La figura de Walter Mercado trascendió cualquier prejuicio, creencia y gusto. Como uno de los personajes más peculiares de la televisión de finales del siglo pasado, el psíquico puertorriqueño emanaba misterio y una inquebrantable seguridad. Independientemente de creer o no en su contenido, su imagen era suficiente para retener, al menos por un momento, a todos aquellos que cambiaban de canal incesantemente cuando la televisión era la única forma de consumir contenido audiovisual en casa.
Ahora, a tan solo unos meses de su muerte, Netflix presenta un pequeño pero sumamente entretenido documental sobre esta figura, la cual tuvo un impacto en la región que pocos habrían imaginado.
Tras comenzar con una prometedora carrera como actor, el joven Walter Mercado entra al mundo de las telenovelas, donde pronto comienza a hacerse de un nombre. Pero es su pasión por la astrología lo que finalmente lo lanza al estrellato. Con un modesto programa en televisión, Walter empieza a dar a conocer su extravagante identidad, lo cual capta la atención del mánager Bill Bakula, quien ve en él la oportunidad de su vida.
Gracias a las decisiones de este último, Walter se convierte en una figura internacional con millones de fanáticos; desgraciadamente, todo se derrumba cuando Bakula decide engañarlo para quitarle su nombre y los derechos de su contenido. Derrotado, deprimido y decepcionado, Walter desaparece de la televisión. Afortunadamente para él, los Dioses todavía le tienen un último acto reservado.
Cristina Costantini (Science Fair, 2018) y Kareem Tabsch (The Last Resort, 2018) han sido los encargados de darle un último adiós al popular astrólogo con su documental Mucho Mucho Amor: La Leyenda de Walter Mercado. Tras convivir con él durante sus últimos meses de vida, este par de cineastas han conseguido mirar más allá de las fastuosas capas, la exuberante melena y la inconfundible imagen del psíquico más famosos del mundo.
Quizá su mayor logro radica en el hecho de haber conseguido que el mismo Walter contase su historia, la cual, como la de cualquier figura mediática de esta categoría, contiene momentos tanto extraordinarios como amargos. Por primera vez, los fans y curiosos saben finalmente quién era en realidad Walter Mercado Salinas.
Costantini y Tabsch parten de la premisa de la súbita desaparición de Walter de la televisión a mediados de la década de los 2000. Habiéndose prácticamente esfumado de la vida pública, los directores obtienen un inusitado acceso a su casa en San Juan, Puerto Rico, donde un leal y servicial asistente llamado Willy Acosta lo cuida durante su vejez.
La atmósfera y cercanía enseguida nos dejan ver lo cómodo que Walter se siente frente a las cámaras, mismas que, en esta ocasión, siguen a detalle su rutina médica y estética para seguir preservando aquello que lo lanzó a la fama: la imagen. Como sus hijas dicen más adelante, esto era lo más importante para Walter; por eso, los directores no dudan ni un momento en mostrarnos la faceta más estrambótica de su sujeto.
Mucho Mucho Amor nos ofrece un vistazo a distintos aspectos de la vida de Walter, desde su infancia en Puerto Rico hasta sus días de gloria en la televisión, donde, a pesar de todos los pronósticos, logró que su imagen andrógina y fluidez sexual tocara los corazones de millones de televidentes, la mayoría católicos criados en hogares machistas y misóginos.
Curiosamente, la sexualidad no parece ser un tema demasiado importante para él, al menos no convencionalmente. "Tengo sexo con todo. Con la vida", responde con orgullo al ser cuestionado respetuosamente sobre su sexualidad. Aún así, el documental deja al descubierto el rol que ha tenido en la comunidad gay latina, para la cual es todo un ejemplo. Uno de los entrevistados se pregunta qué grado de fama habría alcanzado hoy un hombre de género no binario leyendo los horóscopos en Instagram. ¿Fue Walter entonces un adelantado en su época?
Recursos vistosos de animación basados en el tarot y la aparición de otros famosos como Lin-Manuel Miranda representan la cultura popular que se ha creado alrededor de un personaje que el público en general había visto simplemente como un meme o una creación de la pantalla chica hasta este momento.
