Vaya que el género de espías ha tenido en el 2015 un año sin igual. Cintas como Kingsman, Spy, Nación Secreta, y próximamente Spectre, nos han presentando variadas historias sobre agentes secretos cada una con un enfoque totalmente distinto. Sean irreverentes comedias o espectaculares cátedras de acción, este tipo de películas ha vuelto a dominar las pantallas para el beneplácito de sus fanáticos. La última en unirse a la lista es El Agente de C.I.P.O.L., adaptación de la clásica serie televisiva de los 60 y encargada al mismísimo Guy Ritchie para materializarla. Pero si las anteriores películas de alguna forma nos regalaron propuestas relativamente frescas, C.I.P.O.L. nos sumerge en un eterno letargo lleno de estilo pero con poco contenido.
Es 1963, plena Guerra Fría. Napoleon Solo (Henry Cavill), un ladrón profesional convertido en agente secreto de la CIA, ha sido encomendado con extraer a Gaby Teller (Alicia Vikander), la hija de un científico que trabajó para los nazi y cuyo trabajo con energía nuclear podría representar un peligro para los intereses de los Estados Unidos. Con ella, la CIA espera dar con el paradero del padre. Sin embargo, ellos no los únicos con el mismo objetivo. La KGB, quien ha enviado a uno de sus mejores agentes, Illya Kuryakin (Armie Hammer), ha pactado improbablemente con su contraparte estadounidense para trabajar hacia el mismo fin. Es así como Solo, Kuryakin y Teller tendrán que infiltrarse en una organización criminal para evitar una catástrofe mundial.
Aunque El Agente de C.I.P.O.L. trata de evocar al misterio y estética de las cintas de espías de antaño, la traducción visual y narrativa la hacen lucir realmente anticuada. Es cierto que series como Misión Imposible no nos han enseñado nada nuevo, pero sí que se han llevado su acción al otro nivel sin comprometer al guión en ningún sentido. La nueva obra de Ritchie no toma ningún tipo de riesgo y no es mas que la copia de cualquier película del género del siglo pasado.
El elenco principal, conformado por Cavill, Hammer y Vikander no tiene mucho espacio para trabajar. Lo cuadrado de sus personajes les deja un rango muy pequeño para desenvolverse y ni qué decir de la química entre ellos, la cual brilla por su ausencia, sobre todo entre Vikander y Hammer, quienes se supone entablan una relación romántica tan patética como anticipada.
Ritchie apela a la pareja dispareja para presentar la relación entre Solo y Kuryakin. Rivales y con metodologías totalmente distintas, ambos preservan todavía su honor a pesar de trabajar para organizaciones para quienes los fines justifican los medios. De cualquier modo, la picardía e irreverencia de Solo entran constantemente en conflicto con lo temperamental y conservador de Kuryakin. Quizá hubiera sido un poco más interesante profundizar en la tensión de la Guerra Fría con la confrontación de sus dos ideologías políticas, las cuales sin duda se encuentran arraigadas en ellos. Si bien hay uno que otro momento en que sí logran entrar en sintonía, la mayoría del tiempo los vemos sosteniendo discusiones y conversaciones aburridas que estancan la trama considerablemente. De igual manera, el tiempo a solas entre Kuryakin y Gaby resulta incómodo de ver.
Los villanos, un matrimonio de refinados italianos simpatizantes nazis, caen inmediatamente en la interminable lista de los antagonistas genéricos. Su arrogancia, clase y aparente astucia los hace lucir como prácticamente invencibles, solo para que su eventual derrota luzca mucho más impactante, un eterno cliché que ya no tiene lugar en una película que pretende ser seria. Está también la aparición especial de Hugh Grant como Waverly, del servicio secreto británico, y la cual impresiona únicamente por el hecho de lo viejo que se ve el alguna vez famoso actor.
El Agente de C.I.P.O.L. es estilo sobre contenido. Los lujosos vestidos, los autos clásicos, los artilugios, las fiestas de lujo, las bebidas, la pantalla dividida, la música... Por momentos parece que estamos viendo una versión mucho más ligera de las películas de James Bond de la época de Pierce Brosnan. Aunque la extravagancia y frivolidad no llegan a tal punto, la subordinación de la sustancia bajo el estilo termina por concebir una obra superficial y sin ningún tipo de relevancia.
Es difícil poder aceptar el hecho de que el toque de Ritchie no se ve por ningún lado, como si se estuviera esforzando por desaparecer entre los majestuosos sets y la ropa elegante. El estilo ha sido algo que el director británico siempre ha implementado en su trabajo, tanto que su sello característico incluso fue impreso con éxito en una propiedad ajena como la de Sherlock Holmes. Pero en esta ocasión, la falta de personajes atractivos y una historia con la que el espectador realmente se pueda involucrar lo borran literalmente del panorama.
La falta de acción también viene en detrimento de la película. La única secuencia con cierta emoción es la inicial, en donde Solo ayuda a Gaby a escapar de la Alemania Oriental mientras un todavía enemigo Kuryakin los persigue. Después del comienzo, rara vez llegamos a ver una escena verdaderamente emocionante. Ni siquiera los (in)esperados giros de la trama llegan a tener impacto en el espectador.
El Agente de C.I.P.O.L. parece ser la peor película de espías del año, superando incluso a Kingsman, la cual al menos se burlaba de sí misma. La obsesión por querer recrear una época llena de glamour es la única preocupación de Ritchie, por lo que la ejecución de una trama solida y entretenida y el efectivo desarrollo de personajes queda en un muy lejano y segundo plano.
Comentarios
Publicar un comentario