No hace mucho, Tom Cruise fue protagonista de una de las más gratas sorpresas en el cine de acción de los últimos tiempos. Cuando se pensaba que no podía volver a sorprender a su público, Al Filo del Mañana demostró que sigue teniendo lo necesario para mantenerse en lo más alto. Ahora, el actor regresa a la franquicia que ha construido desde el inicio y que parece ponerse cada vez mejor conforme van pasando los años. Misión: Imposible - Nación Secreta es la quinta entrega de esta saga de espionaje que sigue manteniéndose vigente a pesar de la dura competencia en el género. Con la fórmula de siempre, pero con una muy buena ejecución, Nación Secreta sobresale como uno de mejores blockbusters del verano.
Tras frustrar el robo de un arma de destrucción masiva, Ethan Hunt (Cruise) se encuentra obsesionado con demostrar la existencia de una organización terrorista llamada El Sindicato, la cual podría estar detrás de varios terribles incidentes alrededor del mundo. Cuando se dispone a continuar con su cacería, Hunt cae presa de una trampa y termina prisionero de Solomon Lane (Sean Harris), la cabeza de El Sindicato. Afortunadamente para él, una misteriosa mujer llamada Ilsa Faust (Rebecca Ferguson), quien aparentemente trabaja para Lane, lo ayuda a escapar y a darle las pistas necesarias para frustrar los planes de Lane. Pero todo se complica cuando el IMF, la agencia para la que Hunt trabaja, se enfrenta ante el gobierno de Estados Unidos y la inminente amenaza de ser desmantelados por sus más recientes e imprudentes acciones.
En una temporada de bastantes decepciones, Nación Secreta llega como una de los pocas secuelas del año que si bien no han sido alabada unánimemente, sí que se ha mantenido a flote con buenas críticas, números decentes y una historia fiel a la saga, la cual no pretende darle un nuevo giro, sino simplemente continuar con lo que se ha construido en los últimos años, esto con J. J. Abrams a la cabeza. El creador de series como Lost y Alias ha sido el elegido para dotar de nueva vida a algunas de las franquicias más queridas del cine, como Misión: Imposible, Star Trek y próximamente Star Wars. Como director en Misión: Imposible III y como productor en las siguientes, el trabajo de Abrams se ha caracterizado por la creación de un pequeño universo con reglas muy claras, pero que al mismo tiempo permiten jugar con todo los elementos que integran al mismo.
En esta quinta película, las riendas fueron tomadas por Christopher McQuarrie, guionista de Al Filo del Mañana y a quien Cruise no dudó en reclutar para darle una nueva oportunidad en el banquillo del director. SPOILER ADELANTE Con un guión también de su autoría, McQuarrie enfrenta al protagonista con la horma de su zapato, Ilsa Faust, una doble agente que igualmente busca acabar con Sane, pero con sus propios métodos, los cuales involucran a Hunt como su conejillo de Indias. TERMINA SPOILER La inclusión de Rebecca Ferguson como la habilidosa agente, y cuyas intenciones no son del todo claros, es quizá el ingrediente más emocionante de la cinta. Sin la necesidad de reducirla a un interés romántico de Hunt o de encerrarla en la insufrible categoría de damisela en apuros, la impredecibilidad y astucia de Faust atraen la mayor parte de tensión de la trama. Sobra decir que la actuación de la actriz sueca es más que convincente.
Como en cada entrega de la serie, Hunt vuelve a echar mano de un equipo para cumplir con su misión. En esta ocasión, Simon Pegg y Ving Rhames, sus ya inseparables compañeros, vuelven como Benji y Luther respectivamente para darle el apoyo necesario. Pegg, quien aporta buena dosis de la comedia de la cinta, nunca parece fuera de sintonía y sus bromas tampoco nos hacen voltear los ojos. Por otro lado, Rhames se mantiene al margen con una sobria intervención pero que también trae consigo uno que otro chiste. Probablemente el que desentona un poco en toda la dinámica es Jeremy Renner, quien fuera esencial en la película pasada y que ahora vio su papel reducido considerablemente. Está claro que el guión no es perfecto y es el rol de Renner uno de los aspectos más criticables por la cierta irrelevancia que lo rodea.
Esto no se llamaría Misión: Imposible si no tuviera la ya famosa secuencia en la que todo el equipo se embarca, valga la redundancia, en una misión literalmente imposible. Nación Secreta ve a Hunt y a los demás infiltrarse en una fábrica en Marruecos para robar unos archivos escondidos en una bóveda bajo a agua a presión. A diferencia de las pasadas cintas, la incursión carece de la tensión necesaria y es que esta no enaltece en gran medida la habilidad de los participantes, como lo fue en aquella secuencia del Burj Khalifa de Protocolo Fantasma o la más memorables de todas, cuando Hunt se mantiene suspendido boca arriba en una sala que mide la temperatura y el sonido en Misión: Imposible. Aunque funciona, se esperaba mucho más.
