Reseña - El Juicio de los 7 de Chicago: un drama legal marcado por la división política

Subido en el estrado y cuestionado sobre su amor al país, Abbie (Sacha Baron Cohen), un ferviente defensor de la revolución, declara con una seriedad inusitada para él: "Creo que las instituciones democráticas son maravillosas, pero hoy están ocupadas por personas horrorosas". 

En un momento en el que Estados Unidos está profundamente dividido no solo por las próximas elecciones, sino también por la forma en la que se está manejando la pandemia, El Juicio de los 7 de Chicago surge como un reflejo de esta confrontación. Si bien la cinta está basada en el mediático caso de un un grupo de manifestantes llevados a juicio por sus supuestas acciones, los acontecimientos resuenan en una época en la que miles han salido a la calle para demandar derechos que ya deberían darse por sentados.

El Juicio de los 7 de Chicago reseña

1968. La Guerra de Vietnam ha cobrado la vida de decenas de miles de personas, incluidas las de cualquier cantidad de soldados estadounidenses llamados al combate. Hastiados de la situación, diversos grupos de izquierda hacen un llamado para pedir, de una vez por todas, que su gobierno traiga de vuelta a las tropas. 

Aprovechando los reflectores de la próxima Convención Nacional Demócrata en Chicago, los disidentes comienzan con sus protestas; sin embargo, la desproporcionada respuesta del gobierno federal y estatal pronto convierten las manifestaciones en batallas campales urbanas. Meses después de los disturbios, los líderes de los grupos son llevados a juicio por la administración entrante, el cual ve la oportunidad de dar un golpe político con ello.

Aaron Sorkin, aclamado guionista de Red Social (2010), El Juego de la Fortuna (Moneyball, 2011) y Steve Jobs (2015), se prueba una vez más en la silla de director. Después de su debut con Apuesta Maestra (Molly's Game, 2017), el estadounidense encuentra en Netflix un nuevo y ahora necesario aliado para mostrarse nuevamente. 

Regresando a las temáticas políticas que desarrolló en televisión para HBO hace tiempo, y aprovechando el perfeccionamiento de su trabajo con los diálogos durante la última década en el cine, el ahora director se interna en el drama legal para asumir un nuevo reto. El resultado es una entretenida película que se va como agua gracias, por supuesto, al dinamismo de los diálogos y a un grupo de actores que cumple con su cometido al involucrar al espectador en esta historia convertida en ficción.

No han pasado ni quince minutos cuando Sorkin nos sienta en la corte para poner manos a la obra. Después de un prólogo con insertos documentales que contextualizan lo que estamos por ver, y que claramente establece su posición política, la trama nos sitúa no en las manifestación que dio pie al juicio político, sino en el mismo litigio, el cual abarca más de la mitad de la película. 

Esto podría sonar como todo un reto para muchos espectadores; sin embargo, el director y guionista se las ingenia para engancharlos e interesarlos en todo lo que sucede dentro de esta sede judicial convertida en un pequeño microcosmos, en el cual conviven distintas ideologías políticas: una extensión del país en cuestión.

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Para este nuevo proyecto, Sorkin echa mano de un multitudinario reparto conformado por ganadores y nominados al Óscar. Del lado de los opositores, quienes realmente destacan son Sacha Baron Cohen, como el irreverente Abbie, y Mark Rylance, como William Kunstler, el combativo abogado de los 7 de Chicago. 

Ambos actores hacen un gran trabajo al interpretar a dos hombres cuestionados por sus ideales; sin embargo, la naturaleza de su rol les permite explorar perspectivas distintas. Mientras que Cohen hace gala de su experiencia en la comedia para convertir a Abbie en el personaje más simpático de la cinta, Rylance trae consigo la seriedad y nobleza que resultan un muy buen contrapeso.

Sorkin se vale también de otros experimentados actores para dar vida a su obra. Eddie Redmayne, quien finalmente deja de lado algunos de los insufribles papeles que han marcado su carrera en los últimos años, interpreta al conflictuado Tom Hayden, quien se opone a los métodos y actitudes de Abbie y los demás, pero que también busca una transformación política. Mientras que él desea cambiar el sistema desde adentro, los otros pretenden destruirlo, lo que provoca una serie de confrontaciones, sobre todo con Abbie, quien no lo ve con la determinación suficiente como para ser parte del movimiento. 

Jeremy Strong también aparece por ahí como otro de los líderes yippies, aunque su caracterización por momentos se siente demasiado caricaturizada. 

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Por otro lado, en la parte oficialista, Sorkin se encuentra con algunos problemas para diseñar a los antagonistas. Joseph Gordon-Levitt, relegado a papeles no tan buenos desde hace tiempo, interpreta al fiscal Richard Schultz , quien tiene sus dudas acerca de la causa que le ha sido encomendada. 

Está claro que, con tantos pesonajes, Sorkin no encuentra el tiempo para desarrollarlos por igual; así, los que más lo resienten son los "villanos" de esta historia. Quizá de ahí el hecho de que el escritor haya decidido moldear a Schultz como el típico advesario que respeta demasiado a sus oponentes como para hacerles una jugarreta. Aunque se trata de algo parecido a lo de Tom Hayden, el conflicto interno del fiscal apenas es explorado en unas cuantas escenas. 

Algo peor ocurre con el juez, quien emerge como un intransigente y claramente parcial árbitro, el cual se muestra más como un obstáculo para la salvación de los 7 y menos como un personaje de carne y hueso.

Yahya Abdul-Mateen II, como Bobby Seale, líder de las Panteras Negras, también es desaprovechado demasiado. Con una notable presencia en el primer acto de la película, la resolución de su arco narrativo llega demasiado temprano, por lo que somos privados de ahondar en la evidente discriminación racial a la que es sujeto como el octavo involucrado.

De cualquier manera, El Juicio de los 7 de Chicago es un notable esfuerzo de Sorkin por recrear el mediático suceso, el cual resuena en un momento crucial para su nación. Aunque el director y guionista muestra algunas fallas al diseñar ciertos personajes y en regresar al pasado, con algunos flashbacks que no ofrecen demasiado, este presenta un drama legal con la tensión suficiente como para mantenernos atentos por más de dos horas. En su más reciente cinta, Sorkin nos recuerda que, tantas décadas después, las personas siguen siendo sometidas por sus ideas en lugar de por sus actos.

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