Reseña - Retablo: la homofobia como parte del arraigo cultural

Como si de un retablo más se tratase, Segundo (Junior Béjar) cierra las puertas de la que acaba de dejar de ser su casa, asimilando la terrible experiencia que lo marcará por siempre, pero que también definirá su posición alrededor de ciertos temas tabú intrínsecos de su comunidad. Así es como termina Retablo, aclamada película peruana estrenada ya hace unos años y que finalmente es distribuida a lo largo y ancho del planeta gracias a Netflix.

En ella, Segundo es testigo de la faceta más cruel de la homofobia, aquella que se ha arraigado tanto en los pueblos latinoamericano hasta el punto de considerarla parte fundamental de sus usos y costumbres. Retablo es trágica y dolorosa, pero también sumamente conmovedora. Más allá de una triste historia de violento rechazo, se encuentra otra tan tierna como sincera sobre el amor entre padre e hijo.


Segundo y su padre Noé (Amiel Cayo) son los mejores retablistas de los alrededores. Trabajando minuciosamente en su taller y entregando pedidos en los pueblos cercanos, ambos conviven día a día haciendo crecer el negocio familiar. A pesar de las carencias que enfrentan constantemente, tanto ellos como (Magali Solier), la madre, han podido encontrar una pizca de felicidad en sus vidas.

Todo cambia cuando Segundo descubre el secreto más profundo de Noé, uno con la capacidad no solo de destruir el matrimonio de este, sino de acabar con lo que han construido. Su malestar crea un notable distanciamiento con sus progenitores, pero también una serie de dudas alimentadas por las actitudes y creencias de aquellos con quien convive.

Ganadora del Teddy Award, premio a la mejor cinta debut con temática LGBTQ en la edición 2018 del Festival de Berlín, Retablo plantea una pregunta incómoda para muchos: ¿es válido normalizar las muestras de violencia cuando son parte de una cultura?

Filmada en Ayacucho, sur del Perú, y hablada casi en su totalidad en quechua, la cinta ofrece una mirada sin compromiso al desenvolvimiento ordinario de los campesinos locales, el cual ve en Segundo y su hijo una inadmisible disrupción al statu quo, Este afrenta es la que pone a prueba a la familia, cuyos integrantes se debaten entre el amor que los ha unido todo este tiempo y la ideología que se afincado en ellos desde tiempos remotos.

Álvaro Delgado-Aparicio, quien pasó casi una década trabajando en ella, presenta con Retablo su primer largometraje. El peruano recoge varias características culturales de la región para indagar lo más posible en la figura masculina ayacuchana. Esto, por supuesto, sin duda representó un exhaustivo trabajo de investigación y el reto de no poder comprender a sus actores mientras decían sus diálogos.

Por esta razón, su gran labor queda al descubierto en sus protagonista, principalmente en Béjar, actor no profesional escogido tras un largo casting. A través del joven, el espectador es testigo de un cambio de ideas propulsado por el cariño, aunque amenazado también por la presión social.


El director y coguionista nos permite ver el infierno que puede ser para un homosexual esconder su orientación en un lugar donde se castiga severamente. Además de la punición física y emocional a la que es sujeto Noé, el espectador también puede palpar el dolor a través de Segundo, quien, durante casi toda la trama, medita sobre esta revelación, al mismo tiempo que el pueblo, inadvertidamente, le muestra quién debe ser.

Esto queda de manifiesto desde el comienzo, cuando él y su padre atestiguan cómo la justicia por propia mano se hace presente cuando es necesario. La tortura y humillación son parte esencial de cualquier castigo. 

Por tal razón, cuando Segundo descubre que Noé es homosexual, posiblemente se pregunta: "¿realmente mi padre tiene que ser castigado de esa manera?". Durante distintos momentos de la trama, Delgado-Aparicio presenta diversas costumbres que alimentan las inquietudes de Segundo cuando las ve con una nueva mirada.

Desde brutales combates entre dos hombres en un ruedo ante un público sediento de sangre hasta la típica bronca de futbol para poder identificar "quién es más hombre", Segundo se ve bombardeado por una serie de modelos hipermasculinos que moldean al macho ordinario: feroz, insaciable y lujurioso. Estas características claramente no están presentes en su padre, pero quizá nunca se había percatado de ello.

Por si fuera poco, Segundo también tiene que lidiar con las tribulaciones propias de su edad. Ensimismado por los cuerpos femeninos que comienzan a parecerle atractivos y asediado por la intensa presión de su amigo Mardonio (Mauro Chuchón) para irse a trabajar lejos y vivir la vida como les plazca, el todavía niño se encuentra ante la primera bifurcación de su vida: ¿regirse por sus propias convicciones y principios o ceder ante los designios externos?

Una escena en particular, en la que Segundo se enfrenta a su libido y al instante que podría definir su integridad, nos ayuda a entender un poco más el conflicto en el que se encuentra.


En el arte de los retablos, Segundo y Noé comparten una pasión, ya sea heredada o adquirida, y un modo de vida. Cuando esta expresión artística se contrapone con la brutalidad y desesperanza de los habitantes, un notorio contraste surge a la mitad de la película. Al poco tiempo de presenciar un increíble numero musical, el cual también hace referencia al trabajo de carpintería y modelado, podemos ver cómo Noé sumerge su frustración en botellas de alcohol.

En este sentido, Retablo señala las dificultades de salir adelante en un entorno en el que, además de la pobreza, las mismas reglas implícitas impiden al individuo desarrollarse plenamente. Así, este terreno emerge como uno sumamente fértil para la homofobia, el machismo y la violencia, apoderándose de todo trazo de la cotidianidad.

Cuando Segundo cierra las puertas de su retablo, decidido a dejar atrás la tragedia, y llevando sus principios intactos, el adolescente convertido finalmente en hombre, aunque de manera anticipada, ha tomado su decisión. A pesar del entorno hostil que lo ha dejado emocionalmente en la lona, este ha elegido el amor y un nuevo comienzo. La siguiente escena que construirá será ahora la de su propia vida.

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