A diferencia de Jason Bourne y la última versión de James Bond, la serie protagonizada por Ethan Hunt encuentra en lo exagerado y hasta lo ridículo su mayor virtud. Misión: Imposible nunca se ha tomado tan en serio a sí misma; aquí no hay dramas existencias, no hay búsqueda de la identidad, simplemente se trata de un tipo que tiene que hacer su trabajo y punto. Es así como se pueden tomar varias bondades, como esas tomas que aprovechan al máximo la belleza de Ferguson, los espectaculares e improbables gadgets y dispositivos (como esa máquina que puede leer la forma de caminar de una persona) y las salvaciones de último minuto. La franquicia en ningún momento busca emular a Bourne o a Bond, simplemente trata de apegarse a lo suyo.
Si bien no hay mucho contenido narrativo del cual podamos escarbar, sí que podemos encontrar una temática en la superficie, el vínculo que une a Hunt y Faust más allá de lo romántico. Tal y como su nombre lo indica, Faust ha vendido su alma a aquellos más poderosas que ella y que no se detendrán a pensar en ella ni un segundo al momento de buscar sus propios intereses. Hunt se identifica con ello rápidamente, pues a pesar de seguir jurando lealtad al IMF, algo dentro de él le hace dudar si continuar es lo mejoro o si es la libertad lo que realmente añora. El conflicto interno, por más que leve que sea, está ahí.
A pesar de algunos tambaleos, Nación Secreta es posiblemente la mejor entrada de la popular serie de espías. Con espectaculares secuencias con efectos prácticos, como la del avión, en la que el mismo Cruise hizo su stunt, decentes actuaciones y una muy buena dirección, Misión: Imposible apenas y presenta señales de envejecimiento. Sin recurrir a rebuscadas historias ni innecesarios giros, la franquicia se mantiene a salvo, al menos por ahora.
Como en cada entrega de la serie, Hunt vuelve a echar mano de un equipo para cumplir con su misión. En esta ocasión, Simon Pegg y Ving Rhames, sus ya inseparables compañeros, vuelven como Benji y Luther respectivamente para darle el apoyo necesario. Pegg, quien aporta buena dosis de la comedia de la cinta, nunca parece fuera de sintonía y sus bromas tampoco nos hacen voltear los ojos. Por otro lado, Rhames se mantiene al margen con una sobria intervención pero que también trae consigo uno que otro chiste. Probablemente el que desentona un poco en toda la dinámica es Jeremy Renner, quien fuera esencial en la película pasada y que ahora vio su papel reducido considerablemente. Está claro que el guión no es perfecto y es el rol de Renner uno de los aspectos más criticables por la cierta irrelevancia que lo rodea.
Esto no se llamaría Misión: Imposible si no tuviera la ya famosa secuencia en la que todo el equipo se embarca, valga la redundancia, en una misión literalmente imposible. Nación Secreta ve a Hunt y a los demás infiltrarse en una fábrica en Marruecos para robar unos archivos escondidos en una bóveda bajo a agua a presión. A diferencia de las pasadas cintas, la incursión carece de la tensión necesaria y es que esta no enaltece en gran medida la habilidad de los participantes, como lo fue en aquella secuencia del Burj Khalifa de Protocolo Fantasma o la más memorables de todas, cuando Hunt se mantiene suspendido boca arriba en una sala que mide la temperatura y el sonido en Misión: Imposible. Aunque funciona, se esperaba mucho más.
A diferencia de Jason Bourne y la última versión de James Bond, la serie protagonizada por Ethan Hunt encuentra en lo exagerado y hasta lo ridículo su mayor virtud. Misión: Imposible nunca se ha tomado tan en serio a sí misma; aquí no hay dramas existencias, no hay búsqueda de la identidad, simplemente se trata de un tipo que tiene que hacer su trabajo y punto. Es así como se pueden tomar varias bondades, como esas tomas que aprovechan al máximo la belleza de Ferguson, los espectaculares e improbables gadgets y dispositivos (como esa máquina que puede leer la forma de caminar de una persona) y las salvaciones de último minuto. La franquicia en ningún momento busca emular a Bourne o a Bond, simplemente trata de apegarse a lo suyo.
Si bien no hay mucho contenido narrativo del cual podamos escarbar, sí que podemos encontrar una temática en la superficie, el vínculo que une a Hunt y Faust más allá de lo romántico. Tal y como su nombre lo indica, Faust ha vendido su alma a aquellos más poderosas que ella y que no se detendrán a pensar en ella ni un segundo al momento de buscar sus propios intereses. Hunt se identifica con ello rápidamente, pues a pesar de seguir jurando lealtad al IMF, algo dentro de él le hace dudar si continuar es lo mejoro o si es la libertad lo que realmente añora. El conflicto interno, por más que leve que sea, está ahí.
A pesar de algunos tambaleos, Nación Secreta es posiblemente la mejor entrada de la popular serie de espías. Con espectaculares secuencias con efectos prácticos, como la del avión, en la que el mismo Cruise hizo su stunt, decentes actuaciones y una muy buena dirección, Misión: Imposible apenas y presenta señales de envejecimiento. Sin recurrir a rebuscadas historias ni innecesarios giros, la franquicia se mantiene a salvo, al menos por ahora.
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