La Dama de Hierro

Cuando alguien se encomienda en realizar una cinta sobre una de las figuras más importantes del panorama mundial contemporáneo, existe una delicada línea de interpretación que difícilmente dejará una satisfacción universal.

"La Dama de Hierro" narra la vida de Margaret Thatcher, la primera y única Primer Ministro británica hasta el día de hoy. Famosa por la mano dura que implementó durante su gobierno y por la imagen que proyectó de su país ante el mundo, Thatcher se convirtió en una de las figuras más prominentes de la escena política mundial a finales del siglo pasado. Meryl Streep fue la elegida para interpretar a semejante figura y desde el principio resultaba obvio que la actriz se echaría al hombre la película. Después de verla, no sólo lo corroboro sino me doy cuenta que no fue suficiente y que el buen trabajo de Streep es arrastrado por las constantes inconsistencias a lo largo de la cinta.

Thatcher se nos presenta en tiempos recientes mucho tiempo después de haber dejado el cargo. Decrépita, al borde de la demencia y alucinando con su difunto esposo, la acabada mujer recuerda los momentos más intensos de su vida al mismo tiempo que se encuentra lidiando en el presente con la incontenible memoria de su esposo.
Similar a lo que vimos en "J.Edgar", la directora de la cinta, Phyllida Lloyd, hace un intento por darle a su narrativa un toque poco convencional al entrelazar tiempos distintos, presentando primero el desenlace del personaje y llevándonos luego a conocer las razones de su actual condición. Sin embargo, Lloyd se pierde en el camino y parece realmente confundida al tratar de darle cohesión a la cinta. A lo largo de casi 2 horas, nos topamos con un caos cinematográfico muy notorio.

Durante la retrospectiva de su vida, Lloyd nos deja muy claro la postura política del personaje y de todos los ideales que la llevaron a dirigir a su país pero todo el aspecto personal de Thatcher es omitido flagrantemente y no es más que su juventud la que nos deja ver un vago esbozo de lo que definió su carácter. Aunque es realmente la vida política de Thatcher la que definió su legado, es interesante saber que su extrema convicción política la alejó de aspectos sumamente importantes de su condición humana, lo cual sólo se nos explica con una escueta escena con su marido e hija, sumidos en el olvido por la aspiración de la madre.

La pregunta importante es ¿Qué es lo que nos quiere dar a entender Lloyd con su película? ¿Que Thatcher fue una figura importantísima de la historia británica? ¿Que fue una medida necesaria para cambiar el rumbo de su sociedad? ¿Que fue una mala madre, una mala esposa, frágil y como cualquier otra persona? Las respuestas a estas preguntas se diluyen junto a todo lo que rodea a Streep en la película y no hay elemento para juzgar esta cinta más que la gran actuación de la estadounidense.

Por momentos tenemos breves destellos de creatividad fílmica, especialmente en donde Thatcher parece haber perdido el apoyo de todo su equipo y donde su mirada política la ha llevado ya al extremo de querer dirigir a su país ella sola. Las tomas nos dejan ver el temor de cada uno de los integrantes de su gabinete y los ángulos demuestra una clara tensión en la sala. Los gestos y movimientos de Streep son soberbios y el desenlace de la escena marca el principio del fin de la carrera la funcionaria.

En suma, Phylilla Loyd queda a deber con este trabajo. La postura de la cinta nunca queda claro y no sabemos si estamos ante un mensaje feminista o ante una mirada humanista de una figura casi mítica. Bravo por Streep que hace una labor memorable, lástima por esta cinta quedará en el olvido en muy poco tiempo.

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