La cinta igualmente explora otra faceta todavía más interesante de su persona: sus creencias religiosas. La amalgama de símbolos religiosos que usaba en sus programas bien pudieron haber sido vistos como blasfemia por sus fans católicos; sin embargo, esto no pareció nunca haber sido un problema. Su explicación de la "interreligión" y cómo incorpora las enseñanzas espirituales de distintas religiones en su mensaje de paz y amor hablan de una notable apertura crítica. Detrás de los horóscopos, considerados por supuesto como mera palabrería, sin duda había un discurso tan honesto como positivo.
Costantini y Tabsch no dudan en explotar al máximo una de las mayores desgracias en la vida de Walter: la pérdida de los derechos sobre su marca a manos de su antiguo mánager. Este segmento de la narrativa, probablemente el más sensacionalista, explica más o menos a detalle cómo es que el astrólogo tuvo que alejarse la televisión debido a un juicio que le costó millones de dólares y prácticamente su carrera.
En Bakula, los directores tienen al villano perfecto: el amigo convertido en enemigo que vio la oportunidad de hacerse todavía más rico a expensas de la desgracia ajena. Si bien la aparición de Bakula en las entrevistas alinean todavía más al espectador al escuchar su punto de vista basado únicamente en lo mercantil, los directores no pueden ocultar su deseo de crear más polémica, a pesar de que Walter reconoce su ingenuidad ante la cámara, pues los negocios nunca fueron lo suyo.
Pero el verdadero valor de la historia llega casi al final, cuando los directores acompañan a Walter a una exhibición realizada en Miami en forma de homenaje a su exitosa trayectoria. "Soy un adivino, pero no quiero adivinar mi vida. Solo quiero disfrutar cada momento". Al ver estas imágenes del museo, en las que sus seguidores se acercan a él para tomarse una foto y tenerlo cerca, su declaración cobra total sentido, sobre todo al saber que murió solo unos meses después de este evento.
Mucho Mucho Amor es una muestra del poder de la imagen. Costantini y Tabsch se acercaron lo suficiente a Walter no para construir al astrólogo, sino a la persona. Es realmente una dicha que hayan podido hacer este trabajo mientras vivía, pues, aunque el hecho de haber optado por un acercamiento tipo autobiografía, con los posibles sesgos que eso conlleva, el resultado es conmovedor, altamente entretenido y con mucho, mucho amor. Walter estaría orgulloso.
Ahora, a tan solo unos meses de su muerte, Netflix presenta un pequeño pero sumamente entretenido documental sobre esta figura, la cual tuvo un impacto en la región que pocos habrían imaginado.
Tras comenzar con una prometedora carrera como actor, el joven Walter Mercado entra al mundo de las telenovelas, donde pronto comienza a hacerse de un nombre. Pero es su pasión por la astrología lo que finalmente lo lanza al estrellato. Con un modesto programa en televisión, Walter empieza a dar a conocer su extravagante identidad, lo cual capta la atención del mánager Bill Bakula, quien ve en él la oportunidad de su vida.
Gracias a las decisiones de este último, Walter se convierte en una figura internacional con millones de fanáticos; desgraciadamente, todo se derrumba cuando Bakula decide engañarlo para quitarle su nombre y los derechos de su contenido. Derrotado, deprimido y decepcionado, Walter desaparece de la televisión. Afortunadamente para él, los Dioses todavía le tienen un último acto reservado.
Cristina Costantini (Science Fair, 2018) y Kareem Tabsch (The Last Resort, 2018) han sido los encargados de darle un último adiós al popular astrólogo con su documental Mucho Mucho Amor: La Leyenda de Walter Mercado. Tras convivir con él durante sus últimos meses de vida, este par de cineastas han conseguido mirar más allá de las fastuosas capas, la exuberante melena y la inconfundible imagen del psíquico más famosos del mundo.
Quizá su mayor logro radica en el hecho de haber conseguido que el mismo Walter contase su historia, la cual, como la de cualquier figura mediática de esta categoría, contiene momentos tanto extraordinarios como amargos. Por primera vez, los fans y curiosos saben finalmente quién era en realidad Walter Mercado Salinas.
