Reseña - Mano de Obra: poder, corrupción e inequidad

Ante la falta de pagos puntuales y completos y la negativa por esclarecer la tragedia que acaba de vivir el protagonista, uno de los albañiles de Mano de Obra tiene la respuesta perfecta: "namás se hacen pendejos". Esta falta de empatía distingue a una clase alta protegida por su propia burbuja de privilegio; pero ¿se trata de algo exclusivo de su esfera? ¿Realmente los menos favorecidos tienen una visión distinta sobre lo que significa el poder? ¿Qué pasa cuando la oportunidad de su vida requiere la frialdad y ambición que han enarbolado aquellos que los han maltratado por tanto tiempo?

La cinta en cuestión trata de responder estas preguntas examinando la transformación de un trabajador consumido por una inesperada posición de mando.

Mano de Obra reseña

Cuando el hermano de Francisco (Luis Alberti) muere accidentalmente en la obra de una lujosa propiedad, este se extraña al enterarse de que los peritos determinaron que se encontraba en estado de ebriedad. Preocupado por su cuñada embarazada, el albañil trata de acercarse al dueño de la casa, quien, a pesar de prometer una resolución justa, desestima su caso. Así, mientras continúa con la construcción a lado de sus compañeros, Francisco no puede quitarse de la cabeza a su hermano y a la afligida cuñada. 

Después de otro trágico suceso, el grupo de trabajadores se ve ante la posibilidad de cumplir un sueño que no podrían de otra forma; sin embargo, debido a la dificultad de hacer realidad su anhelo de forma individual, la discordia no tarda en envenenar al grupo y, especialmente, a Francisco.

Tras haber tenido presencia en los festivales de Toronto, Morelia y San Sebastián el año pasado, Mano de Obra finalmente se ha estrenado en cines mexicanos, aunque probablemente en el peor momento posible. 

Ganadora del Ariel a la Mejor Ópera Prima y al Mejor Actor en la más reciente entrega, la cinta se vale de la corrupción moral para concebir este relato que, inicialmente, señala las precarias condiciones laborales en la construcción, pero que termina como una advertencia sobre los peligros de acumular poder a placer, sin importar la clase social a la que se pertenezca. 

Francisco prácticamente se convierte en lo que ha jurado destruir. David Zonana, director y guionista, logra que nos interesemos por su personaje desde el comienzo. Caracterizado como un buen tipo que se ha cansado de las injusticias laborales que experimenta y atestigua cada día, el hombre también tiene que lidiar con su propia condición económica. 

A pesar de todo, este no duda en ayudar a sus compañeros necesitados y hasta disfrutar de unas "cubas" en el trabajo para liberar tensiones. Pero su frustración rápidamente se convierte en una obsesión. Así, al infiltrarse en la obra por las noches para disfrutar de lujos ajenos, Francisco comienza a saborear, aunque sea un poco, aquella sensación que trae consigo la comodidad. 

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Como único actor profesional entre el grupo de albañiles, Alberti consigue integrarse en una dinámica genuina que hace de Mano de Obra algo muy auténtico. Los matices de sus interpretación lentamente se van revelando, conforme su posición de sumisión se ajusta a una inmejorable oportunidad producto de sus propias acciones. 

Lo que en apariencia era un drama legal que denuncia el maltrato por parte de los patrones, de pronto es una historia sobre un modo de vida utópico que se desmorona cuando la naturaleza humana hace de las suyas. Al ocupar la casa todavía por terminar por una laguna legal que se explica brevemente en la película, los albañiles reclaman lo que han construido con sus propias manos; un pequeño paraíso enclavado en una ciudad diseñada para mantenerlos alejados de este tipo de lugares. 

Sin emitir juicio alguno, utilizando largas tomas estáticas, Zonana refuerza una teoría que probablemente no quisiéramos aceptar: ningún sistema económico puede contener la codicia humana. El patrón, como emblema del capitalismo, se prepara para disfrutar de un palacio en solitario mientras descuenta cualquier accidente con los materiales a los albañiles. Las cosas no mejoran a largo plazo cuando el socialismo se instaura en la casa; las suspicacias y molestias no se hacen esperar en una comunidad donde, a final de cuentas, lo que más importa es el bienestar de uno y nadie más. 

Ante estas verdades, ¿cuál podría ser entonces la solución para este problema social? Zonana, por supuesto, no tiene la respuesta, pero nos recuerda que el caos es inevitable. Francisco, como núcleo de esta historia, es prueba inequívoca de la degeneración. Aunque sus intenciones son nobles, la práctica no resulta tan sencilla como parece. Aunado a ello, el protagonista, como lider de facto, comienza a exhibir los mismos vicios que aquellos que lo tenían marginado. 

Disfrutando de nuevos placeres a su alcance, Francisco empieza a ser consumido por la casa y a mostrar su lado más tiránico. Si bien algunas escenas en donde todo esto queda al descubierto, como aquella en la que parece ejercer ahora un dominio sexual sobre las jovencitas que viven con él, resultan redundantes en cuanto a su nueva antagonización, el propósito se cumple satisfactoriamente; es imposible ahora sentir algún tipo de simpatía por su persona. Su ideal se ha corrompido por completo.

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Parásitos, la obra maestra de Bong Joon-ho, nos vendrá inmediatamente a la cabeza. Esa aspiración de movilidad social que distingue a los nuevos inquilinos de la casa durante la segunda mitad de la película es compartida por la familia Kim. Aquellas tomas en la que vemos el diminuto cuarto de Francisco inundarse se asemejan bastante a las de la cinta coreana donde ocurre lo mismo. En ambas, la lluvia, la cual aparece recurrentemente, se convierte en un antagonista, un obstáculo todopoderoso que amenaza con llevarse lo poco que tienen. 

De cualquier manera, a pesar de estas similitudes, la mexicana se concentra totalmente en la clase oprimida y en cómo su rebelión termina por desvirtuarse por sus propias acciones, y no por las de los opresores, cuyo papel ha sido tomado ahora por Francisco. En Parásitos, todos los personajes son producto de un sistema de poder, mientras que en Mano de Obra el protagonista quiere convertirse en el poder mismo. Y claro, no podemos olvidar el hecho de que la casa, con sus habitaciones inacabadas y posteriormente moldeadas por sus nuevos habitantes, emerge como un personaje más

Con su primera película, de la mano del ya experimentado Michel Franco, quien funge como productor, Zonana emerge como un nueva figura del cine mexicano a la que habrá que seguirle el paso de cerca.

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