The Last of Us Part II: una experiencia para toda la vida

Hace un par de días terminé finalmente The Last of Us Part II, probablemente uno de los videojuegos más esperados en tiempos recientes. Ahora, debo decir que las últimas tres semanas fueron sencillamente las más satisfactorias que haya tenido como gamer desde que tengo memoria.

La vida de cualquier amante de los videojuegos ha quedado marcada por distintos momentos a través de la historia. Cómo olvidar el solemne y silencioso encuentro entre Link y Zelda en el jardín del castillo, la muerte de John Marston o la fascinante aventura de Kratos y Atreus más recientemente. Pero lo que ha logrado Naughty Dog trasciende su propio ámbito. The Last of Us, ambas partes, es una experiencia para toda la vida.

*Todas las imágenes fueron capturadas por mí dentro del juego.

Aunque entré al mundo de Ellie y Joel algo tarde con la versión remasterizada para PlayStation 4, mi viaje tuvo la misma intensidad de la que había leído por tanto tiempo. Aquellas escenas en los que Ellie se encuentra cara a cara con la famosa jirafa o en el que Joel le miente descaradamente con todo el amor que tiene para dar, se quedaron grabadas en mí durante todos estos años.

La espera llegó a su fin hace unos días con el problemático lanzamiento de la secuela, la cual se vio afectada por una pandemia real, filtraciones, retrasos y la suspicacia de un importante grupo de jugadores. Pero dejaré la insólita respuesta (quizá no tanto) de muchos fans para otra ocasión. Después de estas tres semanas, lo que más me importa es desahogar el sentimiento que ha generado en mí la siguiente parte del camino de Ellie. Y sí, hay spoilers adelante.

The Last of Us Part II es algo que se sufre y se disfruta al mismo tiempo. Se trata de un videojuego con una ambición sin igual y una narrativa que empodera al jugador, para luego destrozarlo emocionalmente. Escuchando pódcasts y entrevistas y leyendo todo tipo de artículos al respecto, los involucrados coinciden en algo: esta no es la segunda parte que queríamos, sino la que necesitábamos. Después de dejar el control cada noche durante los últimos días queda claro por qué. 

Más allá de los increíbles gráficos, probablemente los mejores de esta generación de consolas, y el envolvente y detallado modo de juego, The Last of Us Part II me ha atrapado con sus personajes, llenos de imperfecciones, sedientos de venganza y sumamente entrañables. La muerte de Joel, por supuesto, fue un trago amargo. Verlo en el piso con la cara destrozada y suplicando resultó desolador. De pronto, aquella extraña que lo ha hecho sufrir de una manera atroz se convierte en el enemigo público número uno.

En esa primera parte del juego, nunca cuestioné a Ellie en su búsqueda de venganza, sino todo lo contrario, disfrutaba de aplastar el cráneo de los compañeros de la dichosa Abby y hacerme camino entre hordas de infectados. En un mundo sin ley, había que hacer justicia por propia mano. Pero conforme me iba a acercando a ella, las dudas comenzaron a surgir.


El hecho de que los enemigos sufrieran verdaderamente al ver a un compañero caído o llorar ante su perro muerto (sí, a veces no quedaba otra opción más que acribillar a los peludos), poco a poco me preguntaba: "¿está Ellie haciendo lo correcto?". Y peor aún: "¿estoy haciendo bien en ser parte de esto?". Todo empeora cuando el asesinato de personas indefensas suplicando por su vida y hasta de una embarazada se convierten en los últimos pecados de la protagonista. ¿Hasta qué punto es humano buscar venganza? Para Ellie, el límite es su propia muerte; desafortunadamente, el sufrimiento apenas empezaba.

Tomar el control de Abby fue algo ciertamente inesperado y hasta extraño al principio. "¿De verdad voy a jugar con aquella persona que mató despiadadamente a Joel?". Neil Druckmann (director y escritor) y su equipo tomaron aquí la decisión más arriesgada y creativa. En la segunda parte del juego sentí como si estos me hubieran dicho: "¿querías venganza?" Muy bien, esto es lo que te va a costar".

Ver cómo Abby interactúa con todos los personajes y perros que asesiné como Ellie es duro y cruel, pero sumamente necesario. Y no solo eso, pues entre más tiempo pasé conociendo a Abby, más pude empatizar con una mujer cuyo mundo se vino abajo a causa de una decisión de Joel. 

No hace mucho vi una clase magistral ofrecida por Alejandro González Iñárritu. En ella decía que la violencia no puede ser representada en pantalla a menos de que tenga un castigo. Tal parece que Druckmann partió de esta misma premisa. The Last of Us Part II ofrece la posibilidad de una violenta y aparentemente interminable venganza, pero el costo es demasiado alto. Esa es la dolorosa experiencia que Naughty Dog ofrece en esta ocasión.


Cerca del final, cuando veo cómo Ellie prefiere ir en busca de Abby una vez más a pesar de todo lo que ha pasado con Dina, su amante, y tener ahora una nueva responsabilidad familiar, entendí realmente su trauma, una herida que nunca podrá sanar. ¿Pero es el asesinato de su rival lo que verdaderamente la dejará estar tranquila?

Internarte en Santa Bárbara retomando el control de Ellie tiene el peor de los augurios. "¿Qué voy a hacer en ese inevitable encuentro final en el que seguramente solo una quedará en pie?", pienso mientras exploro el complejo turístico.

Y así, cuando estoy en la playa propinando una golpiza a una desnutrida Abby que acaba de ser liberada de su cautiverio, tener que apretar el botón cuadrado para clavar un cuchillo en su pecho se vuelve algo difícil de aceptar. Muchas veces me vi superado por ella solo para tener que reiniciar la escena. Algo en mí no quería invertir la fuerza necesaria para apretar el botón y acabar con esto de una vez por todas.

Afortunadamente, ambas salieron vivas de ahí, pero ninguna volverá a ser la misma. Ahora, veo mi repisa para decidir qué jugar y ya nada parece tener sentido. Para Ellie, cuando vuelve a casa y no encuentra a nadie, la sensación es mil veces peor.


Con tantos intentos de hacer una buena adaptación cinematográfica de algún videojuego, The Last of Us Part II llega a demostrarnos que lo que realmente estábamos buscando era uno que pudiera capturar la esencia del séptimo arte. En esta película de tres semanas que vi por partes cada noche pude adentrarme en un mundo hostil y despiadado.

Y a pesar de eso, sus habitantes, curtidos en una violencia que no parece tener fin, han podido mostrarme que la luz se puede asomar incluso en las más oscuras tinieblas. Sí, suena a cliché, aunque esta vez sí que lo he sentido. Quizá ni siquiera ellos lo crean, tal y como Owen le deja ver a Abby al decirle que se han convertido en lo que son porque dejaron de buscar la luz; pero yo me quedó con esos pequeños actos de misericordia tanto de Abby como de Ellie, pues parece que es lo único que importa después de todo. 

No sé cuando vaya a regresar a este lugar, pero sé que algún día lo volveré a hacer, y estoy seguro de que será como volver a ver mi cinta favorita, asombrándome como si fuera la primera vez.

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