Costantini y Tabsch parten de la premisa de la súbita desaparición de Walter de la televisión a mediados de la década de los 2000. Habiéndose prácticamente esfumado de la vida pública, los directores obtienen un inusitado acceso a su casa en San Juan, Puerto Rico, donde un leal y servicial asistente llamado Willy Acosta lo cuida durante su vejez.
La atmósfera y cercanía enseguida nos dejan ver lo cómodo que Walter se siente frente a las cámaras, mismas que, en esta ocasión, siguen a detalle su rutina médica y estética para seguir preservando aquello que lo lanzó a la fama: la imagen. Como sus hijas dicen más adelante, esto era lo más importante para Walter; por eso, los directores no dudan ni un momento en mostrarnos la faceta más estrambótica de su sujeto.
Mucho Mucho Amor nos ofrece un vistazo a distintos aspectos de la vida de Walter, desde su infancia en Puerto Rico hasta sus días de gloria en la televisión, donde, a pesar de todos los pronósticos, logró que su imagen andrógina y fluidez sexual tocara los corazones de millones de televidentes, la mayoría católicos criados en hogares machistas y misóginos.
Curiosamente, la sexualidad no parece ser un tema demasiado importante para él, al menos no convencionalmente. "Tengo sexo con todo. Con la vida", responde con orgullo al ser cuestionado respetuosamente sobre su sexualidad. Aún así, el documental deja al descubierto el rol que ha tenido en la comunidad gay latina, para la cual es todo un ejemplo. Uno de los entrevistados se pregunta qué grado de fama habría alcanzado hoy un hombre de género no binario leyendo los horóscopos en Instagram. ¿Fue Walter entonces un adelantado en su época?
Recursos vistosos de animación basados en el tarot y la aparición de otros famosos como Lin-Manuel Miranda representan la cultura popular que se ha creado alrededor de un personaje que el público en general había visto simplemente como un meme o una creación de la pantalla chica hasta este momento.
La cinta igualmente explora otra faceta todavía más interesante de su persona: sus creencias religiosas. La amalgama de símbolos religiosos que usaba en sus programas bien pudieron haber sido vistos como blasfemia por sus fans católicos; sin embargo, esto no pareció nunca haber sido un problema. Su explicación de la "interreligión" y cómo incorpora las enseñanzas espirituales de distintas religiones en su mensaje de paz y amor hablan de una notable apertura crítica. Detrás de los horóscopos, considerados por supuesto como mera palabrería, sin duda había un discurso tan honesto como positivo.
Costantini y Tabsch no dudan en explotar al máximo una de las mayores desgracias en la vida de Walter: la pérdida de los derechos sobre su marca a manos de su antiguo mánager. Este segmento de la narrativa, probablemente el más sensacionalista, explica más o menos a detalle cómo es que el astrólogo tuvo que alejarse la televisión debido a un juicio que le costó millones de dólares y prácticamente su carrera.
En Bakula, los directores tienen al villano perfecto: el amigo convertido en enemigo que vio la oportunidad de hacerse todavía más rico a expensas de la desgracia ajena. Si bien la aparición de Bakula en las entrevistas alinean todavía más al espectador al escuchar su punto de vista basado únicamente en lo mercantil, los directores no pueden ocultar su deseo de crear más polémica, a pesar de que Walter reconoce su ingenuidad ante la cámara, pues los negocios nunca fueron lo suyo.
Pero el verdadero valor de la historia llega casi al final, cuando los directores acompañan a Walter a una exhibición realizada en Miami en forma de homenaje a su exitosa trayectoria. "Soy un adivino, pero no quiero adivinar mi vida. Solo quiero disfrutar cada momento". Al ver estas imágenes del museo, en las que sus seguidores se acercan a él para tomarse una foto y tenerlo cerca, su declaración cobra total sentido, sobre todo al saber que murió solo unos meses después de este evento.
Mucho Mucho Amor es una muestra del poder de la imagen. Costantini y Tabsch se acercaron lo suficiente a Walter no para construir al astrólogo, sino a la persona. Es realmente una dicha que hayan podido hacer este trabajo mientras vivía, pues, aunque el hecho de haber optado por un acercamiento tipo autobiografía, con los posibles sesgos que eso conlleva, el resultado es conmovedor, altamente entretenido y con mucho, mucho amor. Walter estaría orgulloso.
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