RoboCop: una nueva versión del clásico

RoboCop es uno de esos personajes que ha tenido distintas encarnaciones en una gran variedad de plataformas de entretenimiento: películas, series, cómics, videojuegos, juguetes, etc. Cualquier diría que ya hemos conocido a esta figura lo bastante bien como para asegurar que ya no hay algún otro aspecto de él que nos pueda sorprender. ¿Qué es entonces lo que la nueva película de la franquicia nos puede ofrecer?

El anuncio del remake de la inolvidable cinta de los 80 fue recibido negativamente en su mayoría. ¿Cómo era posible que Hollywood decidiera masacrar uno de los clásicos de acción y ciencia ficción más queridos de la historia? A estas alturas, este tipo de decisiones resultan cada vez más frecuentes, así que la resignación resultaba más apropiada que la indignación. Solo quedaba esperar.

¿Un traje negro, nuevos personajes, la ausencia de otros y una nueva historia? Ni siquiera la presencia del aclamado director brasileño José Padilha (Tropa de Élite) resultaba convincente para todos los que temían un rotundo fracaso. ¿Se respetaría la ironía, violencia y sadismo presentes en la original? Padilha y todo su equipo tenían un gran reto por delante.

Y así, tomándose ciertas libertades, olvidándose de algunos aspectos, pero trayendo consigo nuevas cosas a la mesa, Padilha nos ha regalado una versión muy peculiar del origen del atormentado súper policía, la cual no supera en realidad a su contraparte; sin embargo, logra su cometido al darnos otra perspectiva del viaje de Alex Murphy hacia su nueva identidad.


En el año 2028, la empresa OmniCorp es el mayor contratista militar del mundo, esto gracias a sus grandes avances en robótica que han permitido pacificar varias regiones del planeta con sus sofisticados drones, robots y demás máquinas con inteligencia artificial. El único mercado al que no han logrado accesar es, irónicamente, su sede, Estados Unidos. Para tratar de cambiar la percepción política del uso de este tipo de tecnología en suelo estadounidense, el CEO de la empresa, Raymond Sellars (Michael Keaton), ordena a su equipo la creación de un nuevo producto, uno que sea hombre y máquina a la vez para así lograr la simpatía de la ciudadanía y buscar darle la vuelta a las leyes que lo impiden.

Sí, nada de esto lo vimos en la original y puede que suene un poco pesado, aburrido o todo un embrollo sin sentido, pero la verdad es que toda el contenido político que se le ha insertado a la trama nos hace inmediatamente referirnos a nuestra época, en donde las decisiones de muy pocos parecen afectar las vides de miles. Y por supuesto está el asunto de la mercadotecnia y la publicidad, con los que el director trata de hacer ver los extremos a los que una transnacional estaría dispuesta a llegar con tal de hacer más dinero.

Paralelamente conocemos a Alex Murphy (Joel Kinnaman), un entregado y honesto policía el cual trata de limpiar Detroit no solo de los criminales que la azotan, sino también de todos sus compañeros corruptos en el departamento. Tras haber estado cerca de capturar a uno de los mafiosos más poderosos de la ciudad, sus secuaces le tienden una mortal trampa que lo dejan mutilado, incapacitado de por vida y con todo sus sueños rotos. Así, OmniCorp elige a Murphy para el nuevo proyecto robótico, el cual lo verá convertirse en el primer hombre dentro de una máquina.


Aunque el origen de RoboCop sea distinto en esta nueva versión, las motivaciones que siguen moviendo la persona de Murphy siguen siendo la mismas: la venganza y el deseo de estar su familia, las cuales lo aferran todavía a esa poca humanidad que le queda. Y es este precisamente uno de los aspectos más destacados de la cinta, pues en lugar de convertirlo completamente en una máquina desde el comienzo, tal y como sucede en la original; en esta ocasión, a Murphy se le va desfragmentando poco a poco de todo lo que lo hace humano, hasta el punto de volverlo una máquina de guerra letal que solo obedece órdenes. Si bien la forma en que Murphy se da cuenta todavía de que guarda sentimientos en su cabeza resulta muy efectiva en la original, ahora al protagonista se le extirpa poco a poco de todo lo que tiene dejándole ver que es su única opción para seguir viviendo y estar con su familia, aunque más tarde todo esto resulte una mentira. Una escena en particular, en la que se le muestra a Murphy como un despojo en lo que lo único orgánico que le queda son sus pulmones, su corazón, una mano y su cabeza, es quizá uno de los momentos más impactantes y convincentes de la película. Al hombre lo único que le queda es adaptarse y seguir pensando en su familia.

En esta versión podemos conocer más a fondo al personaje de Murphy y no al de RoboCop. El rol que tiene su familia, y sobre todo su esposa (Abbie Cornish) son fundamentales para la historia y para mostrarnos ese lado afectivo del que apenas de nos da un esbozo en la original.

El desenlace llega prácticamente al mismo punto que la obra dirigida por Paul Verhoeven, aunque hay algunos cosas que realmente sí se extrañan de esta. Una de ellas es elemento antagónico. Si bien el conflicto interno de Murphy resulta preponderante, el papel de los villanos queda muy por debajo de la expectativa. El sadismo que enarbolaba la cinta de 1987 casi ha quedado de lado, presentando en su lugar a dos antagonista que realmente no aportan algo significativo al desarrolla integral del personaje.

Para los que preguntan por su eterna compañera Lewis, quizá salgan un poco decepcionados.

Por otro lado, una de las adiciones más interesantes a la cinta es la que está a cargo de Gary Oldman, quien interpreta a Dennett Norton, el doctor y científico encargado de la concepción de RoboCop. Su rol casi paternal sirve como una luz al final del túnel en el camino de Murphy hacia la deshumanización, y su ayuda resulta igualmente fundamental para que esta pueda cumplir sus objetivos.

Finalmente, no podemos dejar de hablar de la inclusión de Samuel L. Jackson, quien interpreta a un líder de opinión que aparece por momentos de la película en segmentos de un programa televisivo de política ficticio en el que se apoya directa y cíncamente las iniciativas de OmniCorp. Aunque el tono pueda ser percibido como sumamente exagerado, sus apariciones hacen eco de esa irónica y sátira presente en al original, la cual resultaba una crítica social y política de los tiempos.

"I'd buy that for a dollar!" y hasta un poco más por esta cinta, que en ningún momento falta al respeto al clásico y aunque tampoco logra superarlo, se aprecia que directores como Padilha traten de hacer un homenaje en lugar de saturar la pantalla con acción sin sentido y una trama poco atractiva.

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