Ojos Grandes

2003 podría ser recordado como el año en que Tim Burton hizo su última buena película. Si miramos con detenimiento su filmografía, nos daremos cuenta que fue en su etapa inicial cuando el famoso director cautivó al mundo con su versión de Batman, la incomprendida Ed Wood y con los clásicos Beetlejuice y El Joven Manos de Tijera. Otro dato que llamará bastante la atención es que ha pasado más de una década desde que el ya veterano realizador nos entregó una obra que cumplió finalmente con las expectativas que rodeaban a su persona y al talento que alguna vez demostró. A parte de Big Fish, lo demás deja bastante que desear. Ojos Grandes, su nuevo trabajo, afortunadamente deja de lado la ridiculez de Alicia en el País de las Maravillas y Sombras Tenebrosas, pero dista mucho de estar cerca de sus mejores tiempos.

Basada en una historia real (para variar), la película narra los acontecimientos que rodearon una notable estafa artística de los años 50. Margaret Ulbrich (Amy Adams) es una mujer divorciada y madre soltera. A la par de criar a su hija y tener un trabajo que les dé de comer, Margaret es una devota pintora con un estilo muy particular, uno en el que todos sus personajes presentan enormes y llamativos ojos. Al mudarse a San Francisco, la pintora conoce a Walter Keane (Christoph Waltz) un carismático artista del que pronto cae enamorada. Mientas el hombre trata de exponer la obra de ambos, las pinturas de Margaret comienzan llamar la atención entre la gente debido a un altercado que las involucraba; así, estas rápidamente comienzan a venderse. Al estar en boga de todos, Walter aprovecha la oportunidad y toma el crédito por todo el trabajo. Aunque inconforme, su mujer acepta seguir con la farsa, pero será la insaciable ambición de su ahora esposo lo que termine por hacer la situación totalmente insostenible.

Alejándose de la fantasía que ha influido prácticamente toda su trayectoria, Burton retoma la línea de la que muchos consideran es una de sus mejores películas, Ed Wood. En ella, el director cuenta la historia del que es considerado uno de los peores cineastas de todos los tiempos, una en donde drama y comedia se entrelazan mientras un incomprendido personaje trata de expresar sus ideas. Margaret bien podría sentirse identificado con él, pues el nulo reconocimiento e interés que todos muestran por su trabajo le ha pegado duro en el autoestima. En sí la premisa no suena mal, pero es la pobre y desgastada ejecución lo que termina por hacer de Ojos Grandes una pieza para el olvido.

Uno de los grandes problemas de esta película es la notable falta de conexión entre los protagonistas. Sí, Adams tiene el papel de la mujer sumisa y triste que no puede tomar acción por sí misma, mientras que Waltz toma la batuta como el encantador, manipulador y malvado estafador. La cuestión está en que estos dos actores nunca logran entrar en sintonía, la balanza siempre está del lado de Waltz, pero no por la mejor de las razones, pues la exageración que inyecta al personaje lo vuelve uno sumamente caricaturesco y totalmente fuera de lugar. Por otro lado, la apática actuación de Adams solo provoca bostezos y que realmente nunca sintamos simpatía o siquiera lástima por su lastimera vida. Y si así son los estelares, ni hablar de los secundarios, quienes simplemente existen sin aportar algo valioso más que someterse a las necesidades del guión. Un buen ejemplo de ello es la pequeña hija de Margaret, cuya casi fantasmal presencia en un principio resulta hasta un poco tenebrosa.

Burton y sus guionistas, coincidentemente los mismos que trabajaron con él en Ed Wood, pierden demasiado tiempo en narrar todos los acontecimientos de la farsa; en sí esto parece la cinta biográfica de Walter Keane, lo cual no está mal, pero no cabe duda de que el hecho de haber ido más a fondo en el conflicto interno de Margaret por haberse prestado a esta estafa hubiera aportado mucho más contenido a todo el asunto. Desde luego está también la cuestión del arte de Margaret. Burton no trata de emitir un juicio al respecto; sin embargo, la tibieza de esto deja bastante al aire al tratar de sostener la trama en lo mero morboso y sensacionalista.


Ojos Grandes está llena de estereotipos. La artista incomprendida, el bohemio farsante, los críticos esnobs... Al final y según Burton, cada quien recibe lo que merece, cosa que indudablemente refuerza los clichés que definen a sus personajes.

Quizá en donde más o menos la película acierta es en mostrar esa transformación del arte como un producto industrial consumible y desechable. Con una buena cantidad de referencias a la obra de Andy Warhol, el director se permite hacer una pequeña crítica de lo que es kitsch, el buen gusto y el verdadero valor del arte dentro de una sociedad capitalista en donde las modas y las tendencias marcan el rumbo de la misma. En sí, Walter Keane es una burda representación del concepto de la comercialización del arte, pero una a fin de cuentas que reflexiona sobre la masificación de una idea que de pronto ya no tiene ningún significado.

Lo visual siempre destaca en una producción de Tim Burton, y esta obviamente no es la excepción. Los colores pastel y lo ostentoso de algunas escenas nos recuerdan inmediatamente a Wes Anderson y El Gran Hotel Budapest. De igual manera, los vestuarios, los peinados y ese ambiente suburbano presente sobre todo en los momentos iniciales nos transportan al confortable y rigurosamente simétrico barrio hogar de Edward Manos de Tijera. 

Si bien la trama tiene uno o dos instantes divertidos, estos quedan completamente relegados con el supuesto clímax de la historia, en donde un juicio finalmente determina quién es el verdadero autor de todas las pinturas. Creando tensión en donde realmente no existe, Burton y sus guionistas se empeñan en tratar de lograr una dramática conclusión que en sí no tiene sentido y que resulta obvia desde un comienzo. Las últimas escenas igualmente buscan ser un espacio para Waltz y su comedia física, la cual no es mas que un rotundo fracaso. El célebre actor ha tenido varios tropiezos en su carrera y no queda duda de que este es uno más.

Ojos Grandes es una aburrida y bastante superficial película que no va más allá de lo aparente. Tim Burton continúa a la baja y sus siguientes proyectos no parecen que vayan lograr un resurgimiento en él. Puede que lo ya hayamos perdido para siempre.

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