El final de Hannibal: la comunión de sangre y la ira del cordero

Después de su repentina y polémica cancelación, Hannibal ha llegado a su fin con tan solo un par de años al aire. Innovadora, arriesgada y sin ningún tipo de tapujo, la serie de Bryan Fuller cautivó al mundo no solo por su cuidada y vanguardista estética, sino por el refresco que dio a una figura de la cultura popular tan importante como la de Hannibal Lecter. Por supuesto, gran parte del éxito de la crítica se debe a la magnífica y enigmática interpretación del gran Mads Mikkelsen como el refinado psicópata, a quien aprendimos a amar durante todo este tiempo.

Pero habrá que aceptar también que no todo fue perfecto en este serie. La tercera y última temporada, la más tambaleante de todas, vio mermada su calidad por varios motivos, entre ellos la decisión de dividirla para contar dos historias totalmente distintas. La primera, la cacería del Dr. Lecter por parte de Will Graham y Mason Verger, permanecerá como el punto más debil en todo Hannibal, pues la pretensión y la obsesión por los visuales terminaron por opacar el desarrollo de los personajes. Afortunadamente, la segunda mitad regresó más o menos a la raíces narrativas a las que Fuller y su equipo nos tenían acostumbrados, ya que con la adaptación de los sucesos del Dragón Rojo se le pudo dar una finalización a la dinámica entre Lecter y Graham.



En "La Ira del Cordero", el último episodio, podemos presenciar finalmente la realización de los protagonistas y de un círculo que se ha cerrado por completo. Pero no se puede pasar por alto ese notable sabor agridulce del que el mismo Dr. Lecter estaría orgulloso si de uno de sus platillos se tratase.

Todo comienza con la supuesta muerte del Dragón Rojo, quien la finge ante Reba, su novia ciega, para tenderle una última trampa a Will Graham. La gran astucia de Francis Dolarhyde vuelve a quedar manifiesta con su gran plan para llevar a cabo el objetivo de satisfacer al Dragón con la muerte de Will. Durante los últimos capítulos de la temporada conocimos de lleno a Dolarhyde, un hombre perturbado que veía en la perfección de los demás una impura imperfección reflejada. Rechazado y apartado de la sociedad, el hombre encontró la trascendencia a través de de William Blake y su intrincado boceto. Pero Reba fue un obstáculo más para su transformación, pues la ceguera de esta le reconfortaba y le daba una seguridad que no podría encontrar en otro lado. Es por eso que le perdona la vida. Incapaz de poder acabar con la imperfecta perfección, Dolarhyde simplemente se hizo a un costado.

Su aparente deceso dejó una sensación de insatisfacción en Will, pero la subsecuente revelación del asesino le abrió una nueva puerta del que saldría su más oscura fantasía, una de la que se percató con la muerte de Garret Jacob Hobbs: el placer de poder terminar con la vida de un malvado. Es así como se estable una frágil alianza casi profana entre dos fuerzas opuestas para asesinar a Lecter, el delator de Dolarhyde y el némesis de Will.



Obviamente, ni Jack Crawford ni Alana Bloom llegan a enterarse de las verdaderas intenciones de Will, quien propone trasladar de Lecter para que así Dolarhyde pueda intercerptarlos y llevar a cabo su cometido. Tal y como lo hizo con el Dr. Chilton, y como Hannibal lo percibe en el ambiente, Will una vez más renuente a tomar una vida ajena, deja la tarea en otras manos. Casi se puede ver la decepción en el rostro de su enemigo. ¿Hasta cuando comulgará el perturbado agente con su lado más oscuro? Las escenas en las que se presentan sus encuentros ambientados en una iglesia nos preparan para la eventual primera comunión de Will, en donde por fin podrá sucumbir ante lo que se ha convertido, esto precedido obviamente por su amigo, mentor y rival.

La única que escucha la verdadera voz de Will es Bedelia, quien no hace mucho le planteó la posibilidad de aplastar a un pajarito indefenso en lugar de ayudarlo. Pero por primera vez, a la psiquiatra no le gusta lo que escucha. El nuevo Will está decidido a llevar a cabo su plan y si en este existe un daño colateral dirigido a Bedelia simplemente no le importa. Ha decidido aplastar a la pequeña ave.

Y es así como llegamos a la secuencia final de la serie, el encuentro decisivo entre Francis, Hannibal y Will. Letal y furibundo, el Dragón Rojo atenta contra la vida de Lecter para poder completar su trasnformación, pero es el dilema en la cabeza de Will lo que le hace proteger al doctor de su agresor. Y en un frenesí sangriento lleno de violencia en donde ambos protagonistas dejan expuestos su ello más profundo, la comunión tiene lugar. Will ha abrazado a la oscuridad por completo y se ha convertido en lo que siempre temió con la muerte del Dragón Rojo.


La conclusión es el cierre del círculo. Hannibal obtiene lo que siempre quiso, sacar el lado más violento de su paciente, mientras este ha cumplido su más profunda fantasía. Un vínculo que va más allá del amor se ha creado, uno del que siempre quiso escapar. ¿Qué le queda por hacer entonces? Al no poder vivir con o sin él, Will opta por el único camino posible: la autodestrucción y el último sacrificio a lado de su viejo amigo.

Hannibal concluye de manera satisfactoria la relación entre Will Graham y Hannibal Lecter, pero queda esa espinita del tiempo y recursos que se desperdiciaron con los primeros episodios de la temporada. De cualquier manera, la serie se quedará por mucho tiempo entre nosotros y siempre será recordada como una de las mejores en la televisión en los últimos años.


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