Reseña - Retrato de una Mujer en Llamas: el amor apasionado como tormenta viva

Tres mujeres de finales del Siglo XVIII prueban todos métodos que conocen para que una de ellas consiga abortar de manera exitosa. Cuando su cometido falla rotundamente, no les queda mas que acudir con una experta; pero antes, una reunión al filo de la noche las acerca con otro grupo de mujeres que, al igual que ellas, experimentan una sensación de libertad improbable.

Justo ahí, alrededor de una intensa fogata, una de las otras dos féminas experimenta un momento sumamente emocionante que no solo es alimentado por la viveza de las llamas que tiene ante sí, sino por un sentimiento indescriptible e inusitado hasta ese momento originado por la poderosa presencia de su compañera. Estos instantes engloblan con exactitud la fuerza y empoderamiento del discurso romántico y social de Retrato de una Mujer en Llamas.



Marianne (Noémi Merlant), una joven artista, llega a una apartada isla de Bretaña para cumplir con un encargo: pintar el retrato de Héloïse (Adèle Haenel), una señorita que será entregada por su madre a un desconocido italiano para su posterior casamiento. Marianne debe cumplir dos condiciones: hacer que la joven no se entere de su propósito y acompañarla diariamente durante sus caminatas.

Así, Marianne comienza a recabar los detalles artísticos que necesita para realizar su trabajo; pero también a intimar más de la cuenta con Héloïse, quien no tarda en revela el desprecio por su próximo compromiso. Mientras los días pasan, ambas mujeres experimentan un despertar que las acercará a ellas mismas y a una realidad femenina cargada de una incontrolable pasión.

Retrato de una Mujer en Llamas es un portento cinematográfico denominado por Céline Sciamma, la directora, como un "manifiesto sobre la mirada femenina". Estas palabras, por supuesto, son respaldadas con una exquisita obra que nos invita a poner atención a las mujeres y al entorno en el que se desenvuelven.

La aparición de los personajes masculinos es ínfima, dejando en claro que esto se trata del sexo femenino y nada más, específicamente de la conexión que establecen dos almas distintas cuyo encuentro desata una tormenta emocional con demasiadas implicaciones para dos mujeres francesas del Siglo XVIII. Podría decirse que se trata de un amor prohibido, pero más bien estamos ante una historia de descubrimiento arraigada en lo más profundo del erotismo.

"¿Ser libre es estar sola?", pregunta una inquisitiva y desafiante Héloïse a su nueva compañera de caminata. Este cuestionamiento parece, en principio, una forma de buscar de alguna reacción en Marianne; pero el contexto y la situación de la primera dejan entrever una inquietud más grande. En una época de matrimonios arreglados en donde los sentimientos no figuraban para tomar una decisión, la soledad parece ser un lujo, sobre todo para las hijas de aristócratas sometidas a las imposiciones sociales de su clase.

Por ello, las caminatas en solitario de Héloïse parecen ser su último gran tesoro antes de perderlo todo. La llegada de Marianne supone una nueva dimensión de la añorada libertad. Quizá, después de todo, Héloïse podrá encontrar esa emancipación a través del amor más apasionado.


Merlant y Haenel ofrecen un par de monumentales actuaciones que logran su cometido al despertar en el espectador una sentida preocupación por el destino final de la intensa relación que surge en apenas unos días de estar juntas. Al principio, ambas proyecta un carácter que no puede ser más distinto uno del otro; pero conforme la trama se desarrolla, Sciamma aprovecha al máximo la conexión física de ambas actrices para mostrar el surgimiento de una intimidad insólita.

Este acercamiento no solo es sorprendente por su rápida explosión, sino por la pureza que parece emanar. La directora y guionista nos llevan a un mundo idílico moldeado a partir de una visión femenina sumamente apacible y esperanzadora. Desafortunadamente, como todo utopía, esta resultará insostenible por muchas razones que escapan de su control.

Aunque los hombres no figura en esta historia, su amenazadora presencia puede sentirse en distintos momentos. Héloïse aguarda con resignación su futuro emparejamiento con un hombre al que no ama y ni siquiera conoce; por otro lado, Marianne ha tenido que hacerse paso en el ámbito artístico teniendo que usar, en ocasiones, el nombre de su padre. Esta lucha secreta y distintiva de la época es representada con figuras ausentes que, a pesar de ello, continúan siendo poderosas.

En el pequeño microcosmos que han creado apartándose de todo, las protagonistas han encontrado un rincón en el que pueden ser realmente ellas sin ningún tipo de atadura social. Al final, Sciamma deja ver que su verdadero propósito es hacer una declaración progresista sin tener que recurrir a ningún tipo de recurso explícito o grandilocuente. La verdadera fuerza de su relato está en el vínculo pasional que existe entre estas mujeres, algo poco común tanto en el cine como en la vida real.

Retrato de una Mujer en Llamas sin duda nos recuerda otras cintas recientes con una premisa similar y abordajes totalmente distintos; pero la gran diferencia con el desamor adolescente de La Vida de Adèle y el romántico despertar de Carol es que esta película disfruta de un enfoque femenino absolutamente necesario, el cual enmarca de forma orgánica los incontenibles deseos de las mujeres en cuestión. Como dato curioso, las tres estuvieron nominadas a la Palma de Oro en el Festival de Cannes.


Igual de valiosa es la sororidad que emana de las protagonistas, pues esta guía una breve pero importante subtrama. Sophie (Luána Bajrami), la joven que ayuda con las tareas de la mansión, está embarazada, pero no desea ser madre. Asumiendo una responsabilidad total, Héloïse y Marianne ponen manos a la obra para ayudarla a hacerse un aborto, una tarea para nada sencilla en esa época.

La relación que desarrollan resulta inédita para los estándares sociales: ¿dos mujeres irreverentes compartiendo la comida y el tiempo libre con la servidumbre? Estos detalles ensalzan una solidaridad encomiable, la cual se convierte en rectora de una vida cotidiana efímera pero altamente gratificante.

Esta cinta empieza con un misterioso retrato, uno que vaticina un encuentro marcado por el deseo más incontrolable; pero termina con otro que señala una vuelta a la inevitable normalidad. El tiempo que Héloïse y Marianne pasan juntas posee cierta cualidad onírica y seductora, tanto que nos hace pensar en algo totalmente imposible dada las condiciones en las que se desarrolla. Pero aun sabiendo que lo suyo podría durar solo unos cuantos días, ambas mujeres han elegido encontrarse a sí mismas dejándose llevar por una tormenta pasional.

Es por eso que la última escena, probablemente una de las más potentes que se hayan visto en los últimos tiempos, ha sido tan comentada. En ella, Sciamma nos hace mirar a una Héloïse en un concierto visiblemente conmovida por la composición de Vivaldi. La mirada secreta de Marianne resulta el desconsolador encuadre de una mujer que, a pesar de su destino final, todavía guarda en su interior el recuerdo artístico y afectivo de su amante. Finalmente ha descubierto que la música realmente está viva, tal y como esta le había prometido alguna vez.

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