Dallas Buyers Club es una de esas pequeñas películas que inmediatamente se convierten en algo mucho mayor por las distintas circunstancias que la rodean. Las interpretaciones de sus protagónicos, los estragos físicos a los que se sometieron para poder meterse en sus papeles y un tema delicado de interés general eran los ingredientes para que esta cinta se volviera todo un éxito popular. Y en efecto, la obra logró colarse entre el gusto del público debido a sus temáticas universales, y es este quizá el mayor problema de la nueva obra de Jean-Marc Vallé, pues aunque a simple vista parezca una buena película, esta termina por ser completamente convencional y ordinaria a pesar de algunos forzados atisbos artísticos
Ron Woodroof (Matthew McConaughey), un vaquero por hobbie y electricista de profesión, es un hombre amante del sexo y las drogas. Justo en la primer escena lo encontramos disfrutando de sus dos más grandes pasiones: el rodeo y el sexo casual. Es 1985, la epidemia del SIDA poco a poco se esparce por el mundo y sujetos como Woodroof se vuelven los blancos perfectos de esta terrible enfermedad. Tras un accidente laboral, se le practican unos exámenes rutinarios de sangre en los que se le descubre la presencia del VIH. Debido a la falsa creencia popular de la época en la que se creía que el SIDA era una enfermedad exclusiva de la comunidad homosexual, el carácter homofóbico de Woodroof le impide creer no solo que la padece, sino que le quedan cerca de 30 días de vida según los médicos que lo han atendido. Así, completamente negado a morir, Woodroof comienza a hacer todo lo posible por encontrar una cura.
Como era de esperarse de una cinta basada en hechos reales de esta categoría, las fórmulas narrativas pronto limitan todo el trabajo cinematográfico convirtiéndola en un cuento inspiracional que trasciende orientación sexual, creencia, estatus social, bla, bla, bla... Aún así, el verdadero valor de Dallas Buyers Club está en las actuaciones de McConaughey y Jared Leto, quien interpreta a Rayon, un travesti adicto a las drogas que también busca, aunque de una manera distinta, un forma de llevar pacíficamente su padecimiento (también está contagiado con SIDA).
Por supuesto, Vallé se vale del concepto de la "pareja dispareja" para hacer crecer a los personajes. Un homofóbico y un travesti unen esfuerzos para montar un negocio de venta de medicamentos no aprobados por el gobierno, todo esto para ayudar a todos los contagiados con el VIH que no han logrado encontrar alivio en las agresivas y costosas medicinas ofrecidas por las multinacionales farmacéuticas. Y sí, ambos aprenderán en el camino sobre el otro y cambiarán su perspectiva sobre los conceptos que tenían de la vida. Por más trillado que suene, son las grandes interpretaciones de estos dos actores, ganadores del Óscar, lo que mantienen a flote toda la historia y realmente la vuelven algo digno de ver. Resulta interesante apreciar cómo tantos estereotipos están presentes en Ron Woodroof: el mujeriego, el machista, el homofóbico, el drogadicto, el redneck, el vaquero... "The king of the fucking rodeo", tal y como él se describe a sí mismo. Es la manera en que todos estos le aportan una gran dimensionalidad al personaje lo que lo vuelve sumamente atractivo, ¿por qué? sencillamente por la razón de que el SIDA pone en duda todo lo que él cree de la sociedad y de sí mismo. De estar del lado de los que despreciaban y atacaban a los homosexuales, Woodroof ahora golpea a sus ex amigos para que le den la mano a Rayon.
Por otro lado, el personaje de Jared Leto hace eco del igual de decadente Harry Goldfarb, de Requiem por un Sueño, pues aunque no tiene nada qué ver con la sexualidad, su adicción a las drogas hace más o menos los mismos estragos físicos en su persona. No cabe duda que Leto entiende a la perfección como mostrar la angustia y desesperación en pantalla.
Está de más hablar sobre su apariencia física en esta película, ya que restaría importancia a sus muy buenas interpretaciones, pero sí hay de admitir el impacto que causa ver a un McConaughey casi en los huesos.
Cuando la cinta se apega a las fórmulas es cuando más convincente resulta y los momentos en los que el director trata de lucir su lado artístico son sin duda los más débiles. Me refiero particularmente a una escena en la que Woodroof se encuentra en el centro médico clandestino mexicano donde se abastece de medicinas; ahí, encuentra un cuarto lleno de mariposas que son usadas para fines médicos. Al entrar a la habitación, estas rápidamente se posan sobre él haciéndolo sentir libre y en paz, una completa redundancia de la batalla que ya está librando no solo contra sí mismo sino con el sistema.
En suma, Dallas Buyers Club es una película que logra su cometido, pero queda muy lejos de poder cautivar y emocionar realmente. Podrá llegar a conmover a algunos, pero a pesar de las excelentes actuaciones de sus protagonistas, no hay nada más que resaltar de esta obra.
Está de más hablar sobre su apariencia física en esta película, ya que restaría importancia a sus muy buenas interpretaciones, pero sí hay de admitir el impacto que causa ver a un McConaughey casi en los huesos.
Cuando la cinta se apega a las fórmulas es cuando más convincente resulta y los momentos en los que el director trata de lucir su lado artístico son sin duda los más débiles. Me refiero particularmente a una escena en la que Woodroof se encuentra en el centro médico clandestino mexicano donde se abastece de medicinas; ahí, encuentra un cuarto lleno de mariposas que son usadas para fines médicos. Al entrar a la habitación, estas rápidamente se posan sobre él haciéndolo sentir libre y en paz, una completa redundancia de la batalla que ya está librando no solo contra sí mismo sino con el sistema.
En suma, Dallas Buyers Club es una película que logra su cometido, pero queda muy lejos de poder cautivar y emocionar realmente. Podrá llegar a conmover a algunos, pero a pesar de las excelentes actuaciones de sus protagonistas, no hay nada más que resaltar de esta obra.
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