Pocas son las bandas que mantienen el concepto de rock n’
roll muy arraigado en su afluente creativo. La vanguardia musical ha tomado un
camino que quizá a muchos no les agrade pero tipos como Christopher Owens
mantienen viva la esperanza de que el rock n’ roll no ha muerto.
El viernes, un puñado de personas fuimos testigos de esto, de
cómo Owens y compañía son capaces de estimular corazones con los instrumentos
usuales, una gran pasión y sin ninguna pretensión de por medio.
Fue Torreblanca la que comenzó la noche a la hora pactada. La
banda capitalina se mostró paciente y emocionada. El público la respetó y hasta
cantaba con ellos en diversos momentos. Quedé gratamente sorprendido a decir
verdad. Vi con muy buen ojo que la banda se abstenga de usar guitarras y en su
lugar, instrumentos de aire como la flauta o el saxofón o el acordeón, llenen
ese espacio. Los teclados son quizá la espina dorsal de la mayoría de sus temas
y el vocalista, a cargo de ellos, cumplió con el beneplácito de los asistentes.
Después de alrededor de 6 temas y otra espera de media hora,
la banda de San Francisco subió a un escenario adornado con una docena de ramos
florales y algunas cervezas por ahí, seguramente muy frías.
Con sólo un breve saludo, Owens y Chet White comenzaron la velada con “Alex”. La banda, ya en cada de
una de sus posiciones fue magnífica en todo momento. El otro guitarrista,
encargado de los riffs y solos fue de lo destacado de la noche. Con un Owens
todavía buscándose en el escenario, se le veía un poco tímido encontrándose a
menudo con su compañero en la guitarra.
Fue en el siguiente tema, “Honey Bunny”, que la magia
comenzaba. Con un gran riff de inicio, Owens nos complacía con el primer
sencillo de su nuevo álbum y con una vibra reminiscente de su primer trabajo
pero cargado de una gran actitud y enjundia que vimos muy poco en el “Album” La
euforia fue generalizada y el público cantaba emocionada “They don’t like my
dirty hair, or the stuff that I say o r the stuff that i’m on…” Grandes líneas
con gran, gran actitud rock n’rollesca.
“My Ma” fue un clímax anticipado. La tranquilidad con lo que
todo comienza contrasta soberbiamente con el gran solo de guitarra que tenemos
por la mitad del tema. No podemos encontrar más que pura melancolía y ese
sentimiento acerca de las mujeres del que Owens habla tanto, ya sea para su
madre o alguna otra chica en su vida. Sin duda uno de los momentos más
conmovedores de la noche.
“Heartbreaker” se hacía sonar al compás de las percusiones y
las guitarras se unían en una perfecta sincronización que sólo esperaba la voz
de Owens para completar la ejecución. Una gran canción de amor de su primer EP
fue muy bien recibida por el público.
De su primer disco, pudimos escuchar “Laura”, que igualmente
tuvo una calurosa recepción y nos mostraba esa etapa de Owens en la que trataba
de hacerse sentir, gritarle al mundo que estaba aquí. La madurez entre su
primer y segundo álbum es impresionante y digna de mencionar.
“Vomit” fue uno de los momentos más espeluznantes de la
noche. Los lúgubres acordes de guitarra del inicio eran acompañados por un
Owens sumamente concentrado y con la pasión a tope. La banda los encontraba un
poco más adelante con un impresionante despliegue de habilidad y con una
significativa crudeza. Los riffs fueron espectaculares y era imposible no
sentir escalofríos con este gran tema.
Otro corte del “Album” fue “Darling”, una pieza discreta que
sirvió como puente para una de las más esperadas de la noche “Lust For Life”,
en donde Owens comenzaba con su guitarra el sólo y cantando notable
sentimiento. Así fueron los primeros momentos de la canción, despacio pero con
la suficiente emoción de por medio. Cuando la banda se unió, todo se aceleró y
la gente ya no paraba de saltar. Con un emotivo final, Owens ya se mostraba
totalmente desenvuelto y disfrutando realmente del momento.
“Love Like a River” fue otro instante de nostalgia y calma
que hacía mover la cabeza de todos los asistentes de un lado a otro. La
harmónica le dio ese toque de antaño que fulminaba y demostraba la maestría de
Owens para componer hermosas canciones llenas de sentimiento, desamor pero con
un humanismo muy escaso en estos días. Los teclados también eran los
responsables de evocar a esa gran vibra que estuvo presente en gran parte del
concierto.
Cerca del final del set, fue impresionante y convincente
escuchar “Hellhole Ratrace”, por fin entendí porque muchos consideran este tema
como uno de los más completos del nuevo siglo.
Lleno de una melancolía y soledad, Owens cantaba para todos,
nos compartía sus sentimientos de una manera directa y sin ninguna cortina. Nos
regalaba un momento sublime invitando a todos a que bailaran y sonrieran con
él. A la mitad del tema, los demás miembros de la banda sorprendieron con una
rápida ejecución y una impresionante saturación que le dio ese toque shoegaze que realmente me agradó y me
hizo vibrar. Para mí, el tema de la noche.
“Magic” regresó un poco con la enjundia y esa canto travieso
con el que Owens canta en ocasiones. “Carolina” y “Morning Light” fueron pura
energía y perfectas para terminar el set principal.
No tardando mucho en regresar, la banda se preparaba
nuevamente para tres temas más que si bien no parecían mucho el cierre
definitivo del show, se complementaron muy bien entre sí para dejarnos con ese
sabor amargo en la boca. “Saying I Love You” fue lo mejor ese peculiar y alegre
solo de guitarra y un emotivo Owens cantándole nuevamente al amor.
Con “Forgiveness”, la banda se despidió regalando todos los
ramos del set, entregando con ellos su alma y demostrando la pasión con la que
hacen su trabajo, demostrando que el rock no ha muerto y que con cada autógrafo
que regalaron, hicieron feliz a una persona que disfruta de verlos, de
escucharlos, de sentirlos, de todo lo que se trata el rock n’roll.
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