Hay personajes en la historia de la música que gozan de una
cuasi divinidad que nos remite a los días en que los antiguos griegos veneraban
a sus dioses con algarabía y total lealtad. Podrás pensar que voy muy lejos al
comparar a Morrissey con una de estas entidades pero ¿y qué? El inglés ha
demostrado a través de los años por qué es querido, odiado, soñado e idolatrado
por miles de personas en el mundo.
Desde sus tiempos en los Smiths, Morrissey era símbolo de
libertad en todos los sentidos: sexual, política y humana. Es por estas y
cientos de razones más que su visita a la Ciudad de México en los días
anteriores, era más que esperada.
El flamante Plaza Condesa fue el escenario ideal para recibir
al ícono del rock en lo que sería un show íntimo e intenso por igual. Sólo unos
cuantos fueron los afortunados de estar presentes en este par de presentaciones
que el cantante dio en la capital y yo estuve ahí en la primera de éstas, es
hora de narrar lo ocurrido.
Poco después de las 9 de la noche, una singular mujer salió
al escenario en aparente estado inconveniente pero que todavía le dejaría tocar
el teclado que tenía ante sí. Kristeen Young fue la encargada de abrir la
noche. La chica ya no era ajena a lo shows en vivo pero su existencia todavía
resonaba entre la ignorancia del público. Con sólo su teclado y una infinidad
de secuencias, la estadounidense cantó durante casi media hora los temas más
bizarros de la noche llenos de agresividad, un poco de ternura y en ocasiones,
tensión y una pizca de aburrimiento. Morrissey debió haberla escogido para
realizar el acto de apertura y sólo por eso, le concederemos la razón.
Faltaban unos minutos para las 10 de la noche, hora pactada
para el inicio y fue entonces cuando un proyector gigante comenzó a mostrar
videos de antaño ante la manta que cubría casi en su totalidad el escenario.
Obviamente, esto también se trataba de otro capricho del inglés, ¿Quería
prepararnos mental y auditivamente para lo que se venía? ó ¿Quería que sólo
pasáramos un buen rato? Tengo 22 años y debo de admitir que no conocía nada de
lo que estaba viendo, todos eran videos musicales o de presentaciones en vivo
de bandas europeas (seguramente) que de una u otra forma, me recordaban a
Morrissey. ¿Ya quedó claro el ego de este muchacho? Sólo pude reconocer a los
New York Dolls de entre todo el desfile musical.
Minutos después, una escena de una película desconocida
pasaba ante mis ojos y en ella, una muchacha comenzaba a gritar, algo estaba
por suceder. La gente ya se emocionaba y comenzaba a aplaudir y en el clímax
del alarido, la manta cayó para revelar el escenario y momentos después, la
banda comenzó a salir escoltando a su líder a los lados. Con sólo un “Gracias,
gracias, gracias” de Morrissey, la noche empezaba con un tema de los Smiths, “I
Want The One I Can’t Have”. Los brincos, la lluvia de cerveza y la euforia no
se hicieron esperar. Los ánimos poco a poco se encendían y Morrissey derrochaba
personalidad y carisma con cada uno de sus movimientos. Enseguida, un clásico
continuaba con la intensidad ya dispuesta, “First Of The Gang To Die” complacía
a todo el Plaza y los hacía cantar por primera vez a todo pulmón.
Después de dos temas, el público ya estaba realmente
asombrado por la voz de su ídolo, inigualable y sin signos de decadencia en
todos estos años.
A continuación, dos temas de su última producción fueron
elegidos para su set. “When Last I Spoke To Carol” nos permitía dar un vistazo
a la calidad musical de los miembros de su banda, en especial de ambos
guitarristas.
“I’m Throwing My Arms Around Paris” desprendió gritos de
emoción con ese intro en donde se prende un automóvil. Apenas había pasado unos
minutos y ya algunos le ofrecían rosas desde la barda de contención y otros más
ya se encontraban sin playera tratando de alcanzar la mano de Morrissey que en
ocasiones estrechaba hacia los más afortunados de hasta adelante. Después de un
buena interpretación de “You Are The One For Me, Fatty”, pudimos disfrutar de
“Black Cloud” otro de sus temas más recientes e inyectado de una severa dosis de
rock al más puro estilo del inglés “The one I love is standing near”, sin duda
alguna.
“Maladjusted” dio paso a “You Have Killed Me” que nos daba
otra probada de incansable rock contemporáneo con las increíbles letras de
Morrissey. La forma en que éste ha adaptado su música a los tiempos cambiantes
es en verdad de admirar, siento que nunca se ha quedado atrás en cuanto a su
calidad musical.
“One Day Goodbye Farewell” marcaba la mitad del concierto y
ya para este momento, Morrissey ya nos había ganado a todos.
La siguiente interpretación fue difícil, al menos para mi. La
banda es preparaba para tocar las primeras notas de “Meat Is Murder”, famoso
tema de los Smiths; mientras, un video comenzaba a proyectar imágenes un tanto
indeseadas por mi. Un matadero de animales adornaba las palabras de Morrissey,
quien parecía cantarles deseándoles una muerte rápida para evitar el
sufrimiento. Poco antes de terminar la canción, el cantante abandonó el
escenario dejando a su banda en el clímax del tema y con las muertes o
mutilaciones de animales más horribles que haya visto. Fue difícil, muy
difícil.
Segundos después, Morrissey regresó al escenario para lo que
sería quizá el mejor momento de la noche. La batería nos avisaba de lo que
estaba por venir, “Everyday Is Like Sunday” hizo estallar en júbilo a todos los
fanáticos y no cabe duda de que este tema se convirtió en el más coreado de la
noche. “¡Come Armaggedon, come Armageddon come! gritábamos sin cesar.
“All The Lazy Dykes” y “Ouija Board, Ouija Board” dieron paso
a otro tema de los Smiths, de su controversial y aclamado álbum “The Queen Is
Dead”. “I Know It’s Over” calmado y reminiscente al sonido de los 50, nos
recordaban por qué su antigua banda pasó a la historia. Gran tema y excelente
ejecución.
Después de presentar a la banda entre los que se encontraban,
aparentemente, dos latinos (un mexicano y un colombiano), Morrissey terminó el
set principal con “Scandinavia” y “Speedway” ya sin playera puesta.
Sin embargo, todavía había espacio para un tema más y
Morrissey regresó el escenario junto a la banda para una rendición más a sur
orígenes. “Still Ill” dio por terminado el show y la noche.
Después de algunos clásicos de su carrera como solista y de
su legendaria banda, la grandeza de Morrissey quedó demostrada al por mayor.
Quizá faltaron un par de sus temas nuevos que no han sido lanzados como “People
Are The Same Everywhere” o el clásico “There Is A Light That Never Goes Out”
(que tocarían al día siguiente). Aun así, debo admitirlo, Morrissey es un
maestro, un ícono, una referencia de los días gloriosos del rock alternativo y
sobre todo, una leyenda viviente.
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