. Es probable que como documental esto tendría un poco más de impacto en el público.


Llama la atención que uno de los guionistas sea Simon Beaufoy, ganador del Óscar y frecuente colaborador de Danny Boyle, el mismo que estuvo detrás de 127 Horas, otra película de supervivencia que sí logra involucrar al espectador gracias a la genial interpretación de James Franco, una impecable edición y a la originalidad de crear a un personaje en un espacio tan limitado y en la más difícil de las circunstancias. Vaya, incluso la vieja Viven, el relato de los sobrevivientes de los Andes, es mucho más agradable, a pesar de su "final feliz", que la obra en cuestión.

Lo único que se puede destacar en esta ocasión es el aspecto técnico. Leyendo un poco sobre la producción, uno puede darse cuenta que fue una tarea sumamente difícil poder filmar en terrenos poco accesibles y con el clima en contra. Sin embargo, Kormákur y su equipo salieron adelante gracias a una gran perseverancia y un poco de suerte. Los efectos especiales también ayudan bastante, pues en todo momento los fondos y los personajes se mueven con un fluidez casi perfecta.

Everest es una cinta más del hombre contra la naturaleza que falla al momento de explicar el verdadero conflicto de luchar contra algo que simplemente nos destruirá no importa lo que hagamos. Si bien no nos topamos con un final feliz del todo, esto solo se debe porque así sucedieron realmente las cosas, no por un propósito narrativo. Los cineastas que quieran incursionar en este género deberían de pedirle consejos a Jeff Nichols, ya que con su Take Shelter, el director logró con gran maestría moldear a un complejo y perturbado personaje en medio de la inminente llegada de algo mucho más grande que él y que en definitiva nunca podrá vencer. 

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