La especial relación que los mexicanos tenemos con la muerte se manifiesta en Todos los Caminos Llevan a Dios (2023), el más reciente cortometraje de Manuel Rodríguez. Que un grupo de amigos enfermos de cáncer se reúnan para jugarse el dinero para un tratamiento solo puede concebirse en nuestra cultura, tan temerosa pero burlona al mismo tiempo. Sin embargo, esto no le quita lo oscuro a una comedia en la que sus personajes (Verónica Carranco, Cointa Galindo, Bernardo Lira, Gustavo Silva) pronto exhiben sus vulnerabilidades cuando se ven confrontados por ellos mismos. El director y escritor, con un sentido del humor sutil pero peculiar, nos acerca a la dinámica tan volátil de cuatro individuos que, a pesar de sus diferencias, deciden vivir su tragedia juntos.
Imagen: Heretikarts, Panda Rojo Media, La Mojarra Films |
Rodríguez le da el mismo peso a cada uno de los protagonistas; conforme avanza la trama, cada uno se enfrenta a sus compañeros y la vida misma, dejando al descubierto sus inseguridades, sus inquietudes y sus más grandes frustraciones. La muerte, o el cáncer, en este caso, se asoma como un quinto personaje, pero no necesariamente como un villano, sino como una especie de compañero anónimo que les presenta la prueba más importante de su existencia. Un guion sólido e interpretaciones más que convincentes hacen de esta historia coral algo inmersivo y tan familiar; uno se sienta a la mesa con estas personas para escuchar sus penas mientras juegan por una oportunidad para vivir o morir.
Lo anterior es posible gracias al trabajo de cámara, cuyas tomas subrayan la intimidad de la velada, e incluso muestran lo retorcido del asunto en varias escenas, principalmente cuando las tensiones escalan, o en aquellas en las que la muerte ya es palpable en algunos de los invitados. Notable también es el plano secuencia final, que permite seguir el recorrido de un sexto personaje por la casa; el movimiento se adelanta a la acción creando una breve pero interesante intriga alrededor del destino final de los protagonistas, a quienes, aun cuando pasamos poco tiempo con ellos, llegamos a conocer profundamente.
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En Todos los Caminos Llevan Adiós, la melancolía es sustituida por una camaradería singular, pero camaradería a final de cuentas. He aquí seres imperfectos, indefensos y uno que otro un tanto indeseable que se reúnen en la más sombría de las circunstancias; un eco a la obra temprana de Wes Anderson rebota en las paredes de aquella casa. El cortometraje nos hace recordar aquello que creíamos que estaba ahí, pero que ha estado perdido desde siempre: la vida. La de estos individuos, posiblemente, está cerca de esfumarse, mas siempre habrá una oportunidad para celebrarla, aunque ya no estemos aquí.
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